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sábado, 2 de abril de 2016

Las alas de Magaly

Las alas de Magaly
Por Jose del Castillo
Conocí a Magaly Pineda a mi retorno de Chile en marzo del 71, hace justo 45 años, cuando me integré como docente al Departamento de Sociología de la UASD. Un año después ocupaba la dirección de esa unidad académica, electo a unanimidad por mis colegas de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales. Sucedía a Dagoberto Tejeda, quien a su vez había reemplazado a Rolando Pérez Uribe, ambos egresados de universidades de Brasil, como también lo eran Walter Cordero y Giuseppe Rímoli, del cuerpo profesoral. El Departamento se había fundado como Escuela de Sociología en 1963, encabezada por mi primo Luis del Castillo Morales, determinante en mi selección de esa carrera en el 64, en lugar de la de Derecho. Que era la suya, la de mi padre Francisco –su preceptor- y la de mi tío Luis Conrado, padre de Luis Rafael y preceptor a la vez del mío. Mi abuelo Luis Temístocles del Castillo había ejercido como litigante en los tribunales y en calidad de diputado al Congreso. Lo mío así era designio sucesoral que trastoqué con dolor para mi madre y que sólo pude honrar décadas después a través de mis hijos.
Al llegar al país fui detenido en Las Américas y remitido al palacio de la PN para ser depurado, junto a varias cajas de libros académicos, como presunto emisario de Salvador Allende. Un disparate perifoneado por cotorrones oficiales vespertinos a través de Radio Televisión Dominicana y repudiado a unanimidad a nivel editorial por la prensa de la época –El Caribe, Listín Diario, El Nacional, La Información. Eran los tiempos duros de los 12 años y La Banda se enseñoreaba de las calles en un Santo Domingo que en las noches lucía como si operase un toque de queda. La UASD era entonces un oasis en medio de ese clima bochornoso.
En Sociología se dieron cita en los 70 muchos jóvenes talentos, altamente calificados y motivados por una mística renovadora. Magaly venía de la Universidad de Puerto Rico, donde se había vinculado a la Federación Universitaria Pro Independencia (FUPI). De Bélgica, egresados de la Universidad Católica de Lovaina, habían llegado Martha Olga García, Manuel Cocco, José Ricardo Roques y Rafael de la Rosa. De Francia, Max Puig, Amaury Justo Duarte, Víctor Livio Cedeño, Michel Bourdeau, Nabila Hamza, y más tarde Rubén Silié. De Italia, Vanna Ianni. De España, Ildefonso Güemez Naut y Clodoaldo Mateo Villanueva. Alemania, Mario Bonetti e Irma Nicasio. Estados Unidos, Eduardo Latorre, de Columbia, y Fernando Valdez, de Kansas. En Chile Isis Duarte y Rafael “Cholo” Brenes habían cursado postgrado en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, una en Sociología y otro en Ciencias Políticas. Igual Ramón Estévez en la UNAM de México.
Otra generación mayor completaba la formidable matrícula docente de Sociología. Encabezando del Castillo Morales –autor de un emblemático libro de texto de Introducción a la Sociología en 2 volúmenes-, Juan Isidro Jimenes Grullón, altamente respetado por su sapiencia erudita, claridad pedagógica y productividad intelectual. Verdaderas instituciones maestros de varias camadas, Hugo Tolentino Dipp, Francisco Henríquez Vásquez, Dato Pagán, Tirso Mejía Ricart, Luis Gómez, Andrés Avelino, Miguel Mendoza Rijo, Rafael Deláncer, Bolívar Batista del Villar, la antropóloga norteamericana de Columbia June Rosenberg y Héctor Cabral Ortega, quien impartía Sociología de la Educación. Antes, la carrera se había beneficiado de la presencia de los belgas André y Andrea Corten, y Jacques Zylberberg, el alemán Wolf Grabendorff, el argentino Carlos Di Núbila, el holandés Harry Hoetink, entre otros.
Entre los egresados de la propia Escuela de Sociología que impartían docencia, figuraban Franklin Franco, Rafael Villalba, Miriam Díaz, Giovanni Brito, Magda Acosta y Miguel Cocco. Sociólogos recién salidos de esta potente matriz que destacarían con luces propias, José Alcántara Almánzar –mi antiguo brillante compañero de pupitre en el Colegio Don Bosco-, Otto Fernández, Wilfredo Lozano, Franc Báez Evertsz, Ramonina Brea del Castillo, Francis Pou, Laura Faxas, Marisela Duval, Josefina Arvelo, Cándido Mercedes, Rafael Calderón, René Jáquez, Gustavo Montalvo, junto a muchos más.
En ese contexto, le correspondió a Magaly Pineda desempeñar una de las tareas más difíciles y absorbentes en el organigrama del Departamento de Sociología: la coordinación de la cátedra Introducción a las Ciencias Sociales, que administraba más de 100 secciones que se suplían al Colegio Universitario, eficientemente dirigido por el incansable Emilio Cordero Michel, asistido por los efectivos José Antinoe Fiallo y Franklin Almeyda. Así, devino Magaly en la práctica en una suerte de codirectora del Departamento, al realizar tareas sumamente agobiantes que revelaron su gran capacidad ejecutiva, un don especial para armonizar disputas entre docentes y estudiantes, al tiempo de cumplir con las exigencias puntuales de Emilio, famoso por sus sistemáticos memos y circulares.
Durante esa gestión, ante la ausencia de un texto que sirviera de apoyo a la docencia, realizamos un esfuerzo compilatorio de capítulos seleccionados de manuales ya publicados, cuyo resultado fue un volumen editado en Taller para los estudiantes del Colegio. Un ejercicio similar, en el cual Magaly colaboró con entusiasmo, fue la publicación de la serie Cuadernos Universitarios, orientada a divulgar material fresco de alta calidad académica sobre tópicos centrales de las ciencias sociales, en auxilio al trabajo docente. Dada la estrechez de recursos con que funcionaba la UASD, recurrimos a fórmulas alternativas para sufragar estas iniciativas como una fiesta en el Club Universitario de Güibia, para la cual el talento promotor de Cholo Brenes resultó clave. Adicionalmente, un grupo de profesores aportó para un fondo que se retroalimentaba con la venta a precio módico de las publicaciones.
Gracias a Magaly entré en estrecha relación con un grupo de mujeres luchadoras, cuyos compañeros habían sido aniquilados por la represión o se hallaban encarcelados. Frecuentemente acosadas por los servicios de seguridad. Así conocí a seres humanos extraordinarios como Carmen Mazara –la joven valiente y hermosa viuda de Maximiliano Gómez-, en cuyo hogar preparé un asado de anticuchos una memorable noche con las brisas del mar Caribe refrescándonos el rostro. Allí se encontraban Gladys Gutiérrez viuda Segarra, Myrna Santos –mi antigua compañera de curso en el 4to de bachillerato en el Liceo Rodríguez Objío, ya entonces novia de Amín Abel Hasbún, asesinado en su propia morada-, Olga Cedeño, Marino Mendoza, Wifredo Alemany, Purita Sánchez y Magaly. Estas damas, al igual que mi antigua compañera de infancia de San Carlos, Elsa Peña, y Margarita Franco -viudas de Homero Hernández y Rubirosa Fermín, respectivamente-, concitaron mi solidaridad.
Por Magaly conocí a Fafa Taveras. No ya como la figura legendaria del 14 de Junio en la Guerra del 65, sino como un ser humano especial, talentoso y cariñoso. Fue en La Victoria, cuando le visité cumpliendo mandato de mi facultad junto al decano Rubén Torres, comisionados a llevar apoyo a Radhamés Abreu y Juan López, dirigentes estudiantiles encarcelados. Allí conocí a Moisés Blanco Genao, Cocuyo Báez, Onelio Espaillat y Edgar Erickson, parte del grupo dirigente del MPD en prisión.
Junto a Purita Sánchez y Meche Hernández Caamaño, dos consagradas educadoras, emprendió Magaly a mediados de los 70 el proyecto Escuela Nueva, en la Arístides Fiallo Cabral. Una iniciativa pedagógica innovadora a la que di respaldo enviando en 1976 a mi hijo José Manuel, con algo más de un año. Retengo la escena del primer día en que fui a buscarlo al mediodía. Una sonriente Magaly me recibía y me conducía al aula. Para sorpresa, el muchacho duplicaba en tamaño y fortaleza a sus compañeritos. Fue así que Magaly me espetó: “José, por eso le dicen el Súper Baby, pero no te vayas a poner bravo.” Al contrario, nos reímos de buena gana.
Al iniciar los 80, ese ser dinámico, entusiasta y solidario que fue Magaly dio un paso decisivo en su vida. Junto a un grupo de compañeras, creó el Centro de Investigación y Acción Femenina (CIPAF), su obra mayor. Emprendió un nuevo vuelo de trascendencia nacional e internacional. Con énfasis en la investigación de género, en el trabajo de educación y movilización de la mujer, este centro fue nucleando a estudiosas y activistas que abrieron rutas en la formulación de una sólida agenda feminista en el país, enraizada en nuestra problemática social y ligada a la dinámica internacional sobre la materia. CIPAF fue pionera en una encuesta destinada a diagnosticar la situación de la mujer rural en 1983, coordinada por Francis Pou, cuyo informe se llevó a la Conferencia Mundial sobre la Mujer de Nairobi en 1985. Asimismo, realizó estudios sobre la mujer y la familia urbana, compilados por Gisela Quintero en 1993.
Como parte de un enfoque comparativo sobre el Caribe, se desarrolló una investigación acerca de las trabajadoras de zona franca, dirigido por la antropóloga Helen Safa de la Universidad de La Florida. Igual colaboró CIPAF con Elsa M. Chaney, matriarca de los estudios de género, documentando la realidad del servicio doméstico en el país. Ambas amigas mutuas fallecidas en el 2013 y en el 2000. Otra fructífera relación compartida ha sido la de la socióloga puertorriqueña Marcia Rivera.
Margarita Cordero, Sagrada Bujosa, Clara Báez, Amparo Arango, Ángela Hernández, Sergia Galván, junto a otras consagradas feministas dominicanas, contribuyeron con Magaly a levantar una agenda pública fundamental sobre los derechos de la mujer. Ganando en 35 años espacios tangibles en materias como violencia doméstica, cuota electoral femenina, derechos reproductivos, acoso laboral. Gestando mayor conciencia sobre la igualdad de géneros. Removiendo viejos prejuicios patriarcales que frenan el desarrollo pleno de la mujer.
Fafa despidió el bello acto funerario aludiendo a las alas de Magaly. Que hoy se despliegan con fuerza de águila surcando los cielos de la Patria.
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