25 de diciembre de 2014 - 10:13 am -
Una cuba abierta, con una economía metida de lleno en la competencia regional, más que provocar temor o desconfianza en el Estado y en los empresarios dominicanos, debe generar ideas, creatividad, planes, estrategias y las inversiones necesarias para competir con éxito.
La nueva situación que se presenta a la República de Cuba, la hermana mayor de las Antillas, debe constituir motivo de alegría, pero también de análisis, trabajo y planeación para las autoridades y los empresarios dominicanos.
Ante todo, los dominicanos debemos de alegrarnos de que Estados Unidos y Cuba hayan arribado a un acuerdo para comenzar a poner fin a tanta insensatez.
Nadie en su sano juicio pensará que Cuba permanecerá con su potencial productivo operando con las restricciones propias de un sistema político que resulta obsoleto para la realidad de hoy, agravado por un embargo que durante más de 50 años ha lesionado a la población cubana y privado de oportunidades de negocios a empresarios estadounidenses y de otros países.
Las relaciones comerciales que se avecinan entre República Dominicana y Cuba deben pensarse como un escenario para el fortalecimiento mutuo, como una alianza que resulte positiva para ambos países
Los cambios de Cuba en la economía, primero, y luego en el sistema político, serán inevitables. No importa que los sectores más conservadores en EEUU y en Cuba opongan resistencia. La historia no se detiene.
Y esas reformas impactarán en el Caribe, especialmente en República Dominicana.
Lo positivo o negativo que puedan resultar para República Dominicana los nuevos escenarios en el Caribe, como consecuencia de las reformas en Cuba, dependerá en gran medida de qué hagan o dejen de hacer el gobierno dominicano y su sector privado.
Una cuba abierta, con una economía metida de lleno en la competencia regional, más que provocar temor o desconfianza en el Estado y en los empresarios dominicanos, debe generar ideas, creatividad, planes, estrategias y las inversiones necesarias para competir con éxito.
Las relaciones comerciales que se avecinan entre República Dominicana y Cuba deben pensarse como un escenario para el fortalecimiento mutuo, como una alianza que resulte positiva para ambos países.
Los cubanos tienen mucho que aprender de los dominicanos, y viceversa.
Es cierto, hay retos para República Dominicana. Pero son muchos más las oportunidades, siempre que se trabaje a tiempo con planeación y seguimiento.
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