ALBERTO IGNACIO ARILLA
Día 02/10/2014 - 04.54h
En Lipetsk, a 500 kilómetros de Moscú, los alemanes dispusieron de una base en la que probar sus prototipos, entrenar a sus pilotos y ponerse al día en tácticas de combate
El pacto Molotov-Ribbentrop, que en agosto de 1939 permitió a Hitler la invasión de Polonia (seguida dos semanas más tarde por la entrada del Ejército Rojo en el país), asombró al mundo, ya que, considerados enemigos irreconciliables nazis y bolcheviques (según la terminología de la época), resultaba impensable un acuerdo entre los dos regímenes que detentaban el poder en Berlín y Moscú.
Alemania y la URSS parecían condenadas a no entenderse nunca… Y sin embargo, durante casi una década Stalin había estado facilitando, en secreto, la puesta a punto de la aviación alemana, el germen de la posterior Luftwaffe, que en 1941 destruiría la mayoría de los aparatos soviéticos al inicio de la operación Barbarroja. En efecto, en 1925, una delegación del ejército alemán y otra del Ejército Rojo llegaron a un acuerdo, refrendado por sus gobiernos, para que los futuros pilotos del Reich pudieran recibir entrenamiento en una base soviética especialmente acondicionada.
Dadas las fuertes restricciones que el Tratado de Versalles imponía a la República de Weimar para reclutar, organizar, dotar y entrenar un ejército, Alemania necesitaba un espacio en el que probar sus armas, entrenar a sus pilotos y poner a punto sus técnicas. Stalin, por su parte, buscaba un apoyo tecnológico para el desarrollo de su industria aeronáutica. El acuerdo daría satisfacción a ambas partes. Y aun los alemanes deberían pagar en concepto de alquiler unos dos millones de marcos cada año, lo que no venía nada mal a las depauperadas arcas de Moscú.
La base escogida se localizaba en Lipetsk, a unos 500 kilómetros de la capital soviética. Los alemanes denominaban en clave a esta base como Wivupal, y allí, en 1927, comenzaron a llegar los pilotos y otro personal técnico. Previamente lo habían hecho los aviones, que se enviaban desmontados por barco hasta Leningrado y desde esa ciudad, por ferrocarril, hasta la base en donde eran ensamblados y dispuestos para su utilización. En cursos que duraban unas veinte semanas, decenas de pilotos, observadores aéreos y mecánicos fueron formados en Lipetsk, para entonces dotada de varias pistas, acuartelamientos, hospital, talleres para probar motores, etc…
El primer comandante de la base sería el mayor Stahr, a quien en 1931 sustituyó el también mayor Müller. Con la llegada de Hitler al poder, las cláusulas impuestas por los aliados en Versalles fueron ignoradas una tras otra por el Reich. Alemania comenzaba su rearme de una manera abierta, retando al mundo. Ya no era necesario mantener la base secreta en la URSS, por lo que esta sería clausurada. El nuevo banco de pruebas de la ahora ya oficial Luftwaffe sería la Guerra de España, en donde pilotos soviéticos y alemanes, apoyando a bandos opuestos, se enfrentarían con fuego real.
No hay comentarios:
Publicar un comentario