Por Ceferino Reato 5 de febrero de 2017
Más allá de la sentencia de los jueces que condenaron a los jefes militares
en 1985, fue el propio general Jorge Rafael Videla quien
admitió un año antes de morir que hubo un plan sistemático para
capturar y "eliminar a un conjunto grande de personas que no podían ser
llevadas a la justicia ni tampoco fusiladas".
"No
había otra solución; (en la cúpula militar) estábamos de acuerdo en que era el
precio a pagar para ganar la guerra contra la subversión y necesitábamos que no
fuera evidente para que la sociedad no se diera cuenta", me dijo Videla en
una de las entrevistas que derivaron, junto con otros testimonios, en mi libro
"Disposición Final".
"Por
eso, para no provocar protestas dentro y fuera del país, sobre la marcha se
llegó a la decisión de que esa gente desapareciera. Cada desaparición puede ser
entendida ciertamente como el enmascaramiento, el disimulo, de una
muerte".
Incluso,
el nombre del libro alude a la manera cómo los jefes militares se referían al
método para eliminar a "las siete mil u ocho mil personas que
debían morir para ganar la guerra contra la subversión".
"Esa
frase 'Solución Final' nunca se usó. 'Disposición Final' fue una frase más
utilizada: son dos palabras muy militares y significan sacar de servicio una
cosa por inservible", señaló Videla.
En las
entrevistas, el ex dictador explica en detalle cómo era ese plan sistemático y
cómo fue que llegaron a la conclusión que tenían que hacer desaparecer los
cuerpos de esas miles de personas.
Incluso,
vincula ese plan con la orden que jura haber recibido en la reunión de gabinete
del 24 de septiembre de 1975, cuando él ya era el jefe del Ejército y el
senador Ítalo Luder se desempeñaba como presidente interino debido a la licencia
por enfermedad de la presidenta Isabel Perón.
“No
había otra solución, dijo Videla al admitir el plan sistemático de la cúpula
militar para eliminar personas
En esa
reunión de gabinete, a pedido de Luder y seis meses antes del golpe de Estado,
Videla expuso cuatro alternativas para luchar contra las guerrillas, donde
"la diferencia esencial consistía en la graduación que se establecía en la
centralización del comando y de la toma de decisiones".
Videla
asegura que Luder eligió la alternativa más dura contra las guerrillas, el
"Curso de Acción Número 4, que implicaba un despliegue amplio y simultáneo
de las Fuerzas Armadas, de Seguridad y policiales para
detectar la presencia de un enemigo mimético que se escondía en el ambiente y
aniquilarlo. Con un súmmun de libertad de acción para esas fuerzas desplegadas
en todo el territorio". Como contrapartida, "a lo sumo en un año y
medio el terrorismo estaría, cuanto menos, controlado".
María Estela Martínez de Perón (Getty Images)
Luder,
que también está muerto, siempre negó que esa decisión implicara una ruptura
del estado de derecho y un aval a las violaciones a los derechos humanos. La
sentencia contra los comandantes, en 1985, avaló su interpretación.
Al mes
siguiente, en octubre de 1975, el gobierno delegó por decreto en las Fuerzas
Armadas la lucha contra las guerrillas —en la práctica, sin el control de un
gobierno que, a esa altura, estaba muy debilitado— y el país fue dividido en
cinco zonas, cada una a cargo de un comandante.
En una
de las entrevistas que le hice, Videla sostuvo que, "siguiendo con
el cronograma que le habíamos prometido al presidente Luder, a fines de 1977 la
guerra estaba controlada; no derrotada, pero era cuestión de tiempo. Para
el Mundial (1978), la guerra estaba prácticamente terminada".
LEER
MÁS: Archivos
secretos de la dictadura revelan su alto conocimiento de los planes de
Montoneros
Videla
sostuvo que los militares llegaron al golpe de Estado del 24 de marzo de 1976
sin saber bien cómo eliminar a ese "conjunto grande de personas" que
era "irrecuperable". La mayoría de esas personas estaban siendo
capturadas o lo serían en los próximos meses.
Tanto
fue así que en los primeros meses de la Dictadura algunos jefes militares
organizaron fusilamientos durante traslados de presos y los disfrazaron como
intentos de fuga. Pero, pronto los desecharon porque despertaban lógicas
sospechas.
Agregó
que "la solución fue apareciendo de una manera espontánea, con los casos
de desaparecidos que se fueron dando. Casos espontáneos, pero que, repito, no
eran decididos por un joven oficial recién recibido; no, casos que eran
ordenados por un capitán que, a su vez, recibía la orden del jefe de la
brigada, que, a su vez, recibía la orden del comandante o jefe de Zona".
Y
señaló: "Era una figura (la del desaparecido) que venía del
gobierno peronista", en especial luego de aquellos decretos firmados en
octubre de 1975.
Algo
más sobre el carácter descentralizado en la ejecución del plan: "La
responsabilidad de cada caso recayó en el comandante de la zona", que
utilizó la forma que consideró más apropiada para capturar a los
"objetivos" y hacer desaparecer sus cuerpos.
La
secretaría de Derechos Humanos durante el kirchnerismo determinó que los
registros oficiales indican que hubo 6.348 desaparecidos
"A
mí los comandantes o jefes de zona no me pedían permiso para proceder; yo
consentía por omisión. A veces, me avisaban. Recuerdo el caso de una visita a
Córdoba y el general Luciano Menéndez me recibe con esta novedad: ´El hijo de
Escobar andaba en malas juntas y los liquidamos anoche´. Era el hijo de un
coronel que había sido compañero nuestro de promoción; entonces, yo ya sabía
que si Escobar venía, le tenía que decir: ´De ese tema no quiero hablar´".
La
primera edición de este libro fue publicada en 2012 y resultó muy criticada por
el kirchnerismo gobernante, las organizaciones de derechos humanos y los
periodistas y medios afines. A simple vista, esa reacción parece inexplicable
dado que Videla admitió la existencia de un plan sistemático en la
represión ilegal. Pero, hubo otros tramos reprobables desde el punto
de vista del kirchnerismo y los liderazgos de derechos humanos. Uno de ellos
fue cuando Videla sostuvo que "eran siete mil u ocho mil las personas que
debían morir".
Políticamente
interesados, los organismos de derechos humanos consideran que la cifra de
víctimas fue de 30 mil y de ahí no se mueven, por más que la propia secretaría
de Derechos Humanos haya determinado al final de la gestión anterior que los
registros oficiales indican que hubo 6.348 desaparecidos durante la dictadura.
Tampoco les gustó que Videla hablara sobre el respaldo
de la mayoría de los partidos políticos, incluido el Partido Comunista, y de
buena parte de la opinión pública a la dictadura que él encabezó durante cinco
de los siete años y medio que duró el llamado Proceso de Reorganización
Nacional.
Nunca
es triste la verdad, lo que no tiene es remedio (Serrat).
No hay comentarios:
Publicar un comentario