Tras más de 50 años de hostilidades, el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba constituye uno de los grandes acontecimientos de 2014. Y no es para menos, pues ambos países polarizaron al bien y el mal en una batalla caracterizada por la heroica resistencia de la isla caribeña en defensa de su sistema político y las incesantes maniobras en su contra de los sucesivos regímenes de la nación más poderosa del planeta. Al final, terminaron por imponerse el orgullo y la dignidad, dos de los valores enarbolados a todo lo largo del proceso por los líderes de la revolución socialista.
Cualesquiera sean las circunstancias, la caída del muro del Caribe ha sido el último gran triunfo de la revolución cubana. Los dirigentes del proceso, encabezados por Fidel Castro, una de las figuras más emblemáticas de la historia contemporánea, jamás dieron su brazo a torcer. Fue el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, quien tiró la toalla al reconocer que el embargo ha sido un fracaso. Por supuesto que tampoco por amor al arte, porque decisiones de esa envergadura no se toman al azar ni para que nadie piense que con la apertura Cuba recoge la ganancia que había sobre la mesa. Se trató de una salida muy bien calculada, como el golpe de efecto que representó aquel viaje de Nixon a Pekín en plena guerra fría. Claro, si Washington tiene su carta bajo la manga, es obvio que también los cubanos.
Desde jovencitos, Fidel y Raúl, a quienes se ha tratado de estigmatizar como los Castro, se entregaron, jugándose la vida en múltiples ocasiones, a la causa que han defendido. Crecieron con todas las comodidades y estudiaron en los mejores colegios, porque pertenecían a la oligarquía, pero se desprendieron de toda la riqueza (que no era poca) para impulsar esa revolución que han dirigido. La expedición del Granma, el asalto al cuartel Moncada y sierra Maestra son eslabones de esa larga historia tejida al menos por uno de ellos en aras de la justicia social. Lo menos que podían reivindicar era la dignidad del proceso, con todo y que en estos tiempos el modelo político se haya convertido en un anacronismo.
Con sus índices en desarrollo humano, la supresión del bloqueo económico puede suponer para los cubanos su conversión en ciudadanos globales, que es una de sus muchas necesidades. Lo que pasará en lo adelante está por verse. La realidad es que Cuba ha dado un gran ejemplo de dignidad con la defensa, no sin alguna flexibilidad propia del marco y de los nuevos esquemas internacionales, de las ideas y principios de la revolución. Aunque la bendición del papa Juan Pablo II, en su momento, y ahora de Francisco fueran determinantes en la nueva etapa que se inicia, repleta de expectativas.
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