Los dominicanos siempre nos hemos sentido orgullosos de contar con la Universidad más antigua erigida por los españoles en el Nuevo Mundo, la Real y Pontificia Universidad Autónoma de Santo Domingo, fundada el 28 de octubre de 1538 mediante la Bula In Apostulatus Culmine del Papa Pablo III. La fundación de la UASD ocurrió doce años antes de que fueran fundadas las universidades de San Marcos de Lima y la de México. A pesar de ello, esas dos casas de altos estudios en ocasiones les han disputado a la UASD el honor de su primacía bajo el alegato de que merecían mayor rango que aquella. Las universidades no existen en un vacío social, ni en un mundo de abstracciones. El mundo que las rodea está llenó de fuerzas dinámicas que influyen directa o indirectamente sobre las tareas y operaciones de las casas de altos estudios y, en último extremo, determinan su importancia, alcance y viabilidad. Como es dado observar, nuestra tradición universitaria arranca desde los primeros tiempos de la colonización de América. La UASD siempre ha sido parte de la agitada vida política de la nación dominicana. ¡La UASD es más vieja que la República!
Mediante la firma del Tratado de Basilea de 1795, España le cedió a Francia la parte española de la Isla de Santo Domingo, lo que ocasionó el cese temporal de las operaciones de la Universidad fundada dos siglos y medio antes. Realizada la reconquista de la parte española de la isla, la Universidad de Santo Domingo abrió de nuevo sus puertas, esa vez bajo el rectorado del doctor José Núñez de Cáceres. En 1823, la UASD vuelve a cerrarse por obra de la dominación haitiana. Después de la fundación de la República, en febrero de 1844, el presidente Pedro Santana promulga la Ley que restablece la antigua Universidad pero la misma no llegó a ejecutarse. Dos hechos de importancia capital para el desarrollo de la educación tuvieron lugar en el año 1880: la creación de un Instituto Profesional, bajo el rectorado del Arzobispo Fernando Arturo de Meriño y la Escuela Normal fundada por el insigne patriota puertorriqueño Eugenio María de Hostos. Pero, no fue hasta noviembre de 1914 que, por Decreto del Presidente Ramón Báez, el Instituto Profesional quedó transformado y constituido en Universidad de Santo Domingo.
La Confederación de partidos políticos que postuló al general Rafael Leónidas Trujillo Molina como presidente de la República en las elecciones celebradas en mayo de 1930 adoptó para la realización de su campaña electoral un programa que, en lo relativo a la educación pública declaraba: “llevar a la Instrucción Pública en sus aspectos de Instrucción Primaria, al máximo desarrollo dentro de las condiciones económicas del Estado; establecer escuelas de Arte y Oficios; dar a la educación pública un sentido utilitario y nacionalista con miras a obtener que cada estudiante salga de las escuelas preparado convenientemente para ser un factor de producción, y, en consecuencia, un factor para afianzar la independencia nacional; dotar de un grado de autonomía la enseñanza universitaria, de tal modo, que los cargos del personal docente se provean por oposición; y dar al libro dominicano la más decidida y eficaz ayuda”. Casi un siglo ha pasado desde entonces sin que hayamos podido alcanzar todas esas metas.
Mediante la firma del Tratado de Basilea de 1795, España le cedió a Francia la parte española de la Isla de Santo Domingo, lo que ocasionó el cese temporal de las operaciones de la Universidad fundada dos siglos y medio antes. Realizada la reconquista de la parte española de la isla, la Universidad de Santo Domingo abrió de nuevo sus puertas, esa vez bajo el rectorado del doctor José Núñez de Cáceres. En 1823, la UASD vuelve a cerrarse por obra de la dominación haitiana. Después de la fundación de la República, en febrero de 1844, el presidente Pedro Santana promulga la Ley que restablece la antigua Universidad pero la misma no llegó a ejecutarse. Dos hechos de importancia capital para el desarrollo de la educación tuvieron lugar en el año 1880: la creación de un Instituto Profesional, bajo el rectorado del Arzobispo Fernando Arturo de Meriño y la Escuela Normal fundada por el insigne patriota puertorriqueño Eugenio María de Hostos. Pero, no fue hasta noviembre de 1914 que, por Decreto del Presidente Ramón Báez, el Instituto Profesional quedó transformado y constituido en Universidad de Santo Domingo.
La Confederación de partidos políticos que postuló al general Rafael Leónidas Trujillo Molina como presidente de la República en las elecciones celebradas en mayo de 1930 adoptó para la realización de su campaña electoral un programa que, en lo relativo a la educación pública declaraba: “llevar a la Instrucción Pública en sus aspectos de Instrucción Primaria, al máximo desarrollo dentro de las condiciones económicas del Estado; establecer escuelas de Arte y Oficios; dar a la educación pública un sentido utilitario y nacionalista con miras a obtener que cada estudiante salga de las escuelas preparado convenientemente para ser un factor de producción, y, en consecuencia, un factor para afianzar la independencia nacional; dotar de un grado de autonomía la enseñanza universitaria, de tal modo, que los cargos del personal docente se provean por oposición; y dar al libro dominicano la más decidida y eficaz ayuda”. Casi un siglo ha pasado desde entonces sin que hayamos podido alcanzar todas esas metas.
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