Las hazañas de un músico que se va de su tierra -en medio de la dictadura- a veces no llegan a ser muy conocidas por el resto de sus compañeros de patria, porque a los regímenes no les gusta ensalzar ni exaltar a aquellos que han encontrado la manera de huir de sus maléficas garras.
Que me perdonen aquellos que consideran a los Trujillo como padres de la música dominicana y sobre todo del merengue. El merengue, que es nuestro ritmo nacional y la crónica de la vida republicana tiene en esa dictadura su historia más fétida.
Fue elevado de categoría, de los patios y las enramadas al salón, pero para cantar loas y ver bailar la impunidad del peor régimen dictadorial del país. Las crónicas de ese tiempo, parecen rosa y sumen al país en una época de ensueño, si la historia se analizara a partir del merengue que se hizo para el “benefactor” y sus secuaces.
¿Qué beneficio tuvo la música dominicana y sus músicos en la dictadura? Conozco uno, que los formaron, que fueron a la escuela que fue la Voz Dominicana y cultivaron sus voces y mejoraron la ejecución de sus instrumentos.
Pero, para qué cantar, si no puedes grabar. Si no puedes expresar con tus canciones el sentir de tus emociones, el pueblo que representas y sus angustias. Nadie podrá calcular nunca los daños que a la música dominicana le hicieron esos 31 años de dictadura. Esos años en que los músicos no podían grabar o viajar si no era con permiso del jefe. Es más Petán creía que la mejor música era la que se tocaba en vivo en las emisoras.
Tenían trabajo los músicos, el trabajo de hacer lo que les mandaran y nada más. Que me perdone Wilfrido Vargas, a quien creo un músico lúcido y el primer gran ídolo que dio la República Dominicana al mundo. Pero la inversión de Trujillo en el merengue fue involutivo para nuestra música y para nuestros músicos.
Muy pocos pudieron escribir su nombre en la historia de la música internacional, a pesar de tanto talento, tantas buenas voces, impresionantes compositores. Que me perdone Joseíto Mateo que confunde el ámparo del régimen con desarrollo. Ninguna música puede avanzar de rodillas.
Si bien, arreglistas como Luis Alberti y Antonio Mesa lograron imponer su impronta en el acetato, la verdad es que todo lo otro se perdió y si no preguntense qué hay de Ñico Lora y otros creadores del pueblo. Pregúntense por nuestro bolero, uno de los mejores de América y sus voces y por qué no están en el mapa sonoro internacional. La razón es que no salieron, que no los dejaron salir…
Todo esto viene a cuento, porque Billo Frómeta se fue y se quedó en Venezuela. Viene a cuento porque Billo Frómeta sembró nuestra música en el alma de Venezuela y los países del Cono Sur, pero aquí su nombre dice poco a muchos menos de lo que su gallardía musical merece. Alexis Méndez, uno de mis musicólogos favoritos me escribió y me dice que estamos en el año del Primer Centenario de Billo Frómeta, que no lo deje solo con la idea de recordarlo y reconocer su legado.
Y pienso en Billo, que se tuvo que ir para ser. Y que al ser ajeno a lo que pasaba políticamente en Dominicana, fue sumido en un ostracismo mayor. Sin embargo, la obra está hecha. El merengue tiene un espacio en el alma de América también gracias a él. Y, al final son las expresiones de libertad, más que las de sumisión las que debemos valorar a la hora de contar la historia de un país y de sus hombres.
Seguiré con Billo Frómeta… Lo prometo!
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