Editorial de 26 de enero de 2015 - 12:03 am -
Y ojalá que se deje a un lado el trujillismo emotivo con la figura de este hombre excelso y limpio, sin manchas ni tachas, que murió pobre y olvidado en Venezuela. Este es el tiempo de rescatar a Duarte de las garras ofensivas en que ha caído su figura.
La figura de Duarte es venerable y tiene que ser conocida por todos los dominicanos y dominicanas. La obra del patricio tiene que ser difundida y conocida, en especial por los estudiantes y futuros ciudadanos con plenos derechos a construir una nación parecida a la que soñó Juan Pablo Duarte.
Lamentablemente los políticos dominicanos, y en particular los gobernantes, han hecho poco por la divulgación de la obra de Duarte. El Padre de la Patria es solo un objeto que se lleva y se trae cuando las circunstancias lo requieren.
Con motivo del bicentenario del nacimiento de Duarte, en 2013, fue declarado como el año de las pompas a Duarte, y para tal fin se creó mediante decreto una comisión que se encargaría de los actos oficiales y de las actividades durante 12 meses de exaltación de la obra de Duarte. Lamentablemente nada se hizo, pese a que en el 2012 mediante el decreto 285 se creó la Comisión Nacional para la celebración del Bicentenario de Duarte. El gobierno dispuso de recursos, y los actos que se propusieron y realizaron quedaron absolutamente apagados, no hubo divulgación, debates, discusión. Las universidades realizaron colectivamente una declaración de la entrega póstuma de un doctorado Honoris Causa al patricio.
Varios historiadores, como Orlando Inoa, han escrito sobre la marginación de Duarte en el pasado y en la actualidad. Duarte sigue siendo una excusa, si analizamos la forma en que se han celebrado los centenarios de los héroes y patricios de países de América Latina y el Caribe, con la excepción del padre de la Patria Dominicana.
Ni siquiera libros de importancia se publicaron, con la única excepción del texto Los Espejos de Duarte, del sacerdote Pablo Mella. Una de las mejores biografías de Duarte, escrita por Orlando Inoa, es un libro agotado y de escasa divulgación, precisamente porque pone al descubierto las injusticias políticas cometidas contra Juan Pablo Duarte.
Ahora vemos al presidente del Instituto Duartiano, José Joaquín Pérez Saviñón, acompañado de políticos de dudosa reputación y de escasísimo significado anunciando acciones para salvar la patria y la soberanía nacional. Un acto y una representación poco digna del Padre de la Patria, que sigue siendo a estos fines un objeto de uso y cambio, que desluce y quita el brillo a la figura que se pretende enaltecer.
En este 202 aniversario del nacimiento de Juan Pablo Duarte, recordemos la memoria progresista, revolucionario, solidaria, defensora de los derechos humanos, de la dignidad política, del creador fundamental de la República Dominicana. Y ojalá que se deje a un lado el trujillismo emotivo con la figura de este hombre excelso y limpio, sin manchas ni tachas, que murió pobre y olvidado en Venezuela. Este es el tiempo de rescatar a Duarte de las garras ofensivas en que ha caído su figura.
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