¿Con cuántos millones de pesos podría funcionar el Senado de la República? ¿Cuál sería un presupuesto sensato para sus funciones, prudente para su rendimiento? ¿Cuántos senadores hacen realmente falta en un país de nuestro tamaño, características y demografía?
¿Cómo podríamos plantear una reducción del cuerpo legislativo si son ellos mismos, los legisladores, quienes en última instancia aprobarían un adelgazamiento de sus estructuras? ¿Qué pasaría si el Congreso -ambas cámaras- se sometiera a una auditoría de la nómina como la que ha hecho el Ministerio de Educación?
¿Cuánto dinero ahorraría el país si los legisladores se dedicaran exclusivamente a legislar y no a cubrir funciones asistencialistas propias de otras dependencias? ¿Cómo lograremos que los partidos presenten en las elecciones listas de candidatos al Congreso con vocación real de legislar y no de “resolver los problemas de su gente” a título personal?
¿Cómo medimos la calidad del trabajo del Senado? ¿Por el número de leyes, por su calidad, por su efectividad real? ¿Cuánto nos cuesta un Congreso que tramita lo que le indica el Poder Ejecutivo, al que se supone debe controlar? ¿No son muchos millones de pesos dos mil quinientos millones para un país que se endeuda con tanta energía?
¿Quién, cómo, supervisa su trabajo? ¿Por qué aceptamos que congelen proyectos como la Ley de Partidos por años porque sus jefes no han llegado a un acuerdo? ¿Cuántos legisladores llegan a su puesto convencidos de que su trabajo es donar una ambulancia (con su foto) o canastillas mientras hacen negocios?
¿Con cuántos millones menos podría el Senado hacer el mismo trabajo que hace ahora?
IAizpun@diariolibre.com
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