Ezequiel volvió al diario para comentar lo que vio y pedir la compañía del reportero Ángel Bogado para continuar su cobertura. El sol ya se había puesto. Antes de salir, su jefe le dijo que podía ir en un vehículo sin el logo del medio, pero él temió que algo imprevisto le ocurriera y pidió que lo llevaran en un móvil que sí estuviera identificado.
En la calle vio que había conductores que prendían sus luces de "stop" para señalar que eran parte de las "fuerzas amigas", quienes no lo hacían eran considerados enemigos.
Ezequiel desconocía estos detalles cuando se dirigía a la avenida Mariscal López. En la sede del Comando en Jefe notó a una fila de soldados con fusiles en mano y cuando llegó a la Armada se chocó con un primer obstáculo: un cañón los estaba apuntando.
En ese instante, en la casa de Ñata Legal, se desarrollaba el plan fallido de tomar a Stroessner desprevenido; el presidente obedeció un aviso y fue hasta el Batallón de Escolta Presidencial, donde pudo evidenciar que el rumor del golpe de Estado se hacía realidad.
Un encuentro de riesgo
Antes de que fueran las dos de la madrugada, Ezequiel supo que el presidente se rindió para dejar el Gobierno del Paraguay en manos del General Andrés Rodríguez.
Sin embargo, esa noche todavía le deparaban momentos inciertos. Al dirigirse al Palacio de Gobierno, a cuadras de la calle Palma, un policía lo reconoció y le pidió que no avanzara; en el ambiente se escuchaba el ruido de tiroteos y ráfagas de metralla.
Entonces se fijó en un grupo de personas alarmadas que salía corriendo de las inmediaciones del Palacio y el conductor detuvo definitivamente su vehículo al ver que un taxista que circulaba frente a ellos recibió un disparo que lo dejó muerto.
Ezequiel bajó del vehículo y caminó hasta la calle Chile, donde vio que una camioneta con más de 20 miembros de la Policía llegaba para reforzar la seguridad en la zona.
A metros del Cine Victoria se topó con varias personas heridas. Un miembro de la Armada oyó sus pasos y lo apuntó con intenciones de matarlo. Él estaba helado en la incertidumbre. Dijo: "Yo soy periodista", y quien lo apuntaba notó el logo del vehículo del diario estacionado en el lugar. Entonces lo dejó ir. Su previsión le salvó la vida.
Ezequiel volvió a la sede del Comando en Jefe y notó que no había luz y un tanque rodeaba el lugar. Luego de ver a una buena cantidad de soldados muertos por las calles y de esperar con premura que su compañero realizara las fotografías, regresó al diario al momento en que la madrugada del 3 de febrero veía el final de la dictadura.
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