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domingo, 20 de agosto de 2017

Bosch-Balaguer: dos literatos de sangre política

Néstor Medrano
nestor.medrano@listindiario.com
Hay quienes han hecho un paralelismo entre Juan Bosch y Joaquín Balaguer: ambos paladearon las vicisitudes y los resabios de coyunturas políticas fundamentales, pero mientras Balaguer Ricardo consagró su vida al lado del dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina, ocupando posiciones cimeras en su régimen, Bosch huyó de esa participación, percibiendo temprano que el gobierno se perfilaba como una maquinaria de fuerza represiva, que cercenaría las libertades comunes. 
Sin embargo, y obviando aquí esas acotaciones, que incluyen las imputaciones de que Balaguer fue el heredero del trujillismo y de las fuerzas conservadoras formadas al amparo de Trujillo, éste jugó su rol político, desde una acera quizás opuesta a Bosch, lo que deberá tener su explicación en el devenir histórico de ambos. 
Muchos odiaron a Balaguer por los excesos y tropelías cometidas durante su régimen de 12 años, cuando la democracia se tambaleaba y los crímenes políticos no tenían control.
Hay que decir que Joaquín Balaguer fue un ensayista y poeta de corte clasicista, que escribió e hizo una literatura con tinte anacrónico y centrado en una extemporánea tradición clásica española.
Cada uno de sus libros, desde Psalmos paganos hasta Yo y mis condiscípulos, atravesó esa línea de referencia estilística, con fórmulas retóricas, de un corte elitista.  Incluso, cultivó el soneto. Balaguer idealizó, como romántico de aliento tardío al patricio Juan Pablo Duarte en un libro conmovedor titulado El Cristo de la Libertad, documento literario que presenta al fundador de nuestra República como un ser inmaculado. Esa inspiración romántica del autor de El Cristo de la Libertad podía codificarse en una intención legítima por mostrar las virtudes y las cualidades morales del patricio dominicano y que sin embargo, se ha criticado en el transcurso de los años debido a la innegable condición humana. El Joaquín Balaguer escritor resaltó por libros a veces controversiales como La Isla al revés, análisis personal de la profundidad de la problemática haitiana con relación a República Dominicana.   Se esforzaba en sus pretensiones hispanistas, mientras  Juan Bosch se alimentaba de fuentes antillanas como Eugenio María de Hostos y motorizaba una literatura germinal sobre las esencias del hombre del campo, sus preocupaciones, la vida bajo el asedio, etc.
 Balaguer estuvo desconectado de las corrientes literarias modernas, desdeñaba de la poesía que desbordaba los horizontes de la rima, la medida y los ángulos cerrados de esa preceptiva que más que acercar al nuevo lector, lo distanciaba de esas fórmulas ya distantes de nuestra realidad. Lo que sucedió fue la aproximación y la circunstancia de cada uno de ellos con el exterior. Joaquín Balaguer viajó a varios países de Europa, entre ellos Francia y España para dotarse de mayores conocimientos sobre su área profesional, en tanto Bosch se curtía en el exilio, Balaguer lo hizo con los auspicios del gobierno de Trujillo. La amplitud visual en la panorámica de Bosch fue superior a la de Balaguer en el ámbito
estrictamente literario.

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El autor de Cuentos Escritos en el Exilio abrevó de las corrientes del pensamiento y de la narrativa más adelantada de su tiempo y del mismo modo, pudo convertirse en un teórico de un género tan exigente como el cuento.
 La circunstancia, la coyuntura y la adhesión de Joaquín Balaguer a Trujillo, lo apartaron del camino de la literatura universal y posteriormente frenaron sus posibilidades de trascender a nivel internacional. Si Bosch fue abstraído por la política, que impidió una mayor universalización o crecimiento de su obra, en cuanto al favor del lector hispanoamericano, Balaguer significó una realidad diferente, quizás por sus largos ciclos de vida domeñando el poder.
 La obra, los personajes de Bosch le sobreviven  por su logrado énfasis en la caracterización. Ocurre como ocurrió con Miguel de Cervantes- necesariamente salvando escenarios y períodos circunstanciales específicos,- con el Quijote-, cuya imagen ha sobrevivido y muchas veces superado al autor por su bien acabada construcción y caracterización. Hay personajes como el Ingenioso Hidalgo, que sobreviven a la posteridad. Sólo en un libro como Cuentos Escritos en el Exilio, en cuyas páginas encontramos la huella huidiza y marcada de Encarnación Mendoza, podemos decir lo mismo de Bosch. Juan Bosch contó con un espíritu literario callado, sin los tumultos bulliciosos del ego, porque para él la Literatura era un medio no un fin. Un medio para expresar las enormes diferencias entre los jodidos, los seres humanos del campo, los pobres, su pobreza y sus deseos de redención social.  La Literatura de Joaquín Balaguer, en cambio,  está cimentada en los valores de la preceptiva clásica y romántica, que en muchas ocasiones desconectan del vínculo de su entorno social.
Hay inquietudes que lo despiertan como el destino dominicano expresado en libros como La Isla al revés, aspectos históricos relevantes y elevados niveles de la leyenda y la narración de embellecimiento moral del patricio Juan Pablo Duarte en el Cristo de la Libertad y una profunda preocupación por enaltecer juicios y valores pro-trujillistas, como ocurre en Memorias de un Cortesano de la era de Trujillo. Y, en ese aspecto Balaguer solo transcribió las apreciaciones de su espíritu agradecido por los dones físicos y materiales, otorgados primero por Rafael Trujillo y luego, fortalecidos en la vida pública, por sus remanentes.
 En Balaguer y Bosch patentizaron los hechos del entorno y de la circunstancialidad de sus intenciones y deseos. ¿Era Balaguer un político literato como lo era Bosch? Por supuesto.  Nadie puede despejar del autor de Tebaida Lírica y la Venda Transparente, esa dualidad , sin embargo, las circunstancias, los temas y el interés diametralmente opuestos, los desvincula a ambos en lo que a su realidad literaria per se, se  refiere.  A Joaquín Balaguer se le consideró un gran orador, que hacía galas de una cultura enciclopédica admirable.  Pero, para nadie es un secreto que los trucos de la memoria se basan en la canalización del cúmulo de lecturas de toda una vida. Bosch no tenía esa floritura clásica en el verbo y más bien le interesaba desarticular el lenguaje a su mínima expresión, para que las masas del pueblo entendieran su mensaje. Para el autor de Cuento de Navidad la oratoria no era un mecanismo literario utilizado al mejor método de la antigua Grecia o de la Roma del imperio, significaba un simple medio de expresión y más que eso, de acercamiento a esas masas. En las literaturas de ambos hay diferencias estructurales de fondo, forma y estilos narrativos. Narrativos si tomamos en cuenta que obras como El Cristo de la Libertad y Los Carpinteros atraviesan ese camino sin vencer la crudeza y el ámbito del propio trayecto argumental o histórico.  La percepción  de la población sobre ambos autores, existe y es medida por distintas varas de apreciación sin perder en cuenta el interés político y el hábito de confiarlos a los dos como dos representantes de un sistema en el cual eran percibidos como seres antagónicos.
Lo que siempre se ha criticado es que Bosch dejó de hacer literatura para dedicarse por entero a la razón política de su existencia, cuando todavía podía ofrecer más de su talento y de su puño y letra. Balaguer continuó escribiendo en la más adentrada ancianidad y con la traba de la ceguera que jamás fue una limitación para él, que a la manera de Jorge Luis Borges y guardando las diferencias, continuó produciendo textos como La Venda Transparente, Yo y mis condiscípulos y alguna vez se habló de que había una obra inédita, de la cual sólo se han escuchado rumores. Juan  Bosch dejó un legado de escritos, entre textos políticos, literarios y ensayísticos que la posteridad deberá evaluar para colocarlo en su justa dimensión. Los seguidores de la obra de Balaguer siempre han admirado la devoción de culto hispánico de su quehacer, el respeto a las formas clásicas de la retórica y la carencia del sentido llano y casi coloquial que resalta en la obra de Bosch. De todas maneras el problema es uno e indivisible: ¿Valdrá la pena cualquier esfuerzo por rescatar la obra de Juan Emilio Bosch Gaviño e impulsarla para el conocimiento y proyección en las nuevas generaciones, sin que sea visto como un aprovechamiento interesado del poder en beneficio de un líder político que a la hora de escribirse estas reflexiones fue fundador del partido que hoy detenta el poder y posee mayoría en el Congreso Nacional? ¿Puede ocurrir lo mismo con Joaquín Balaguer? La obra de Balaguer también debe preservarse y difundirse en las nuevas generaciones. La coyuntura está pendiente de aprovechamiento. Los esfuerzos no pueden ceder ante las especulaciones negativas.
    Bosch deberá ser tributado. Como deben serlo Balaguer,  Pedro Henríquez Ureña, Pedro Mir, Manuel del Cabral, Manuel Rueda, Franklin Mieses  Burgos, René del Risco Bermúdez y otros.
Si bien Joaquín Balaguer puede ser y es, asimilado como un escritor de vastísima cultura clásica, formado al calor de las lecturas de la España Clasicista, con autores modelo como Góngora, Manrique, Homero y los más representativos de la Historia Literaria y forjado, del mismo modo, con la más estricta adherencia a los patrones de la preceptiva poética, en su más cerrada acepción, estos mismos criterios lo distanciaron de un público más amplio.
¿Cuáles son las diferencias que la percepción pura y simple desentrañada de Bosch y Balaguer? Definitivamente, no podemos descontar el elemento político como peso y contrapeso de esta cuestión. Es decir, hay una valoración subconsciente  del público, que está sujeta a los lineamientos de la misma percepción pública que, durante sus vidas la población antepuso como prejuicio de esas valoraciones.
 Balaguer vivió y fue parte de la dictadura de Trujillo, al mismo tiempo encabezó un lapso con tres periodos de Gobierno, los llamados 12 años, que resaltaron por las presiones políticas, las persecuciones y las muertes, muchas de ellas atribuidas al Estado, como el asesinato de Orlando Martínez.
     Bosch fue un instrumento intelectual e ideológico de la lucha antitrujillista, que se vinculó con el exilio y fue capaz de estudiar y fomentar las estrategias para coadyuvar en el derrocamiento del dictador dominicano. Estas apreciaciones estuvieron en el subconsciente de los dominicanos, que, quizá sin proponérselo, visualizaron a cada uno de esos autores desde la perspectiva del antagónico bueno y malo.
 Lo que sí es de resaltar es la poca humildad de la que adolecía Balaguer en sus años juveniles, cuando inició su andar literario. Un ejemplo de esto se consigna a partir de la publicación de su poemario Tebaida Lírica.
  El periódico La Información de Santiago del jueves 5 de mayo de 1927, en su página 6, expone sobre el joven vate, que se trata “de un poeta de mucho porvenir, pero que se encuentra actualmente en los inicios de su carrera. Le aconseja que no se deje deslumbrar u ofuscar por el rumor de fáciles aplausos, de esos aplausos que se producen en la prensa periódica y que en lugar de servir de eficaz estímulo a los principiantes, conducen tan solo a desviarse del estudio, creyendo ya serlo todo y por ese camino no llegar nunca al éxito cumplido y justiciero. Balaguer, al parecer, responde a este consejo, en un comentario que hace en su libro, que lo muestra entonces de cuerpo entero:
“Abro este paréntesis para llenarlo de odio y de gratitud. Odio a los que en plazas y corrillos me combatieron acremente; odio a los poetas afeminados que envidian la virilidad de mi arte; odio al que escondió en el bouquet de rosas de un elogio, una mal disimulada flor de envidia...Mi Tebaida Lírica molestará a muchos (yo gozo molestando) y algunos borricos rebuznarán (Yo gozo oyendo rebuznar).
 Ese tipo de juicios, quizás impulsados por los bríos de la juventud misma que a veces se torna soberbia, en términos literarios nunca fue proferido por el autor de Dos pesos de agua.
 Bosch tenía otro tipo de visión, siempre crítico o de reconocimiento a sus propios talentos, sin dejar entrever ironías o bailoteos con la superioridad creativa, así lo expresa en la revista Camino Real, Año 4 del 2009,  que recoge una entrevista con el promotor cultural Freddy Ginebra, titulada “Un hombre llamado Juan Bosch,  que cita:
“En lo que se refiere a satisfacciones, todo trabajo las da y por tanto, cualquier trabajo literario me ha producido satisfacciones. En lo que se refiere a géneros, naturalmente,  el que  llegué a dominar, o por lo menos eso pienso yo, fue el cuento, y en los cuentos que escribí creo que hay algunos que son bastante buenos, o diríamos pasables, como Los Amos, Luis Pie, La Nochebuena de Encarnación Mendoza, El Indio Manuel Sicuri”.
Estas consideraciones de Bosch lo representan en un dejo de humildad que sobrepasaba la verdad que adornaban sus méritos literarios. Pues, hay que tener en cuenta que, a nivel regional, Juan Bosch estaba considerado como un maestro de la cuentística.
   Esa peculiar humildad, del hombre que utilizaba su sensibilidad social como un filtro entre sus creaciones literarias, que narraban el mundo descarnado del hombre rural de nuestros pueblos hispanoamericanos, y su accionar político, se matizó mucho más en el siguiente comentario:
“La verdad es que no recuerdo que me haya puesto a pensar en mí mismo en algún momento de mi vida. En lo que sí pienso, y eso ha sido así siempre desde mis años de niño es en lo que tengo que hacer”.
 Estas apreciaciones conectan con la percepción de que ambos escritores estaban distanciados por puntos de caracteres históricos que deberán ser estudiados con mayor profundidad en ese campo. Como se estableció en páginas precedentes, muy al filo de las vidas de Bosch y Balaguer, está la vertiente sociohistórica—coyuntural—, de una certeza probable de lo que ambos fueron en la plenitud de la era de Trujillo.
Esta certeza probable, nos remite al hecho de que, si bien ambos fueron destacados escritores, con sus estilos y sus enfoques distintos, en Balaguer existía la condición determinante de que vivió una coyuntura personal y política, que le permitió engrandecerse en el ámbito político. Prueba de ello fue el papel que jugó en la dictadura, como uno de sus crisoles del pensamiento, junto a figuras como Arturo Peña Batlle y Arturo Logroño, por supuesto, ambos con sus matices y sus distancias.
 En materia política, Balaguer logró ser presidente de la República, primero por tres períodos, los llamados 12 años, con un prontuario coyuntural por todos conocido, que gravitó en una época de dificultades, donde todavía la democracia y las libertades públicas no se habían estabilizado. Posteriormente y ya en los pasillos de una ancianidad avanzada, logró mantenerse en las escalinatas del Palacio Nacional, con un último período partido por la mitad, que a juicio de expertos internacionales en materia electoral, tuvo los ingredientes para desatar una guerra civil.  El triple período de los 12 años, conllevó fuertes controversias, tiznadas con denuncias de fraudes electorales, asesinatos y persecuciones políticas y, Balaguer, se mantuvo en la mentalidad del dominicano como un déspota, un dictador, ataviado con el traje de corrientes democráticas que nunca maduraron, pues, ha persistido el criterio de que en él había por necesidad de formación, como germen siempre en estado de gravitación, se mantenían intactos los valores unipersonalistas del trujillismo.
Es así que las relaciones entre Bosch y Balaguer siempre estuvieron matizadas por una distancia que viajaba por el tiempo.
 En ese contexto, a raíz del asesinato del periodista Orlando Martínez, ocurrido el 17 de marzo de 1975, el profesor Juan Bosch, rechazó acudir a un citatorio hecho por el entonces subjefe administrativo de la Policía Nacional, coronel Robinson Brea Garó, “para tratarle asuntos que interesan a la comisión de oficiales, que investiga el horrendo asesinato”. Bosch consideraba que se trataba de una treta política del partido de gobierno.
La revelación hecha por Mildred Guzmán Madera, quien fuera la secretaria del fenecido escritor, en su libro “El Bosch que yo conocí”, que circuló bajo el sello de Editora Alfa y Omega y que en su capítulo 6, titulado “Lo que poca gente sabe, acusaciones por el asesinato de Orlando Martínez”, establece que en 1975 “Bosch fue acusado falsamente del asesinato del conocido periodista, quien laboraba en El Nacional de Ahora”.
En el texto de 461 páginas se explica que los argumentos de la acusación tenían su fundamento en los ataques que Orlando Martínez hacía contra Bosch en su columna. La misiva del coronel Brea Garó decía escuetamente: “para tratarle asuntos que interesan a la comisión de oficiales de la Policía, que investiga el horrendo asesinato de que fue víctima el periodista Orlando Martínez, muy cortezmente le invitamos a pasar por nuestro despacho ubicado en el Departamento Escuadrón Contra Homicidios del Palacio de la Policía Nacional, el martes 25 del presente mes y año, a las 10:00 de la mañana”.
Según el relato que se aprecia en la página 329, el 23 de marzo Bosch escribió una carta al entonces presidente Joaquín Balaguer, en la que exponía que “en respuesta a esa invitación, me permito decirle a usted en esta carta que hago pública por acuerdo del Comité Político del Partido de la Liberación Dominicana, que no hay ninguna razón que justifique mi presencia en el Palacio de la Policía Nacional para tratar asuntos que interesan a la comisión de oficiales que investiga tan horrendo asesinato, de que fue víctima el periodista Orlando Martínez. Ni hay la menor razón para que me haga esa invitación, que es un acto típicamente político, propio de un partido adversario del PLD (hacía referencia al Partido Reformista) y no de la institución policial.
Según la misma narración, los ataques de Orlando Martínez al profesor Bosch y Gaviño “tenían la finalidad de ganar tiempo, ya que siempre estuvo consciente de que su vida estaba en peligro y esos ataques eran un poco una forma de desviar la atención”. Esta aseveración la hace la autora, al precisar que “prueba de esto es que el último artículo que escribió Martínez terminó con una nota que decía, mañana sigo con Juan Bosch”.
El mismo Juan Bosch, siempre ceñido al relato del libro, había ido a una reunión en la Casa Nacional del PLD, a la cual asistieron entre 15 y 20 seguidores Boschistas, donde el artífice de los partidos Revolucionario Dominicano y de la Liberación Dominicana explicaba las razones de los ataques.
Esos ataques que hizo el mártir de la prensa dominicana asesinado realmente por esbirros vinculados al régimen de los 12 años de Joaquín Balaguer, serían aprovechados por los verdaderos ejecutores para llevar a cabo sus planes.
Debe recordarse que Martínez en su columna Microscopio de la Revista Ahora lanzaba críticas muy duras sobre la política de gobierno de Joaquín Balaguer, lo que hizo metástasis cuando se produjo la orden de capturarlo para un supuesto escarmiento.
En la carta que Bosch envió al presidente Balaguer, argumentaba que en el país todo el mundo sabía “y con toda seguridad los miembros de la comisión de oficiales que investigaba, y hacía referencia irónica al término de las autoridades del “horrendo crimen”, que se pretendía con la invitación “dejar en el ánimo público la impresión de que yo he estado en alguna forma envuelto en ese crimen repudiable y para lograr ese propósito se ha detenido a un miembro del Comité Central y del Comité Político, sr. Rafael Luna” Fruto de esas pesquisas a las que hacía referencia Bosch, fueron detenidos otros peledeístas como Máximo Confesor y Antonio Delgado, “y la Policía sabe que ninguno de ellos ha tenido ni la más lejana relación con el crimen, porque la Policía sabe, como sabe todo el país que los peledeístas no hemos recurrido nunca al crimen ni ninguna forma de terror como método de lucha”.
El autor de Cuentos Escritos en el Exilio decía a Balaguer en su misiva “dejo a su responsabilidad las consecuencias de lo que pueda suceder si los jefes de la Policía Nacional, o alguno de ellos cree que pueden llevar su actividad de partido político a los límites que pretenden llevarla en el caso de los miembros del PLD y en mi caso”.
Con este incidente se demarcaba de manera expresa que existían diferencias profundas entre Bosch, el literato líder político y Joaquín Balaguer, que iban más allá de las presunciones de carácter estrictamente personales.

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