Tras adueñarse por 31 años de los bienes del Estado y disponer de la vida de lo mejor de la juventud, entre ellos los de “la Raza Inmortal de 1959 y las Hermanas Mirabal, entre otros tantos jóvenes, un total de siete patriotas dominicanos ajusticiaron al tirano Rafael Leonidas Trujillo Molina, la noche del 30 de Mayo de 1961.
En esa fecha los complotados y a quienes guardamos todavía una deuda de gratitud, fueron Salvador Estrella Sadhalá, Antonio Imbert Barreras, Roberto Pastoriza, Antonio de la Maza, Huáscar Tejeda, Amado Garcìa Guerrero, Pedro Livio Cedeño, Luis Manuel Cáceres y Luis Amiama Tió.
La mayoría de éstos y otros que desde la clandestinidad tuvieron un liderazgo para derrotar la tiranía, la familia Trujillo y los militares a su servicio, lograron apresarlos y después de exhibirlos en las calles como traicioneros a la Patria, los pasaron por la silla eléctrica y en medio de otras inhumanas y escalofriantes torturas, erguidos de orgullo patrio dijeron adiós a la tierra que los vio nacer.
Conociendo hoy en día el ensayo de “una nueva tiranía” que promueve sin ningún esfuerzo de ocultar el oficialista Partido de la Liberación Dominicana (PLD), hay que dimensionar y valorar hasta la saciedad, la valentía de aquellos hombres del 30 de Mayo de 1961, que con su sangre y la entrega sus vidas lograron abrir la puerta de la libertad del pueblo dominicano.
En medio de ese ensayo mostrado en las urnas y fuera de ellas el pasado domingo 15, recordamos la expresión del fundador de la República, Juan Pablo Duarte, cuando dijo una ocasión una frase que nos atañe a todos. Citamos: “Toda autoridad no constituida con arreglo a la Ley es ilegítima, y por tanto, no tiene derecho alguno a gobernar ni se está en la obligación de obedecerla”.
Sin miedo y sin temor invitamos al que le sirva el traje, que se lo ponga.
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