27/12/2014 12:00 AM - Héctor Linares
Historiador analiza en un libro la transformación de la RD
En las últimas cinco décadas el tamaño de la economía dominicana se ha multiplicado por al menos 60 veces, con un elevado componente de diversificación que ya ningún producto es tan dominante como lo fue el azúcar.
La data y el juicio los ofrece el historiador Frank Moya Pons en su libro “El Gran Cambio”, en el cual analiza la transformación social y económica de la República Dominicana en el período comprendido entre 1963 y 2013.
Recuerda que en el 1961 el país se enfrentaba a la realidad de tener una población de 3.0 millones de habitantes, con un 70% residiendo en el campo, más de un 25% analfabetos, y pueblos y ciudades que comenzaban a recibir oleadas masivas de familias campesinas que huían de los campos y llegaban a construir favelas en las márgenes de los pueblos y ciudades.
“Esto era el reflejo de una agricultura que mostraba signos de estancamiento, pues la producción era más el resultado de la apertura y colonización de tierras nuevas que de la modernización de las técnicas de cultivo”, explica .
Moya Pons enfatiza en su obra que en los últimos 50 años la economía dominicana dejó de ser una economía exportadora de productos primarios para convertirse en una economía “muy diversificada”, sin ningún renglón dominante como lo fue el azúcar, producto que dice en el 1961 representaba el 60% de los ingresos de divisas del país.
“Hoy el azúcar representa apenas el seis por ciento del valor de las exportaciones nacionales”, narra. La obra del historiador está basada en estadísticas cuyo último año de referencia es el 2013.
Detalla que las cifras de crecimiento de la economía nacional “son tan altas que aun deflactándolas muestran un agigantamiento de la base productiva nacional que nadie podía imaginar cuarenta años atrás”. “Por ejemplo”, cita, “en 1060 el producto interno bruto real del país era de apenas 790 millones de dólares. Hoy, en el año 2013, es superior a los 48,000 millones de dólares, sesenta veces mayor que a la muerte de Trujillo”.
Moya Pons resalta que otros países del mundo también han crecido significativamente en el curso de los últimos cincuenta años, pero el crecimiento dominicano ha sido uno de los más altos de América Latina durante varias décadas, y que gracias a ello la República Dominicana, “que en 1960 tenía el producto por habitante más bajo del continente, subió en el 2005 por encima de otros nueve países (Jamaica, Ecuador, Paraguay, El Salvador, Cuba, Honduras, Nicaragua y Haití).
El autor cita, de muchos indicadores que “se pueden utilizar para mostrar ese crecimiento”, el presupuesto nacional, que en 1961 fue de 184.7 millones de pesos, equivalentes a 184 millones de dólares, en tanto que el presupuesto nacional del año 2013 “es sesenta y cinco veces mayor: 516,000 millones de pesos, equivalentes a más de 1|2,000 millones de dólares”.
“Si al final de la Era de Trujillo el Estado dominicano gastaba 61 dólares por cada ciudadano, hoy gasta 1,200 dólares, esto es, 20 veces más”, puntualiza.
Moya Pons enfatiza que el crecimiento económico dominicano del último medio siglo también “puede apreciarse en los indicadores de producción de ciertos renglones industriales y agrícolas, como el cemento, la cerveza, el ron, los cigarros y cigarrillos, los aceites comestibles, el jabón, el chocolate, el café, la sal, el arroz, los plátanos, los bananos, los frijoles y las raíces comestibles, entre otros.
“En algunos casos la producción se ha multiplicado muchas veces, como ha ocurrido con el arroz que, luego de la llamada revolución verde, experimentó un salto de más de diez veces, gracias a la apertura de nuevas tierras irrigadas por nuevos canales de riego, a la introducción de nuevas variedades y semillas, y a mejores métodos de control de plagas y manejo de postcosecha”, dice el afamado investigador.
Agrega que la producción de cerezas, “otro producto indicativo, se ha multiplicado cuarenta y cinco veces; la de cemento, más de cien veces; la de aceites comestibles, sesenta veces; la de ron, más de doce veces; la de carne de pollo, de casi nada a más de 7.5 quintales anuales, y casi lo mismo puede decirse de la mayoría de los productos de consumo masivo”.
Sostiene que el crecimiento económico ha sido motorizado por la aplicación de políticas destinadas a desarrollar la infraestructura productiva del país. “Entre 1966 y 1978, por ejemplo, el Estado dominicano hizo mucho énfasis en un programa de austeridad fiscal y manejo ortodoxo de la política monetaria, que le permitió realizar algunos ahorros para desarrollar numerosas obras públicas destinadas a estimular la producción”, indica el historiador en su obra.
Asegura, asimismo, que “el Estado fomentó la industrialización de sustitución de importaciones, construyó presas, numerosos acueductos rurales y canales de riego”, y abrió cientos de nuevos caminos vecinales para facilitar la salida de productos agropecuarios.
“Construyó carreteras, aeropuertos, edificios públicos, calles y bulevares en las principales ciudades del país. Protegió la inversión extranjera en el sector minero y el turismo. Acentuó los programas de reforma agraria y colonización de nuevas tierras que fueron incorporadas a la producción. Promovió, asimismo, la apertura de zonas francas para exportar. Y estimuló la emigración de dominicanos hacia el extranjero para quitarle presión demográfica a los recursos económicos”.
De acuerdo con el historiador Moya Pons, el crecimiento económico dominicano “se expresa en todos los indicadores. Todo ha crecido en el país: creció la población y, por ende, el número de viviendas. Crecieron los centros urbanos y , en consecuencia, las demandas de servicios públicos. Esas demandas han sido atendidas desigualmente y ello ha llevado la existencia de grandes desequilibrios entre las zonas urbanas y las rurales, así como entre regiones, pueblos y ciudades”. l
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La data y el juicio los ofrece el historiador Frank Moya Pons en su libro “El Gran Cambio”, en el cual analiza la transformación social y económica de la República Dominicana en el período comprendido entre 1963 y 2013.
Recuerda que en el 1961 el país se enfrentaba a la realidad de tener una población de 3.0 millones de habitantes, con un 70% residiendo en el campo, más de un 25% analfabetos, y pueblos y ciudades que comenzaban a recibir oleadas masivas de familias campesinas que huían de los campos y llegaban a construir favelas en las márgenes de los pueblos y ciudades.
“Esto era el reflejo de una agricultura que mostraba signos de estancamiento, pues la producción era más el resultado de la apertura y colonización de tierras nuevas que de la modernización de las técnicas de cultivo”, explica .
Moya Pons enfatiza en su obra que en los últimos 50 años la economía dominicana dejó de ser una economía exportadora de productos primarios para convertirse en una economía “muy diversificada”, sin ningún renglón dominante como lo fue el azúcar, producto que dice en el 1961 representaba el 60% de los ingresos de divisas del país.
“Hoy el azúcar representa apenas el seis por ciento del valor de las exportaciones nacionales”, narra. La obra del historiador está basada en estadísticas cuyo último año de referencia es el 2013.
Detalla que las cifras de crecimiento de la economía nacional “son tan altas que aun deflactándolas muestran un agigantamiento de la base productiva nacional que nadie podía imaginar cuarenta años atrás”. “Por ejemplo”, cita, “en 1060 el producto interno bruto real del país era de apenas 790 millones de dólares. Hoy, en el año 2013, es superior a los 48,000 millones de dólares, sesenta veces mayor que a la muerte de Trujillo”.
Moya Pons resalta que otros países del mundo también han crecido significativamente en el curso de los últimos cincuenta años, pero el crecimiento dominicano ha sido uno de los más altos de América Latina durante varias décadas, y que gracias a ello la República Dominicana, “que en 1960 tenía el producto por habitante más bajo del continente, subió en el 2005 por encima de otros nueve países (Jamaica, Ecuador, Paraguay, El Salvador, Cuba, Honduras, Nicaragua y Haití).
El autor cita, de muchos indicadores que “se pueden utilizar para mostrar ese crecimiento”, el presupuesto nacional, que en 1961 fue de 184.7 millones de pesos, equivalentes a 184 millones de dólares, en tanto que el presupuesto nacional del año 2013 “es sesenta y cinco veces mayor: 516,000 millones de pesos, equivalentes a más de 1|2,000 millones de dólares”.
“Si al final de la Era de Trujillo el Estado dominicano gastaba 61 dólares por cada ciudadano, hoy gasta 1,200 dólares, esto es, 20 veces más”, puntualiza.
Moya Pons enfatiza que el crecimiento económico dominicano del último medio siglo también “puede apreciarse en los indicadores de producción de ciertos renglones industriales y agrícolas, como el cemento, la cerveza, el ron, los cigarros y cigarrillos, los aceites comestibles, el jabón, el chocolate, el café, la sal, el arroz, los plátanos, los bananos, los frijoles y las raíces comestibles, entre otros.
“En algunos casos la producción se ha multiplicado muchas veces, como ha ocurrido con el arroz que, luego de la llamada revolución verde, experimentó un salto de más de diez veces, gracias a la apertura de nuevas tierras irrigadas por nuevos canales de riego, a la introducción de nuevas variedades y semillas, y a mejores métodos de control de plagas y manejo de postcosecha”, dice el afamado investigador.
Agrega que la producción de cerezas, “otro producto indicativo, se ha multiplicado cuarenta y cinco veces; la de cemento, más de cien veces; la de aceites comestibles, sesenta veces; la de ron, más de doce veces; la de carne de pollo, de casi nada a más de 7.5 quintales anuales, y casi lo mismo puede decirse de la mayoría de los productos de consumo masivo”.
Sostiene que el crecimiento económico ha sido motorizado por la aplicación de políticas destinadas a desarrollar la infraestructura productiva del país. “Entre 1966 y 1978, por ejemplo, el Estado dominicano hizo mucho énfasis en un programa de austeridad fiscal y manejo ortodoxo de la política monetaria, que le permitió realizar algunos ahorros para desarrollar numerosas obras públicas destinadas a estimular la producción”, indica el historiador en su obra.
Asegura, asimismo, que “el Estado fomentó la industrialización de sustitución de importaciones, construyó presas, numerosos acueductos rurales y canales de riego”, y abrió cientos de nuevos caminos vecinales para facilitar la salida de productos agropecuarios.
“Construyó carreteras, aeropuertos, edificios públicos, calles y bulevares en las principales ciudades del país. Protegió la inversión extranjera en el sector minero y el turismo. Acentuó los programas de reforma agraria y colonización de nuevas tierras que fueron incorporadas a la producción. Promovió, asimismo, la apertura de zonas francas para exportar. Y estimuló la emigración de dominicanos hacia el extranjero para quitarle presión demográfica a los recursos económicos”.
De acuerdo con el historiador Moya Pons, el crecimiento económico dominicano “se expresa en todos los indicadores. Todo ha crecido en el país: creció la población y, por ende, el número de viviendas. Crecieron los centros urbanos y , en consecuencia, las demandas de servicios públicos. Esas demandas han sido atendidas desigualmente y ello ha llevado la existencia de grandes desequilibrios entre las zonas urbanas y las rurales, así como entre regiones, pueblos y ciudades”. l
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