Una «auténtica superproducción nacional», una «espléndida» película española, concebida como afirmación de la «heroica raza hispana», que elevaba a José Luis Sáenz de Heredia «a la cabeza de los cineastas españoles». No podía ser de otra forma. El Norte de Castilla, como el resto de la prensa de los años 40, se derretía en elogios hacia aquella película tras la que se emboscaba el mismísimo Franco Franco. Porque ‘Raza’, estrenada con enorme éxito hace 75 años, no era sino la puesta en escena de la novela que con ese mismo nombre había escrito dos años antes el general y jefe del Estado bajo el seudónimo de Jaime de Andrade.
Especialistas en la historia del cine no dudan en catalogarla como prototipo de película épico-militar dirigida a exaltar propagandísticamente los valores de la «Nueva España» nacida de la victoria franquista en la Guerra Civil: nacionalismo exacerbado, catolicismo intransigente, anticomunismo visceral y concepción maniquea de la sociedad. Al Teatro Calderón de Valladolid llegó el 17 de enero de 1942, dos semanas después de su estreno en el madrileño Palacio de la Música. «’Raza’ reproduce imaginariamente los actos del héroe Churruca, que a través de diversas generaciones dejó esmaltados su gran patriotismo y su fe en la patria», resumía la nota de la Agencia Cifra. Y era cierto, desde luego.
Con esa finalidad había escrito Franco el libro que servía de guion al film. Concebido como un melodrama sentimental y patriótico, ‘Raza’ narra la historia de una familia de militantes, los Churruca-Andrade, trasunto ennoblecido de los Franco y portadora de los valores nacional-católicos que quiso imponer el Caudillo: «En admirable síntesis, modelo de sobriedad y justeza, se van concretando -acusando soberbiamente- en los descendientes de Cosme Damián Churruca, las virtudes de la sin igual estirpe española, capaz en todo momento de las mayores empresas, de las más altas consecuciones, y que siempre inmortal ha sabido -tras un período de vicisitudes y adversidades- mostrarse de muevo cual es, con la fuerza pujante de la más hermosa ejecutoria, en el glorioso Alzamiento Nacional», escribía el crítico de cine de El Norte, Emilio Cerrillo.
Concebida la novela según los clichés de la literatura de folletín, a través del ejemplo vital de los Churruca, que arranca en 1898 y llega hasta el final de la Guerra Civil, se exaltan el patriotismo, los valores castrenses del deber, el honor y el valor, así como la religión católica. En efecto, la familia Churruca-Andrade, encarnación histórica de las virtudes de la raza hispana, la componen el matrimonio Pedro e Isabel (el primero, militar, moriría heroicamente en la guerra de Cuba, en 1898) y sus cuatro hijos: José, el protagonista, portador de todos los valores exaltados por Franco; Pedro, el «desviado», encarnación de los males repudiados por el dictador, hasta el extremo de militar en el bando republicano; el pequeño Jaime, del que poco más se sabe aparte de que terminaría ingresando en una orden religiosa y siendo fusilado por los «rojos»; e Isabelita, heredera de las «sanas virtudes» de la madre como fiel y dócil esposa, obediente y muy religiosa.
«La afirmación de raza se mantiene enhiesta, firme, en los Churrucas—prototipo y símbolo de una familia española, orgullosos de sus ascendientes, cuyas sienes ciñó la gloria en Trafalgar y en Cavite. Porque hasta el hijo desleal con España y con sus apellidos, a última hora sabe redimirse», sintetiza Cerrillo. Y es que el argumento de la película –como el del libro- encuentra su punto culminante en «la Guerra de Liberación», expresión utilizada por el bando franquista para referirse al golpe militar dado el 18 de julio de 1936 contra el gobierno republicano. La división maniquea entre las dos Españas, la «sana» y patriótica, religiosa a machamartillo, y la «infectada» por el virus del republicanismo, la masonería y el socialismo en todas sus variantes, se expresa en los dos principales personajes: José, el hijo bueno, y Pedro, el malvado. La «conversión» de este último a la «raza» hispana, con lo que ello implicaba de traición a sus compañeros republicanos, constituye otro de los momentos de éxtasis patriótico del film.
Momentos emocionantes
La concepción de ‘Raza’ como folleto propagandístico al servicio de la España del Caudillo aparece en otras muchas escenas o «momentos de indescriptible emoción», a juicio de El Norte de Castilla; entre los más destacados, «el asesinato de los sacerdotes junto a la playa por las horadas marxistas», «la liberación de Bilbao y la de la capital de España» y, por supuesto, la culminación final con el Desfile de la Victoria: «Al finalizar la película, con el grandioso y emocionante desfile de la Victoria, que preside nuestro invicto Caudillo, una ovación atronadora, que duró algunos instantes, acogió la proyección de esta espléndida producción española que lleva por título «Raza» y que fue estrenada en función de gala», señalaba el decano de la prensa. Patrocinada la película por el Consejo de la Hispanidad y con la asesoría histórico-literaria de Manuel Aznar, para dirigirla se planteó una terna compuesta por Carlos Arévalo, Enrique Gómez y José Luis Sáenz de Heredia. El escogido fue este último, que en una entrevista con Vizcaíno Casas, publicada en 1968 por El Norte de Castilla, recordaba de esta forma cómo ocurrió todo:
«A mí me dijeron que el Consejo de la Hispanidad tenía mucho interés en que aquel argumento se hiciese película y que convocaba una especie de concurso entre los directores que entonces estábamos más en candelero, que teníamos que escribir los cien primeros planos. Los hice, tachando algunas cosas que venían en la historia original. Un jefe de la Marina [Jesús Fontán], que era con quien yo me entendía, me preguntó que por qué había suprimido ciertas escenas y le contesté que porque no me parecían cinematográficas. Al cabo de unos días, el mismo jefe me anunció que se había decidido que yo la dirigiera. Después supe que era Franco el autor del argumento. Por cierto que el Caudillo no vio la película hasta la misma tarde del día en que -por la noche- iba a estrenarse».
La verdad era que Sáenz de Heredia partía en una posición de ventaja respecto del resto de directores: además de ser primo hermano de José Antonio Primo de Rivera y un hombre de firmes convicciones falangistas, era jefe de producción del Departamento Nacional de Cinematografía, dirigido entonces por Manuel García Viñolas, su gran protector. El rodaje de la película comenzó en julio de 1941 y finalizó en diciembre. El presupuesto ascendió a más de 1,6 millones de pesetas, una cifra muy generosa para la época. En una entrevista posterior con Antonio Castro, Sáenz de Heredia aseguraba que trató de renunciar nada más saber que Franco era el autor del guion original, pero que no se lo permitieron. Él mismo revelaría el momento en que la cinta fue pasada en privado en el palacio de El Pardo, incluido el momento final, con un Franco emocionado y con los ojos humedecidos, que le habría felicitado: «Muy bien, Sáenz de Heredia, usted ha cumplido».
Lo cierto es que ‘Raza’ obtuvo un gran éxito. Tanto Sáenz de Heredia como los actores principales -Alfredo Mayo, Blanca de Silos, José Nieto y Ana Mariscal- fueron recibidos por la crítica y el público con elogios desmedidos. Al estreno del Teatro Calderón vallisoletano acudió, según Cerrillo, lo más granado de la sociedad del momento, incluidas, claro está, las altas jerarquías políticas, que nada más finalizar la cinta prorrumpieron en aplausos y vivas a España.
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