Es hora que la comunidad internacional se acuerde de Cuba, si el objetivo es la democracia
Durante años se ha insistido en que el levantamiento o flexibilización del embargo pondría fin al régimen de partido y pensamiento único vigente en Cuba. Por un lado, porque le quitaría a los Castro el argumento de la agresión externa y la causa de sus males económicos. Por otro lado, porque la apertura económica inevitablemente traería la democracia.
Lo cierto es que los mencionados planteos son bastante cuestionables. No tienen en cuenta que el régimen cubano utiliza un argumento político similar al de China para justificar su retórico modelo de "desarrollo socialista, autóctono, original, democrático y libremente participativo" y así mantener inamovible la dictadura. De hecho, durante su Examen Periódico Universal en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, realizado el 1° de mayo de 2013, la dictadura cubana afirmó que no aceptaba que existiera un modelo universal de democracia.
Basado en lo anterior, en Cuba no está permitido el ejercicio de los derechos fundamentales que caracterizan a toda democracia: la libertad de asociación, reunión y expresión y la existencia legal de partidos de oposición. Pero dado el carácter "autóctono y original" de su sistema político, Cuba argumenta que los respeta e incluso mucho más que las democracias desarrolladas.
Lo que Cuba, al igual que China, pone en cuestionamiento es la concepción universal de los derechos humanos de la Declaración de 1948, en especial los de primera generación, es decir, las libertades civiles y políticas. Por ello, en su alocución sobre las relaciones de Cuba con Estados Unidos del pasado 17 de diciembre, Raúl Castro reconoció tener "profundas diferencias, fundamentalmente en materia de soberanía nacional, democracia, derechos humanos y política exterior". Dos días después lo dejó más claro: “Así como respetamos el sistema político de Estados Unidos, exigimos el respeto al nuestro”.
Hay que recordar que en el mencionado Examen Periódico Universal en Ginebra, Cuba recibió 292 recomendaciones, de las cuales 20 - las más relevantes - las consideró "incompatibles con los principios constitucionales y el ordenamiento jurídico interno", agregando que su contenido era contrario al espíritu de cooperación y respeto que debe primar en el EPU y que por lo tanto no contaban con su apoyo.
Todos los países que le hicieron recomendaciones a Cuba en materia de derechos humanos tienen buenas relaciones con el régimen de Raúl Castro
Entre las recomendaciones que Cuba rechazó tajantemente estaba la de España, que pidió respetar la libertad de expresión, asociación y reunión, y reconocer personalidad jurídica a las asociaciones de derechos humanos mediante un sistema de registro oficial inclusivo. Asimismo, Suiza le solicitó a Cuba levantar las restricciones que impiden la libre expresión y asegurar que los defensores de los derechos humanos y los periodistas independientes no sean víctimas de intimidación ni de enjuiciamiento y detención arbitrarias. Y en forma categórica, Alemania le recomendaba a Cuba abstenerse de todas las formas de hostigamiento, intimidación y detención arbitraria de activistas en favor de los derechos humanos.
Todos los países que le realizaron recomendaciones a Cuba en materia de derechos humanos mantienen buenas relaciones diplomáticas con el régimen de Raúl Castro y sin embargo el gobierno de las Isla las consideró "sesgadas políticamente y construidas sobre bases falsas, derivadas de los intentos de desacreditar a Cuba por parte de quienes, con sus ambiciones hegemónicas, se niegan a aceptar la diversidad y el derecho de libre determinación del pueblo cubano".
Por tal motivo, más allá de lo bienvenido que pueda resultar el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, no hay que olvidar que los Castro son expertos en sobrevivir y ganar tiempo, y que cuentan con un apoyo internacional importante, especialmente en América Latina desde donde no le van a cuestionar que su sistema político sea contrario a los principios democráticos. Por caso, Cuba integra organismos con cláusulas democráticas que no cumple, fue aceptada en esos ámbitos y hasta ahora ningún gobierno le ha formulado cuestionamiento alguno.
Para entender esta singularidad de Cuba vale la pena recordar la película chilena del "No", la cual comienza con el siguiente texto: "Luego de 15 años de dictadura, Pinochet enfrentó fuertes presiones internacionales para legitimar su régimen. En 1988 el Gobierno llamó a un plebiscito". El resto de la historia es conocida y también ayuda a entender por qué los Castro han permanecido tantos años en el poder. Es que la comunidad internacional se ha olvidado de Cuba. Es hora que se acuerde, si el objetivo es la democracia.
Gabriel C. Salvia es Presidente del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL). Twitter: @GabrielSalvia
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