20 de septiembre de 2015 - 12:09 am -
Poetas, pintores y filósofos, suelen decir que lo que más produce nostalgia es pararse frente al mar y ver partir un barco. Verlo perderse en el horizonte resulta ser el momento culminante de la angustia más desgarradora. Y el dolor es mayor, si en ese barco van tus recuerdos, tus sueños, tu ideas, tus batallas y tus esperanzas; el fuego que consuma las entrañas de tus tragedias será existencialmente devastador.
Les vimos partir a los Tres. Siempre tuvieron rumbos claros, definidos y diferenciados. Las proas de sus barcos bien orientadas en caminos y destinos muy bien surcados. Nunca permitieron que el viento les llevara a cualquier lugar, sabían donde ir, cómo y con quien. Cualquiera no podía ser compañero de sus travesías, solo surcaban las olas y sus vaivenes con aquellos que tenían la misma forma de remar y batir el tiempo que ellos.
Los Tres estuvieron en el mismo puerto; no así, en el mismo barco ni el mismo destino. Uno intransigente, firme, profético y moralista en la forma real de navegar sus caminos. Otro: vehemente, carismático, decidido de frente alzada, de tableteos y anclas muy bien sembradas. Y el último en zarpar puerto, que para muchos debió ser el primero en hacerlo; con pasitos lentos sobre la cresta de las olas, con estilo cruel y conservador de mover el timón de la historia, llevó su barca a las playas que quiso.
No hay doctrina, no hay ideologías y mucho menos pensamiento partidario. Y lo más desgarrador, hoy no hay sentido, causa y razón para estar
Daba gusto y tenía sentido estar en cualquiera de las tres barcas, sobre todo con la que te identificabas, donde uno de ellos era su capitán. Tenías la seguridad de que ibas a algún lado y que tenía sentido confiarse a su inteligencia, certeza y compromiso de buenos timoneles. Sabías que no había trampas, simulación o engaño. Tenías claro que no te abandonarían en alta mar. Sabías que estaban preparados para las grandes tempestades y que por fuerte que fueran los vientos ellos nacieron para enfrentarlos y no cambiar el curso. Su vocación era servir y amar. Su convicción ser solidarios, ser mártires, ser amigos, ser leales.
Ellos creían en una patria, en uno valores, en unos ideales, en unos sueños, en una justicia, en unos derechos y en una libertad. Puede llamarse cualquiera de ellos: Juan, José Francisco o Joaquín. Pudiera no ser tú Boschista, Peñagomista o balaguerista; pero estar con cualquiera de ellos tenía sentido. Ellos navegaban por un propósito, con reglas claras, por una causa, por una razón; hacer posible y construir lo que creían y la sociedad a que aspiraban.
Hoy no sabes si hay puertos. Si las naves zarparán y, en qué rumbo y con qué reglas lo harán. Ha perdido sentido surcar aguas con los nuevos capitanes que queman las velas y hunden la barca en la corrupción, el vicio ególatra y el nihilismo contemporáneo nietzscheano, la “nada”. Hoy nada es nada: el PLD, PRD, PRSC y cualquier otra cosa es lo mismo o nada.
No hay doctrina, no hay ideologías y mucho menos pensamiento partidario. Y lo más desgarrador, hoy no hay sentido, causa y razón para estar, o, ser o no ser de un partido y, zarpar de puertos con comerciantes y oportunistas con proa y rumbo cierto hacia Sodoma y Gomorra.
*Reflexiones para mi amiga y hermana, un ser humano excepcional: Faride Raful
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