Venezuela, 'matrix' fracasada

FRANCISCO ALMAGRO DOMÍNGUEZ | 

La mentira y el engaño son partes indisolubles de los sistemas totalitarios. No podrían sobrevivir sin ellos. A tal punto es así, que lo primero que deben hacer —siguiendo el Manual del perfecto dictador— es silenciar los medios alternativos de comunicación. Amordazados todos, y establecida una pared virtual entre el ciudadano y lo que sucede a pocos metros de él, el bombardeo de información por un solo canal al estilo de Matrix, hace que las personas vivan en un universo irreal, construido, y sus pensamientos, emociones y conductas pueden ser fácilmente manipuladas.

Por tal razón, el primer rompimiento con las revoluciones devenidas dictaduras no es ideológico sino emocional. Al descubrir el adulterio de a quién se han entregado virginalmente —eso y no otra cosa es hacer revolución—, sienten que la traición a través de la mentira ha sido doble: al pasado y al futuro. Al pasado pues el engañado no puede fijar con certeza cuando empezó a serlo; al futuro, porque salvo quienes tienen alma carneril, ovina, jamás volverán al redil del engañador.

Lo que sucede en Venezuela quedará para las futuras generaciones como un paradigma de cómo se puede mentir con la mayor desfachatez. Hubo celulares y cámaras de video por todas partes, recogiendo la pálida asistencia a los centros de votación para la Constituyente madurista y la represión desmedida contra los manifestantes. La televisión oficialista, en cambio, mostró funcionarios y militares hablando de votación masiva y de un país en paz y alegría. El mundo entero los observa y compara. Pero el poder absoluto es miope: insiste en el engaño, lo cual lo hace aún más repulsivo.

Cuando cualquier cubano sencillo puede mirarse en la mala copia madurista, se pregunta: Bueno, ¿y a mí, cuantas "guayabas" me habrán metido en Cuba? Si los periódicos y la televisión cubana dan una imagen falsa de lo que sucede en Venezuela, fácilmente contrastable hoy por internet y los teléfonos celulares, ¿de qué embuste no fueron capaces en la Isla cuando tenían el monopolio de toda la información?

Mi generación, que nació poco antes o inmediatamente después dela Revolución de 1959, cuestionará toda la vida si tenía sentido tirarle flores a Camilo en las costas cubanas dada la versión oficial de su desaparición; o en los matutinos querer ser como el Che, sabiendo que todas sus incursiones guerrilleras fueron un rotundo fracaso y habló de convertir a los hombres en una fría y eficaz máquina de matar; o creer, ahora que los conocemos en La Florida, que las "escorias" del Mariel son miles de exitosos y buenos ciudadanos cubanoamericanos.

Esas preguntas al pasado, nos llevan a cuestionarnos el futuro. ¿Cuánto de verdad hay en los "Lineamientos"? ¿o son, al decir en buen cubano, una "línea" para seguir viviendo como Carmelina? Como ya escribió un colega en estas páginas, ¿son solo "línea" y "miento"? ¿Alguien puede creer, a la altura del siglo XXI, que un llamado parlamento democrático vota unánime todo el tiempo? ¿Que el turismo, pobre y poco en comparación con otros países, será el motor que va a reflotar la sumergida economía cubana? ¿De verdad piensan que quienes tienen suficiente información van a creerse el cuento del socialismo próspero y sustentable con una economía rígidamente planificada y despóticamente organizada? ¿Los yanquis están "locos" por invertir en un país al que tendrán que traer hasta el agua para sus ejecutivos, sin respaldos financieros y legales internacionales?  

A los "bolivarianos" no les alcanzó el tiempo para mentir y engañar a todo el pueblo. Por eso la Constituyente es un paso suicida. Muchos analistas siguen sin entender. Puede que los operadores cubanos hayan decidido que es la forma más aséptica de quitarse a Maduro y compañía de encima; trabajar para un Gobierno de transición con el cual se pacten nuevos acuerdos comerciales, ayuda médica y deportiva incluidas. A estas alturas en el Palacio de la Revolución ya deben saber que escoger a Maduro fue un error: no es el ejecutor de Matrix que buscaban; este no tiene el poder de la ubicuidad pues al desplazarse por las calles recibe mangazos y tomatazos; no hay varios Maduros a la vez, de traje pulcro y hablar pausado, sino uno solo, torpe, gritón, obeso, mal vestido.      

Cualquiera que sea el resultado final de esta ya cuasi guerra civil, el daño mayor ha sido para la verdad. La verdad es la primera y más importante víctima de un gobierno totalitario, dictatorial. Como canta Franco de Vita en una canción, a ver si después de esto queda algo en que creer. Porque la oposición también ha sufrido en su credibilidad, en parte gracias a la labor de la inteligencia bolivariana y sus asesores antillanos. Así, el primer reto que tendrá un futuro Gobierno venezolano será ser mujeres y hombres auténticos, reales, y abandonar así el mundo virtual al que los dictadores suelen relegar a sus pueblos.      

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