Por José del Castillo
Mientras mis compañeros del barrio que me llevaban pocos años complotaban contra el régimen, arrastrando al muy admirado profesor Casado Soler –a cuya escuela de superación personal asistía en vacaciones de verano junto a José Alcántara, Macky de Peña, Felipe Pumarol, Abelardo y Berto Leites-, el país conmemoraba el 3 de noviembre en ritual oficial el natalicio de la Excelsa Matrona, cariñosamente llamada Mamá Julia. Una buena mujer vientre de una numerosa prole variopinta en la que destacaban “el Generalísimo y Doctor” RLTM y “el Señor Presidente Héctor Bienvenido Trujillo Molina”, visitada en su hogar de la Máximo Gómez con México por grupos de damas agradecidas ante tan señero parto del Padre de la Patria Nueva. La hoy Maternidad Nuestra Sra. de La Altagracia llevaba su nombre. A su entrada un impresionante retrato a cuerpo entero que conservó en vida su nieto y abuelo de mis hijos Pacho Saviñón Trujillo.
Ese día de 1959 los nacionalistas panameños encabezados por Aquilino Boyd se proponían “invadir pacíficamente” la Zona del Canal, en reivindicación simbólica de su soberanía, colocándose en alerta las tropas norteamericanas que la custodiaban. En el Vaticano se rumoraba que el Papa Juan XXIII convocaría un nuevo consistorio para ampliar a un centenar la matrícula del colegio cardenalicio y designar nuevos mitrados. Ike, el popular presidente Dwight Eisenhower, comandante supremo aliado durante la II Guerra Mundial estratega del decisivo desembarco de Normandía, realizaba una gira por Europa, Asia y África, como un “golpe vitamínico” a países neutrales o sometidos a presiones comunistas en el marco de la Guerra Fría. En el frente del Caribe, la prensa anunciaba que la Cuba de Fidel restablecía la pena capital.
En el frente local las primeras planas eran tomadas por una foto en la que aparecían sonrientes en la Nunciatura el Ilustre Jefe, el Presidente Héctor B. Trujillo, el Arzobispo de Santo Domingo monseñor Octavio Beras y el Nuncio de Su Santidad, monseñor Zanini. Todo era armonía antes de que se desatara la tormenta en enero del 60 con la Pastoral retadora de los obispos, que soltaría desbocados los demonios del SIM y de Radio Caribe, las cárceles abarrotadas por los jóvenes del movimiento clandestino 14 de Junio. Una reforma constitucional se adelantaba, consistente en obviar la Constituyente electiva como instancia para enmendar la Carta Sustantiva, reemplazándola por la Asamblea Revisora, tal como funciona hoy. Un fast track en tiempos de borrasca caribeña que agilizaba los dictámenes de la dictadura, tan dada a cuidar formalidades legales, asistida para ello por su consejo de sabios jurisconsultos. Los trabajos de la Constituyente, reunida en la benemérita ciudad de San Cristóbal, a cargo de Pedro Troncoso Sánchez, Federico C. Álvarez, Luis Julián Pérez et al.
En el Hipódromo Perla Antillana Trujillo era aclamado por la fanaticada de la hípica, acompañado por el Gobernador del Banco Central, Virgilio Álvarez Sánchez. Unos 132 convencionistas de la Navy League de Estados Unidos procedentes de Puerto Rico, arribaban en plan turístico a Ciudad Trujillo, hospedados en el Hotel Embajador. En el Colegio Mayor Universitario Calazans, Fradique Lizardo disertaba sobre Folklore, en tanto Salvador Pittaluga Nivar hacía lo propio en La Voz Dominicana. En esa planta tele radiodifusora, a las 4 pm, la súper diva italiana Doris Duranti daba consejos diarios de belleza, seguida por un interludio musical que antecedía el Noticiero UPI (United Press International) y el Boletín Meteorológico.
A las 5, el concurso Gane Llamando. Media hora después, los esperados Muñequitos. A continuación La Pregunta Musical y en vivo el apuesto tenor Tony Curiel, la salerosa vedette Esther Valladares, Constantino Castillo y la estupenda soprano Violeta Stephen. Acompañados por la Orquesta Angelita dirigida por Tavito Vásquez. A las 7, ya los adultos en casa, la Panorámica Mundial con el periodista, abogado y músico cubano Miguel Agustín Gacel –en nómina del SIM con 700 y factótum en Radio Caribe, padre de Carlos, un operativo de Johnny Abbes desde sus días en Guatemala- y el Noticiero Fílmico de LVD. Charla del Ing. Juan Ulises García Bonnelly. Media hora después, Wyatt Eart, un serial sobre la vida legendaria del sheriff de Tombstone, Arizona, que los muchachos seguíamos como la beata el Rosario de las 6. A las 8, el Mariachi Dominicano de Collado, señal de la impronta azteca en nuestro medio. Quince minutos y el Teatro de Estrellas ESSO. Media hora luego, sesión de Cine.
En radio HIZ el Programa Reuter presentaba a la estelar Elenita Santos vocalizando Está sellado e Indudablemente, Emisoras Unidas nos brindaba Música para la Siesta que todos dormíamos y HIN, en la “voz que bosteza” de mi entrañable Héctor Papi Quezada, ofrecía música americana, de moda entonces por el furor causado por el rock and roll de Elvis y Bill Halley y sus Cometas. Estrella, “el fósforo que no falla” producido desde 1916, se publicitaba ampliamente indicativo de su uso cotidiano en la cocina de cuaba y carbón y entre fumadores que abundaban como clave de machismo y de adhesión al cine de Hollywood. Esta, marca Premium de la Cía. Anónima Tabacalera, que pregonaba sus cigarrillos “siempre frescos”.
El Royal Bank destacaba su presencia en el país con 7 sucursales y Hemphill Schools de Los Ángeles incentivaba mediante atractivos artes publicitarios a tomar cursos técnicos por correspondencia de radio y televisión, como una forma de “aumentar su sueldo”, enrolándose temprano mi compañero sancarleño Miguel Ricart Heredia. La Cervecería Nacional Dominicana inauguraba su acogedor Roof-Garden en las instalaciones del km 6 de la Avenida Independencia. Los obreros de la Sociedad Industrial Dominicana agradecían al Jefe y al Presidente Héctor B. Trujillo la restitución de la regalía pascual hasta 200 pesos. En la pelota invernal el Licey se hallaba a 5 posiciones del 1er lugar ocupado por el Escogido, que ganó el campeonato 59-60, encabezando el bateo Chico Conton, M.E. Jiménez y Mateo Rojas Alou, con Frank Howard y Julián Javier en cuadrangulares y el Gran Marichal en ponches propinados.
En Bellas Artes el cuadro de comedias del Teatro Escuela montaba Living Room del afamado novelista y dramaturgo británico Graham Green. La cartelera cinematográfica traía en el Elite y el Leonor, la comedia No hay tiempo para sargentos, coincidente con el complot develado en San Isidro denominado la rebelión de los sargentos, que involucró a decenas de técnicos y mecánicos de aviación, torturados y desaparecidos. El Olimpia proyectaba Watusi, un film de aventuras desarrollado durante un safari tras las legendarias minas del Rey Salomón. El teatro Independencia daba Vagabundo y Millonario con el celebrado humorista y cantante Tin Tan –hermano del Loco Valdés y de don Ramón, el del Chavo del Ocho. Las salas Santomé y Apolo exhibían las vaqueradas El Mejor Gatillo con George Montgomery y Frontera de dos Razas con Ben Johnson, mientras el teatro Rialto de tres plantas, el film bélico Esclavo de la Avaricia estelarizado por Robert Ryan.
La Voz Dominicana tenía en cartel Acapulqueña con la vedette cubana establecida en México María Antonieta Pons y el cantante chileno Antonio Prieto. El cine Diana, Socios para la Aventura con la estatuaria mexicana Ana Luisa Peluffo, y el Julia, Melodías Inolvidables con la actriz azteca María Elena Marqués. El Auto Cinema Iris figuraba con Odio que Mata, el Arelis, Cartel de Asesinos y el Paramount, La Huella del Asesino, todos muy instructivos. El Capitolio ofrecía un verdadero palo taquillero, Pabellón de la Muerte o La Celda 2455, el sonado caso de Caryl Chessman, el “Bandido de la Luz Roja” condenado a la cámara de gas en la prisión de San Quintín, a quien Bienvenido Fabián dedicó un tema interpretado por Armando Recio. Infaltables las películas de horror El Vampiro y El Hijo de Frankenstein, en el Atenas y el Trianón. Para aligerar la vida, el comediante Jerry Lewis nos entretenía con Papá soy yo en el súper teatro San Carlos, con 1,500 butacas.
Como si fuera poco, el Max –hoy convertido en iglesia cristiana- proyectaba El Gran Dictador, un exitoso film sonoro de 1940 que ironizaba y condenaba el nazismo, el fascismo y a todas las dictaduras, con guión, dirección y actuación del genial Charles Chaplin. Justo en la Avenida José Trujillo Valdez (la actual Duarte), al lado de donde operaría desafiante a mediados de 1960 el local del Movimiento Popular Dominicano (MPD), un partido marxista-leninista liderado por Máximo López Molina y Andrés Ramos Peguero procedente de La Habana. En el contexto de la feroz dictadura que daba sus zarpazos más sanguinarios y atrevidos, esa película era toda una provocación.
Con los hermanos Ricart Heredia, junto a mis primos Fedé Polanco y Miguel Ángel Velázquez, fuimos a verla. Admiradores de Chaplin a quien disfrutábamos en el cine mudo -incluidas sesiones privadas con proyector propio de Miguel Ricart, un vanguardista de la tecnología que estudió cómputos en México y laboró pionero en la IBM-, salimos de este film sonoro casi todos mudos. Nos mirábamos a los ojos y las miradas lo decían todo. No podíamos rehuir la analogía entre lo visto y lo vivido en nuestro país bajo el Benefactor de la Patria. Un verdadero Gran Dictador en estos cálidos trópicos de azúcar y de alcohol. Que extendía sus dedos siniestros más allá de esta media ínsula. Mientras Rodriguito pregonaba a diario por la radio: “la vida no se detiene, prosigue su agitado curso”
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