A finales de marzo del año 1958 el dictador Rafael L. Trujillo instruyó de manera verbal al general Ludovino Fernández, hacerse cargo de la Cuarta Brigada del Ejército con asiento en San Juan de la Maguana, en sustitución de su amigo y compadre, el coronel Luis Ney Lluberes, a quien no se comunicó la decisión.
Desde que llegó a la fortaleza, Fernández, también de forma verbal, ordenó al sustituido comandante de la fortaleza, que debía trasladarse a Elías Piña, a dirigir el batallón instalado allí, decisión que no fue aceptada por Lluberes, quien llevaba alrededor de tres años en San Juan y esperaba su ascenso a general.
Ante la actitud rebelde del oficial, Ludovino, quien era exigente en el cumplimiento de la ley, se retiró molesto, esperando que Lluberes reflexionara sin resultados positivos.
En la tarde el brigadier retornó al cuartel y demandó del coronel explicaciones por las cuales no acataba la orden de entregarle la brigada, y que llamaría a Trujillo para comunicarle la situación a lo que respondió: Llámelo cuanta veces quiera.
Cuando el generalísimo se enteró del complicado caso, ordenó inmediatamente a Ludovino que le transmitiera a Lluberes que se reportara a Palacio Nacional, a las 11:00 de la mañana del día siguiente.
Ya en el despacho del Jefe, el coronel dijo a Trujillo que no estaba de acuerdo con esa orden, pues él esperaba su promoción a general, y el generalísimo le preguntó: ¿Usted quiere quedarse en San Juan? Y Lluberes le respondió afirmativa.
Entonces Trujillo, de manera enérgica le dijo: ¨Se quedará en San Juan pero como mayor inspector del Ejército. Retírese inmediatamente
Tan pronto Lluberes se retiró Trujillo ordenó que retrogradaran al oficial, es decir, que le quitaran dos rangos: el de coronel y el de teniente coronel, para dejarlo en la posición inferior de mayor.
La retrogradación y el trato hostil que le dispensó Trujillo llenó de frustración y nostalgia al entonces comandante de la fortaleza de San Juan, quien trataba de ahogar sus penas en llantos
Dos semanas después de la desconsideración y deshonra de que fue objeto Lluberes asumió las nuevas responsabilidades en la brigada de San Juan, con el rango de mayor, inspector del Ejército, como había dispuesto Trujillo.
En horas de la tarde, del 14 de abril de 1958, los dos militares, amigos y compadres de antaño, ocuparon sus escritorios, que estaban uno en frente del otro, y ya entrada la noche, de manera repentina y sin mediar palabras Lluberes extrajo de una gaveta un revólver 38 y lo descargó inmisericordemente sobre el cuerpo de Ludovino; volvió y cargó arma y asestó otros cinco impactos al cuerpo del brigadier.
El chofer de Ludovino, el sargento Pulinario de la Rosa, que estaba en el patio, al escuchar los disparos continuos, corrió rápidamente a las oficinas de su jefe y cuando llegó lo observó derramado en las escaleras de la segunda planta.
Cuando se encontró con Lluberes, que estaba cargando una ametralladora, desefundó su arma de reglamento y la descargó contra el mayor.
Acto seguido de la Rosa marchó hacia la capital y fue detenido en San Cristobal. Cuando ocurrieron los hechos Trujillo se encontraba en el Hipódromo Perla Antillana, y al recibir la noticia se trasladó al Palacio, en compañía del secretario de Finanzas Virgilio Alvarez Sánchez, y del jefe de seguridad, coronel César Oliva García.
Ludovino Fernández fue padre de 28 hijos en 13 mujeres. Fue hombre de confianza del tirano Trujillo y del presidente Horacio Vásquez, a quien escoltó a su salida al exilio por el puerto de Santo Domingo.
Su padre, Mauricio Fernández, fue condenado a 99 años de cárcel porque junto a otros hermanos se enfrentó con un patrulla militar de los yanquis que ocuparon el país desde 1916 hasta 1924.
Cuando los americanos se fueron Ludovido ingresó como raso del Ejército, y el presidente Vásquez lo ascendió a cabo, por recomendación del poeta Virgilio Martínez Reyna.
Fue jefe de la Policía Nacional en dos oportunidades, y encabezó las tropas trujillistas que aplacaron a los opositores, incluyendo a Cipriano Bencosme, en Moca y Desiderio Arias, en Mao.
Después de los acontecimientos que terminaron con la vida del guerrillero liniero, Ludovino abandonó la milicia tras ser degradado de capitán a teniente, lo que motivó su refugio en una finca de Esperanza. Fue reenganchado en 1936 con el rango de mayor.
En 1945, estando al frente de la Policía, en la capital se produjeron manifestaciones en contra del gobierno.
Durante una de esas protestas interceptó a los participantes y se les presentó desarmado y sin escolta. Les pidió a los jóvenes que se fueran para sus casas en grupos de diez.
Meses después el barítono Eduardo Brito, que era su amigo, fue llevado a su despacho por pronunciarse contra Trujillo. Ludovino lo calmó, lo montó en su caro y salió con rumbo desconocido. Días más adelante se supo que el artista estaba confinando en el manicomio, donde murió.
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