Un suceso de envergadura histórica ocurrido en Guatemala el 26 de julio de 1957, involucró al gobierno dominicano en la materialización de un acto bochornoso, impropio de las relaciones políticas y diplomáticas de los pueblos del continente. Ese acontecimiento lo fue el magnicidio del presidente de Guatemala, coronel Carlos Castillo Armas. Aunque en principio ese suceso no pareció tener una responsabilidad clara de los participantes en el asesinato, con el correr de los días y meses, salió a relucir el brazo largo del dictador de Rafael Trujillo. No era que no se sospechara desde el principio de las investigaciones de la posible participación de Trujillo, ya que se manejaron cinco hipótesis sobre los autores de esta muerte misteriosa, en pleno pasillo de la Casa Presidencial de gobierno, y una de ellas, sindicaba al hombre fuerte y todopoderoso de la República Dominicana.
Lo que resultó al principio del hecho, un elemento curioso, lo fue, que Carlos Castillo Armas había sido un aliado de Trujillo en la lucha contra el gobierno del presidente Jacobo Arbenz, derrocado por una conspiración auspiciada por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), el dictador Somoza de Nicaragua y Trujillo de Santo Domingo, en el año de 1953. Trujillo fue activo en la colaboración a Castillo Armas. Incluso Castillo Armas, estuvo en el país en el año de 1953, se entrevistó con Trujillo, y salió premiado, con una cantidad impresionante de dinero y promesa de ayuda material en armas de guerra. Castillo Armas salió tan contento del Palacio Nacional dominicano, que inmediatamente comunicó al entonces aliado en su lucha contra el “comunismo”, general Miguel Ydigoras Fuentes, que Trujillo era el hombre más generoso de la tierra y que lo estaba apoyando más que todo el mundo. Ydigoras que terminó enfrentado a Castillo Armas, por el liderato de la contra revolución y desplazado cuando la CIA eligió a Castillo Armas para que encabezara el derrocamiento de Arbenz, porque entendió que Castillo Armas era más manejable para la CIA que él, reveló posteriormente los pormenores de la entrevista de Castillo Armas con Trujillo, tal y como éste se lo había narrado.
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La llamada “primavera democrática” iniciada en 1945 después de la caída del dictador Jorge Ubico, con el ascenso al poder de Juan José Arévalo y continuado por Jacobo Arbenz en 1950, estaba condenada a ser desalojada del poder político, porque había cometido el grave “error” de enfrentarse a los poderosos intereses del United Fruid Company, la inmensa compañía bananera de capital norteamericano que controlaba todo el mercado de América Central. Tanto Arévalo como Arbenz chocaron de frente con esa compañía, expropiaron algunos terrenos y los repartieron entre campesinos harapientos, pero fue Arbenz más radical que Arévalo, llevando la confrontación a niveles de ruptura con los intereses representados por la compañía norteamericana. La CIA orquestó la conspiración con el apoyo de Trujillo y Somoza. Por qué Trujillo se involucró en esa conspiración, se explica porque Guatemala se había convertido en el refugio del exilio antitrujillista, de Guatemala salió la expedición armada de la bahía de Luperón en 1949, asesorada y apoyada por el gobierno de Arévalo, y para Trujillo era prioritario liquidar ese foco permanente de lucha contra su gobierno. Pero además Trujillo se había autodesignado el “primer anticomunista de América”, y la acusación contra Arbenz era de comunista, de haber convertido a Guatemala en zona soviética en América. Cuando invadieron a Guatemala desde una base militar en Honduras y tumbaron al gobierno de Arbenz, Trujillo se sintió triunfador, no solamente le había dado dinero a Castillo Armas, sino que en cierta ocasión el gobierno de Arbenz confiscó una goleta que llevaba armamentos para Castillo Armas, enviada por Trujillo y con marineros dominicanos. Para el ego de Trujillo la victoria del llamado “Movimiento de Liberación Nacional” en Guatemala lo potenciaba en su imagen y presencia en el Caribe como defensor de la democracia frente a los Estados Unidos. Pero Castillo Armas no conocía a Trujillo, en gran medida lo subestimó. Trujillo demandó un reconocimiento público por sus servicios a la causa de la democracia contra el comunismo, la condecoración mayor que otorga Guatemala, la Orden del Quetzal, el recibimiento en carro descapotado por las calles congestionadas de Ciudad de Guatemala, al Generalísimo Trujillo. Este hecho apuntalaría a Trujillo como libertador de pueblos y reduciría la campaña de desprestigio de los opositores a Trujillo, en Cuba, Costa Rica, Venezuela y Estados Unidos. Trujillo pidió otras cosas a Castillo Armas, entre ellas la entrega del general Miguel Ángel Ramírez Alcántara, enemigo troncal de su dictadura, quien había caído preso cuando el derrocamiento de Arbenz, ya que Alcántara era asesor militar de Arbenz. Castillo Armas nunca lo complació con la Orden del Quetzal, pero se la otorgó a otros mandatarios que no habían colaborado de la forma en la cual Trujillo lo hizo. Castillo Armas no le extraditó a Ramírez Alcántara a Ciudad Trujillo, pero todavía peor, lo liberó y le permitió salir de Guatemala.
Trujillo no perdonaba la ingratitud (ver casos de Galíndez, Almoina y otros), mientras Castillo Armas no cesaba de hacer comentarios peyorativos sobre Trujillo que llegaron a los oídos del dictador dominicano, entre ellos, uno que fue remitido por el cónsul dominicano en La Habana, el tétrico Félix W. Bernardino, donde Castillo Armas se refirió a Trujillo como dictador obsoleto, quien ya había cumplido su misión. Esta afirmación de Castillo Armas le fue confiada a Bernardino por el diplomático cubano que la escuchó en la Casa Presidencial, y fue remitida inmediatamente vía Cancillería dominicana al Generalísimo Trujillo. Dentro de algunas semanas, saldrá a la luz pública, mi obra sobre el magnicidio de Castillo Armas, una profunda, exhaustiva y veraz investigación sobre este crimen trujillista. Seguiremos con el tema.
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