“La injuria deshonra a quien la infiere, no a quien la recibe”.
Diógenes.
Diógenes.
“Y ese que habla tanto está completamente hueco; ya sabes que el cántaro vacío es el que más suena”. Rabindranath Tagore.
Hoy domingo visitando a mis padres surgió una conversación, de la cual entendí que era de justicia llevar luz a la opinión pública y de manera especial, no sólo a mis hijos y a la generación joven de nuestra familia Bonnelly, sino a todo el país.
El mundo digital, la comunicación y los medios en general, se han convertido en espacios abiertos a toda persona; muchos la aprovechan para hacer de ellos grandes plazas de valiosas reflexiones y aportaciones de mucha trascendencia y otros lamentablemente sólo buscan dañar y enlodar reputaciones simplemente porque les place o les conviene.
Hago esta introducción, pues no es mi forma, mi estilo, ni aún menos mi ánimo, polemizar en prensa ni en la red, de temas de carácter político. Sin embargo, no es menos cierto que nuestras generaciones jóvenes se encuentran muy ajenas y hasta perdidas acerca de las verdades sobre temas de índole histórico reciente; por lo que me veo en la responsabilidad, en mi calidad de descendiente directa del licenciado Rafael F. Bonnelly de quien me honro ser nieta, de aportar algunos datos de relevancia histórica que iluminan la trayectoria de mi difunto abuelo y salvaguardan su memoria, dignidad y sus dotes de hombre de bien. De forma malediciosa, ha trascendido en la prensa y los medios en general, la falaz mentira que el licenciado Bonnelly fue quien por órdenes del extinto dictador Trujillo, llevó a Ciudad Trujillo la “silla eléctrica”.
En su libro “Movimiento 14 de Junio :Historia y Documentos”, Tony Raful confirma que esa falsa información fue orquestada por círculos trujillistas con el ulterior propósito de dañar al licenciado Bonnelly por su postura antitrujillista durante los últimos años de la tiranía y por haber encabezado el Consejo de Estado, que fue un gobierno de transición democrática que preparó las primeras elecciones libres y promulgó las leyes de persecución del trujillismo y sus símbolos en el país.
En el Archivo General de la Nación reposa en su Boletín del Año LXXV, Volumen XXXVIII, Número 135 de enero-abril 2013, una historia oral (entrevista a Guillermo Rivas Díaz) cuyo título reza “Esa monstruosidad”, que está al alcance de todo público; donde claramente este señor revela su protagonismo en la confección de la famosa silla eléctrica de la cárcel conocida como La 40.
Trujillo le había concedido millones de dólares al coronel Johnny Abbes, a la sazón jefe del llamado SIM, para que modernizara y expandiera sus servicios de espionaje y tortura. Y como parte de ese proyecto, Abbes viajó primero a Nueva York en busca de una silla eléctrica usada en el departamento de correcciones de esa ciudad. Cuando le dijeron que esa silla no fallaba y que mataba al instante, Johnny Abbes perdió el interés en comprarla, puesto que a él le interesaba la silla como instrumento de tortura.
Finalmente, un técnico del SIM, entrenado en Inglaterra, Guillermo Rivas Díaz, y otros, fabricaron una silla para propósitos de tortura: la famosa silla eléctrica de La 40. Según las declaraciones de Rivas Díaz, en una extensa entrevista, Trujillo fue quien dio la orden directamente de que se construyera la silla eléctrica (Ver págs.153-187 de Boletín del Archivo General de la Nación).
Creo que con esta aclaración y los datos que en ella apunto, hago justicia a la memoria de mi querido abuelo y desmonto por completo el entramado injurioso con el cual han querido enlodarle.
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