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lunes, 2 de mayo de 2016

Calder, historiador norteamericano, dice intervención de 1916 fue un fracaso

Batalla de La Barranquita 1916
Jose Rafael Sosa





SANTO DOMINGO, República Dominicana.-
Cercana ya la fecha del  inicio de la primera intervención norteamericana en territorio centenario, el 20 de mayo, cobra un valor especial la evaluación histórica que hace un especialista norteamericano, el doctor Bruce J. Calder, que en su estudio El impacto de la intervención. República Dominicana durante la ocupación norteamericana 1916-1924, sostiene que la acción pesó mucho, en primer lugar a Estados Unidos, que debió pagar un alto costo económico y de vidas de sus militares, ganarse el descrédito internacional, incrementar el sentimiento anti-norteamericano en el Caribe y América Latina, por haber mancillado la soberanía de una nación que finalmente a punta de armas y la cultura levantada por sus sectores intelectuales de clase media, resistió  hasta lograr la salida del último marine, el 12  de julio de 1924.
El estudio del profesor Calder,  retirado de sus labores docentes y de investigación desde hace seis años, sorprendió a la comunidad historiográfica en 1984bribrig, cuando fue publicada, por la consistencia de su investigación, financiara por  la Fundación Fulbright-Hayes y la Fundación Nacional para las Humanidades, es un clásico de referencia sobre el tema.
El libro
El impacto de la intervención. La República Dominicana durante la ocupación norteamericana de 1916-1924,  es la segunda edición de este clásico de Calder, que ha reimpreso la Academia Dominicana de la Historia, con motivo del primer centenario de la acción militar y política que laceró la soberanía dominicana. Es impreso en Editora Búho, con cuidado especial de Bernardo Vega. Es un clásico que debe ser estudiado por representar una radiografía altamente documentada, redactada con rigurosidad científica y sin temor alguno a lastimar susceptibilidades nacionales norteamericanas.
Calder desmiente a quienes consideran que los historiadores norteamericanos justifican todo lo que proceda de Norte. Su trabajo es valiente y, sin tomar partido por ninguno de los dos países involucrados, expone las razones, condiciones y consecuencias que tuvo la intervención, comenzando con su primera víctima: los Estados Unidos y su segunda nación afectada, la República Dominicana.
El autor
Bruce J. Calder, estudió historia en la Universidad de Middletown, Connecticut e hizo un doctorad en la Universidad de Textas. Es especialista en historia de América Central y República Dominicana, además de ser estudioso de las políticas norteamericanas hacia América Latina. Fue profesor por 30 años en historia en Universidad de Illinois, Chicago. Se retiró como docente en 2010.
Calder sostiene que la ocupación militar tuvo dos víctimas: Estados Unidos que debió gastar millones de dólares de sus contribuyentes, además del costo en vidas de sus soldados caídos sobre  todo en las emboscadas de los guerrilleros patriotas (a los que los yanquis denominaron despectivamente “Gavilleros” y que se hicieron fuertes sobre todo en los pueblos del Este del país).
Adicionalmente, apunta, la resistencia de los intelectuales de clase media, con Fabio Fiallo a la cabeza (preso y deportado por las huestes norteamericanas), generaron una  actitud patriótica que levantó el nacionalismo frente a los intentos de imponer los hitos de la cultura norteamericana.
Resalta que la resistencia dominicana fue ejemplar en el marco del proceso intervencionista norteamericano, que es desarrollado entre 1823 ( iniciando con México) y 1930, y que perjudicó a Nicaragua, El Salvador y Hondura (1835); Puerto Rico (1898); Cuba y el obligado arrendamiento a perpetuidad de Guantánamo (1901); Panamá (1904 cuando se legitima en la Constitución que Estados Unidos puede intervenir cuando quiera y se crea en 1946 la tristemente célebre Escuela Militar de las Américas, centro de enseñanza de torturadores y dictadores latinoamericanos);  Haití (1915) y República Dominicana, 1916, para detener la relación en este punto.
Los aportes
La ocupación militar norteamericana, – sostiene Calder- implicó la construcción de obras de infraestructura (sobre todo vías de comunicación entre importantes ciudades, puertos  y otras, acometidos no solo para favorecer la vialidad de los dominicanos tanto como para facilitar el desplazamiento de sus tropas.
Otro aporte fue la creación de la Guardia Nacional, el mejor cuerpo militar disciplinado y equipado, para garantizar la hegemonía de los intereses norteamericanos  y a la que ingresa Rafael L. Trujillo para salir convertido en el oficial represivo y ambicioso que posteriormente llegó a la presidencia mediante la fuerza y el fraude-.
Los norteamericanos impusieron una legislación que favorecía sus intereses económicos en la industria y la agricultura. La ley de Registro deTierras, impulsado  por los norteamericanos, planteaba el país  como un productor de materias primas  para naciones industrialmente desarrollada.
Resistencia armada
La lucha armada de sectores populares contra las tropas norteamericanas, fue la espinita en el costado del poderoso ejército yanqui. Desde su llegada, en batallas como la de La Barranquita, se proclamó la voluntad nacional contra los interventores.
Particularmente esa resistencia se hizo fuerte en  el Este, donde las grupos guerrilleros (que incluían a mujeres) desarrollaron una guerra de guerrillas que desesperó  y provocó muertes, heridos  y daños materiales a todo lo que fuera norteamericano).
La fuerza de esa resistencia  criolla, aun cuando se pretendió minimizar por los medios de prensa al servicio de los norteamericanos, se impuso internacionalmente.
Culturalmente, dice Calder, Estados Unidos perdió la batalla al tratar de imponer su visión y valores culturales, como lo logró en otras naciones, como Puerto Rico, y tener una asimilación más o menos silente de la ocupación, como sucedió en Haití.

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