2 DE DICIEMBRE 2014 - 00:01
“Que escándalo, que escándalo… He descubierto que aquí se juega”, repetía el capitán francés Louis Renault interpretado por Claude Rains para justificar el cierre del Café de Rick (Humprey Bogart) en una memorable escena de Casablanca. Mientras todos los clientes salían apresuradamente del local, un camarero se le acerca y le entrega un sobre al pícaro capitán: “Sus ganancias, señor”. Un sublime ejercicio de doble moral que provoca risa pero que desgraciadamente tiene demasiadas réplicas en la historia real.
Esta semana, desde el Partido Popular español han emulado al capitán francés Renault cuando han calificado de “propio de dictador” el gesto de Raúl Castro de dejar plantado y no recibir al ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo, de visita oficial en la isla. Según parece, el miércoles los cerebros del partido que gobierna España descubrieron que los Castro no aceptan ni practican los métodos democráticos y que gobiernan Cuba con mano de hierro desde hace más de 55 años solo después de que se negara a recibir al canciller Margallo. Es decir, el lunes Raúl era un demócrata de toda la vida con el que el diálogo iba a ser pan comido y el miércoles era el peor de los dictadores. Lo que queda claro una vez más es que el compromiso del Gobierno de Mariano Rajoy con el tema cubano hace aguas de lunes a domingo. Las torpezas de Margallo son ya un clásico de la inexistencia de principios en materia de política exterior y la búsqueda de relaciones que ayuden a mover la maltrecha economía española a través de los movimientos y negocios de las empresas en el exterior.
Margallo inició su patético periplo caribeño vanagloriándose de sus gestiones ante el régimen de La Habana para liberar a Carromero y al periodista Sebastián Martínez Ferraté. Según él, una muestra de que es capaz de entenderse con los gerifaltes de la dictadura. En esa mezcla de inocencia y prepotencia se creyó que podía dar lecciones ante la flor y nata del castrismo de cómo hacer una transición a la democracia poniendo como ejemplo el caso español.
El resultado ha sido un portazo en las narices a este político de cuarta división que es José Manuel García Margallo, al que deberíamos adaptar el refranero español: “Quien con dictadores se acuesta…”. Realmente, no sé qué esperaba Margallo de Castro. Me avergüenza además que no hiciera el menor esfuerzo en reunirse con la oposición.
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