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PARAQUENOSEREPITALAHISTORIA .Para los interesados en el tema y los olvidadizos de sus hechos, aquí están para consultar múltiples artículos escritos por diversas personalidades internacionales y del país. El monopólico poder de este tirano con la supresión de las libertades fundamentales, su terrorismo de Estado basado en muertes ,desapariciones, torturas y la restricción del derecho a disentir de las personas , son razones suficientes y valederas PARA QUE NO SE REPITA SU HISTORIA . HISTORY CAN NOT BE REPEATED VERSION EN INGLES

miércoles, 28 de febrero de 2018

Hace 174 años Juan Pablo Duarte forjó la independencia

Los trinitarios hicieron posible la Independencia. Archivo
Durante los 22 años anteriores al 27 de febrero de 1844, la isla de La Española estuvo bajo el dominio de Haití, a consecuencia de la ocupación por parte de las tropas haitianas de la parte Este, donde en 1821 José Núñez de Cáceres proclamó el nacimiento del Estado Haití Español.

Bajo el ideario de Juan Pablo Duarte y los trinitarios, el 27 de febrero de 1844 se proclamó la independencia y se inició la guerra por consolidarla, la cual se prolongó hasta 1856.
Los haitianos intentaron varias veces volver a dominar la recién creada República, pero siempre fueron derrotados en el campo militar, hasta que en 1867 Haití reconoció la independencia dominicana.
Sin embargo, como la situación fronteriza no quedó definida después del conflicto, Haití siguió ocupando el altiplano central, donde están emplazadas las ciudades de Hinche, Las Caobas, San Miguel de la Atalaya y San Rafael de la Angostura.
Tras el tratado fronterizo de 1936 firmado por el dictador Rafael Leonidas Trujillo, la República Dominicana terminó renunciando a esos territorios, más de 8,000 kilómetros en total.
Ocupación haitiana
A nueve semanas de que Núñez de Cáceres declarara la independencia, las fuerzas militares de Haití dirigidas por Jean Pierre Boyer ocuparon la nación.
Desde que Boyer tomó posesión de la parte Este de la isla, dispuso una serie de medidas con el propósito de asegurar su unificación.
La limitación de celebraciones de las fiestas religiosas, la prohibición de los juegos de gallos y de azar, la obligatoriedad de las labores agrícolas, el no uso del español en los actos y documentos oficiales, el cierre de la universidad, el reclutamiento militar de todos los jóvenes y el pago de los impuestos, fueron medidas que contribuyeron al disgusto y a la posterior revuelta contra el gobierno haitiano.
Juan Pablo Duarte
Juan Pablo Duarte fue quien inspiró y ayudó a dirigir la Guerra de la Independencia de 1844. Duarte, junto a otros ocho liberales, fundó en 1838 la sociedad secreta La Trinitaria, nombrada así porque sus nueve miembros originales se habían organizado en grupos de tres.
Cada grupo iba reclutando adeptos, manteniendo estricto secreto, con poco o nada de contacto directo entre sí, con el fin de minimizar la posibilidad de ser detectados por las autoridades haitianas.
En 1843, los trinitarios se unieron al partido liberal haitiano que derrocó al presidente Jean Pierre Boyer. Sin embargo, los trinitarios que participaron en el derrocamiento llamaron la atención del sustituto de Boyer, Charles Riviere-Hérard.
Este encarceló algunos trinitarios y obligó a Duarte a abandonar la isla. Durante su exilio, Duarte buscó sin éxito apoyo en Colombia y Venezuela. En diciembre de 1843, los rebeldes le pidieron a Duarte que regresara, ya que tenían que actuar con rapidez ante el temor de que los haitianos se dieran cuenta de sus planes de insurrección.
En febrero de 1844, como Duarte no había regresado por encontrarse enfermo, los rebeldes decidieron actuar bajo el liderazgo de Francisco del Rosario Sánchez, Matías Ramón Mella, y Pedro Santana, un rico ganadero que comandaba un ejército privado de sus peones agrícolas.
Funcionarios haitianos abandonaron el país
En los días que siguieron a la proclamación de Independencia, todos los funcionarios haitianos salieron de Santo Domingo. Tomás Bobadilla y Briones, un jurista conservador que había participado en la anterior insurrección, encabezó la junta provisional de gobierno de la nueva república. El 14 de marzo, después de recuperarse de su enfermedad, el patricio Juan Pablo Duarte regresó y fue recibido con celebraciones.

martes, 27 de febrero de 2018

Era Trujillo realmente patriota o nacionalista?


Extracto del articulo del Profesor Luis R. Decamps R.


La simple verdad es que a la altura del siglo XXI -y con las bases documentales y el instrumental de investigación a mano- no hay manera seria y sostenible de sustentar la tesis de que Trujillo fue patriota o nacionalista: éste nunca anidó sentimiento de verdadera devoción por nuestras raíces, nuestra historia y nuestros valores éticos como pueblo, ni tampoco concibió o puso en marcha un proyecto de nación o un plan estratégico de construcción o reconstrucción del Estado y la sociedad dominicanos. En realidad, sus poses patrióticas o nacionalistas fueron meros ejercicios de histrionismo -verbales o gestuales- dirigidos a fortalecer su poder interno y satisfacer su megalomanía y su narcisismo patológico, además de que tuvieron caracteres casi espontáneos y, en consecuencia, no se fundamentaron en convicciones o concepciones de alcance histórico.

(Si Trujillo en algún momento pareció gobernar con base en un proyecto programático, ese fue sencillamente el de la dictadura personal con tendencias dinásticas -dado que en cierta época soñó con que su hijo Ramfis lo heredera como mandamás del país-, puesto que su interés nunca fue alcanzar determinadas metas sociales, económicas, políticas o educativas en beneficio de las grandes mayorías nacionales: el nuestro no dejó de ser, durante su largo mandato, un pueblo lleno de miseria, humillado, amordazado y falto de cultura. Su programa era elemental: controlarlo todo para mantenerse en el poder, y por eso en un momento dado le daba lo mismo, por ejemplo, que se le rindiera culto a Duarte o a Santana, a Roosevelt o a Franco, a Churchill o a Hitler. Todo estaba sujeto a sus conveniencias personales o políticas coyunturales).

Antes al contrario: la mayoría de los biógrafos “post mortem” de Trujillo -incluyendo a los más obsequiosos- coinciden en considerar que éste no tenía una buena opinión sobre el pueblo dominicano (al que asimilaba al nivel de una plebe que debía estar sometida a su vasallaje, controlada por las instituciones armadas y vigilada por su efectivo y despiadado aparato de espionaje), y que resultaba casi infantilmente encandilado por las realidades de los países que visitaba, gustaba de los extranjeros de tez blanca y se desvivía por imitar o emular a la España de Franco y a la Norteamérica de la naciente Guerra Fría.

¿Es necesario recordar que como simple ciudadano Trujillo no sólo no se opuso a la invasión militar los Estados Unidos en 1916 sino que, una vez instalado el gobierno militar de ocupación, colaboró conscientemente con él incorporándose a la servil Guardia Nacional, y que siendo parte de ésta combatió a los patriotas que se sublevaron -con la pluma o la palabra- contra aquel régimen que yuguló la soberanía nacional hasta 1924? El rol desempeñado por el caporal de San Cristóbal en este período histórico está registrado indeleblemente: fue un colaboracionista, un traidor, un vulgar entreguista, un enemigo abierto y declarado de nuestra independencia, y en consecuencia un antipatriota y un antinacionalista.

Por otra parte, las acciones de Trujillo como gobernante que algunos invocan incesantemente para tratar de demostrar su alegado carácter de nacionalista son todas cuestionables, y reflejan, casi sin excepción, una postura de capataz rural y de negociante, no una conducta patriótica: detrás de la teatralidad grandilocuente de sus proclamas o sus ejecutorias, siempre había un interés por afianzar su régimen y exaltar su figura, como ya se ha sugerido, o un negocio que entrañaría el engrosamiento de su fortuna personal.

La famosa “liberación financiera” de la República Dominicana (“Tratado Trujillo Hull” de 1940, que se vendió como su primer paso porque supuso la recuperación de la administración de las aduanas, y luego el alegado pago de la deuda externa en julio de 1947, ascendente a 9,271,855.55), es una muestra de lo que se acaba de decir: en los hechos todo fue una farsa, pues aparte de que se trató de una operación económicamente cuestionable (la deuda apenas representaba el 1.76 del PIB), se pagaron las acreencias de los viejos tenedores con un préstamo del Banco de Reservas (creado en 1945) y una emisión de bonos respaldada por este último (Ver trabajo de Arturo Martínez Moya en Hoy, 27 de enero de 2013, disponible en http://hoy.com.do/mitos-en-la-historia-de-la-deuda-externa-dominicana/)... La deuda no se pagó: sólo cambió de estructura y destinatarios.

Otro ejemplo de la misma falsía lo fue el de la creación del sistema financiero nacional (octubre de 1947), que incluyó el establecimiento del peso dominicano y la sustitución del dólar estadounidense como moneda de curso legal: es cierto que implicó un acto formal de autarquía en el terreno de la finanzas públicas, pero igualmente significó una estafa de más de 11 millones de pesos en perjuicio del pueblo dominicano, tal y como lo demostró en su momento el fenecido historiado Franklyn J. Franco. (Ver paraquenoserepitalahistoria... Fue un acto "nacionalista" que todos terminamos pagando muy caro.

En adición a lo reseñado, Trujillo tampoco se encaró nunca con una agresión o amenaza bélica de poderes exteriores, a menos que se consideren tales las incursiones mal armadas y poco numerosas de los opositores exiliados (a pesar de ostentar el grado de “Generalísimo” de nuestras Fuerzas Armadas nunca dirigió tropas o arengas en guerra patria ni hizo un sólo disparo contra invasores de potencias foráneas), y si en algún momento se enfrentó con determinados gobiernos o Estados lo hizo únicamente de boca o como reacción a imputaciones de hechos criminales realizadas por éstos. No hay, en este respecto, registros históricos del comportamiento patriótico o nacionalista del dictador: lo que hay es bastante documentación sobre los crímenes que ordenó, las intrigas que tejió o las agresiones que planificó y ejecutó.

En ese sentido, no fue casualidad que el tirano dominicano tuviera encontronazos con los gobiernos democráticos del continente (la Cuba de los auténticos y los ortodoxos, la Guatemala de Árbenz, la Costa Rica de Figueres o la Venezuela de Betancourt) y fuera muy buen amigo de los regímenes de fuerza (la Argentina de Perón en su etapa de progresismo napoleónico, la Colombia de Rojas Pinilla, la Cuba de Batista o la Venezuela de Pérez Jiménez), como tampoco lo es que durante la Guerra Fría resultara un excelente aliado de Estados Unidos en su condición de “campeón del anticomunismo”, pero que se enemistara con éstos y manifestara su “nacionalismo” cuando le empezaron a hablar de “democratización” o de “evolución hacia un Estado de derecho y libertades”.

Por supuesto, Trujillo sí era ególatra, racista y antihaitiano (a despecho de que por sus venias corría sangre negra proveniente de nuestros vecinos del Oeste) y exponía sus posturas en tal dirección disfrazándolas como defensa de la nación dominicana. El problema nada más era un solo: aunque proclamaba sus concepciones al tenor a los cuatro vientos, la “batalla” más importante que libró contra Haití (si es que se quiere interpretar como una acción contra ésta) consistió en ordenar el “corte” contra individuos no provistos de medios materiales ofensivos... ¡Tamaña valentía la de un general que, aparentemente tragueado, instruye a sus subalternos para que asesinen a “invasores” o merodeadores desarmados!

En suma: no hay que confundir el patriotismo ni el nacionalismo con el instinto de proteger el feudo de nuestra propiedad, la finca que asaltamos o la casa que nos robamos: eso a lo que más se parece es a lo que en Sudamérica se denomina gamonalismo, y tiene que ver con el espíritu egocéntrico, el apetito de los bolsillos y el viejo “vicio” del poder, no con el amor a la patria ni con el ideario nacionalista. Trujillo no asumía la protección del pueblo dominicano y sus valores sino que se defendía él mismo como encarnación del orden de cosas vigente y como garante de su propio estatus económico. El Estado era él, sólo él y sus posesiones (que incluían, por cierto, también a muchísima gente, genero y sector social apartes), y por ello demostraba tanto celo “protector”.

La conclusión luce, pues, obvia: el patriotismo y el nacionalismo de Trujillo eran apócrifos, postizos o de pacotilla, y su temerario y confusionista aireamiento en la época posterior a la dictadura obedece a interpretaciones históricas discutibles, a invenciones de albarderos nostálgicos y a patochadas de zoquetes y politiqueros... A lo sumo, si hemos de procurarle alguna denominación, lo del inefable “Chapita” podría ser narcisismo gamonal (si bien elevado a la décima potencia y erigido en acción de Estado gracias a los chupamedias y cobardes de siempre), pero nada más.

(*) El autor es abogado y profesor universitario
lrdecampsr@hotmail.com

Aqui el articulo completo

lunes, 26 de febrero de 2018

Comentarios al libro de Angelita Trujillo (3)

Nemen Hazim Bassa
Notas del blog: Angelita Trujillo es la madre de Ramfis Dominguez Trujillo

Comentarios al capítulo III del libro “Trujillo, mi padre en mis memorias”, de Angelita Trujillo/“¡Reina de pacotilla!” 
Pretende Angelita –¡reina de pacotilla!, como la define Tomasina Cabral, heroína sobreviviente del régimen trujillista-, en este tercer capítulo, hacer una exposición detallada de las obras que hizo su padre en los primeros diez años, resaltando la reconstrucción de la ciudad de Santo Domingo luego del paso del ciclón San Zenón (3 de septiembre de 1930), 19 días después de su investidura como Presidente de la República Dominicana.
Sobre el desarrollo capitalista alcanzado por la nación dominicana bajo la dictadura de su progenitor han hablado y escrito muy claramente Juan Bosch, Euclides Gutiérrez Félix y otros intelectuales que no han sido mezquinos a la hora de enjuiciar a Trujillo acerca de ese tema. Decíamos sobre el dictador, el 24 de octubre del 1994, en un artículo titulado “Trujillo, el oligarca-burgués”, que “Así como ejerció el poder para doblegar al pueblo, así como pudo constituirse en el dueño absoluto de la República Dominicana, así también supo sembrar el capitalismo industrial, después del enorme atraso que revela la historia dominicana”.
Lo que Angelita no señala en su libro son los muertos, las torturas… los procedimientos con los que enriqueció y el despotismo con el que gobernó al pueblo dominicano, características fundamentales sobre las que Trujillo cimentó ese desarrollo. En la página 112 (Capítulo III, 1ra Edición, 2009) la autora de “Trujillo, mi padre en mis memorias” analiza a los caudillos que actuaban con “grupos de elementos armados… hombres rurales de mentalidad montonera” que se formaron para combatir al yanqui invasor y degeneraron en “maleantes, criminales conocidos como Gavilleros (sic) , para adentrarnos en el ambiente de los dos primeros muertos con nombre que aparecen en esta historieta de “amor y ficción”: el general Cipriano Bencosme, que “muere en la página 114” y el general Desiderio Arias, “que lo hace en la 118”.
El escenario, cincelado a su conveniencia, le sirve para encubrir “los muertos que no murieron”. Como justificación a la obra de su padre, señala que “…la acción de construir, no es fácil, implica carácter, firmeza y devoción al ideal que se ambiciona… Desafortunadamente, en la vida, las cosas buenas no vienen en bandeja de plata. Todo laurel es precedido por una cuota de sudor” (Págs. 119 y 120).
Las víctimas de los primeros años de la dictadura los encierra en esta frase: “De ahí el cupo de bajas con que pagarían los recalcitrantes y obstinados, ante la impostergable pacificación del país” (palabras emitidas por una ferviente religiosa -recipiente de un deferente trato de los curas- que con una hostia y un padre nuestro recibe, inexplicablemente, el perdón por su complicidad en el holocausto al que su “amado y tierno padre” sometió a haitianos y dominicanos). Al despotismo, a las torturas y a los asesinatos Angelita los llama carácter, devoción y firmeza.
Seguimos la búsqueda por la “cuota de sudor” que aportó la autora para tanta riqueza y opulencia. Decir que “en la vida, las cosas buenas no vienen en bandeja de plata” es una expresión de burla. ¿Cómo se hicieron los 800 millones de dólares que ella y su familia sacaron del país? ¿De dónde salieron los “laureles sin cuota de sudor” de la familia Trujillo? Este tercer capítulo concluye en la página 193 y no hemos encontrado aún una justificación -transparente y legal, propia del trabajo productivo, honrado y decente- para su fortuna. Sorpresivamente, en la página 130 expone que “en el Estado Dominicano (sic) no se concibe que un político se enriquezca en el poder”. Por lo tanto, ¿cómo puede explicar la enorme fortuna de su padre?
No puede, pero Juan Bosch sí: “…la dictadura fue el instrumento usado por Trujillo para monopolizar la vida económica nacional. La clave de esa edificación militar, política y económica que esclaviza a Santo Domingo está en la falta de conciencia moral en el autor y beneficiario de la obra… Su energía le ha servido para esclavizar y envilecer al pueblo: su sentido de la autoridad con el consecuente don de mando, para organizar un sistema de terror; su don de organizador, para crear un régimen despótico; su actividad mental y física y su dedicación al trabajo, para establecer un sistema de explotación económica y sumisión política como pocas veces ha visto el mundo… Para Trujillo, sólo cuenta él; la satisfacción de sus deseos, el aumento constante de sus caudales, de su poderío político y de su figuración. Todo cuanto le sea útil a esos fines, es bueno; todo cuanto se oponga a ellos, es malo… Con esa naturaleza moral, y una energía tremenda para imponerla por encima de todos los principios sociales, Rafael Leonidas (sic) Trujillo convirtió a la República Dominicana en su empresa económica” (Trujillo, causas de una tiranía sin ejemplo, Págs. 148-149, 9na Edición, 2002, Editora Alfa y Omega, Santo Domingo, RD).
La explicación dada por el profesor Bosch es contundente pero, la misma autora, con las palabras que reconoce la grandeza de Juan Pablo Duarte, desnuda a su progenitor. A Duarte lo define como “hombre generoso, honrado y recto, (que, NH) prefirió el destierro a derramar la sangre de los dominicanos como un medio de dominar a sus enemigos” (Pág. 134). Entonces, ¿cómo definiría a Trujillo -su padre-, que prefirió torturar, desaparecer, matar, derramar la sangre de los dominicanos y usarla para crear su enorme fortuna?
Para engrandecer la obra material del déspota Angelita recoge discursos, citas, cartas y relatos de intelectuales, pero olvida haber llamado “industria antitrujillista” a la cantidad de libros que “reconocen el heroísmo de los actores del 30 de mayo y que relatan la historia de robos, torturas y crímenes sobre los que su ‘adorado padre’ ejerció el poder por más de 30 años”, tal y como señalamos en los comentarios al capítulo I.
Hemos encontrado una “industria protrujillista” que le sirve de sostén en la elaboración de la “composición” que se propuso concluir después de la muerte del profesor Juan Bosch y del doctor Joaquín Balaguer. Del último usa 3 libros de consulta y referencia -de los más de 60 que refleja la bibliografía- y del primero ninguno, pero sí cartas laudatorias a Trujillo (haciendo lo mismo que los asalariados y comprometidos con el neotrujillismo).
Los años parecen haber moldeado a “La Princesa Angelita” a imagen y semejanza del monstruo que fue su padre. Acude a unos párrafos de una carta que Américo Lugo escribió a Trujillo -en la que rehúsa “un empleo como historiógrafo del Gobierno” (Pág. 127)- para justificar que la que Juan Bosch redactó en enero del 1936 fue escrita con “sinceridad y libre voluntad”. Muy similar a actuaciones que vemos, en el país y en el exterior, de dominicanos ensañados en manchar su figura.
Si la carta fue escrita con “sinceridad y libre voluntad”, ¿por qué Angelita no se sirve de las obras en las que el profesor Bosch analiza las ejecuciones, el carácter y el temperamento de su padre? Para ella, y los que igual actúan, Juan Bosch escribió: “Póker de espanto en el Caribe”; “El PLD, un partido nuevo en América”; “Crisis de la democracia de América en la República Dominicana”; “Trujillo, causas de una tiranía sin ejemplo”; “La fortuna de Trujillo”; “Las dictaduras dominicanas”; “Composición Social Dominicana” y muchas más en las que el déspota es escrutado. Si las expresiones eran tan sinceras, ¿por qué Juan Bosch se marchó del país ocho días después de haber alabado a Trujillo en una actividad proselitista en Boca Chica?
Bosch reconoce de forma muy clara por qué alabó a Trujillo: “La manera segura de evitar que cayera sobre una familia el peso del terror era haciendo público un sentimiento trujillista que se expresaba a toda hora, en cualquier sitio y por cualquier motivo” (Juan Bosch, Las dictaduras dominicanas, Pág. 169, 1ra Edición, 1988, Editora Alfa y Omega, Santo Domingo, RD). Ese sentimiento no podía ser real, ni en Bosch ni en ningún otro que por necesidad de preservar su vida y la de su familia hablase o escribiese a favor del dictador o del régimen. En las páginas 182 y 183 Angelita Trujillo muestra la arenga que pronunció “con su peculiar oratoria” Juan Bosch en Boca Chica, el 5 de enero del 1938, aupando la reelección del “Generalísimo”, como forma de validar, con el prestigio y el intelecto del escritor y político, el despotismo con el que su padre gobernó la nación. ¡Cuán equivocados están ella y sus serviles con semejante presunción! ¡Juan Bosch se marchó del país, junto a su esposa e hijo, para convertirse en el principal opositor al criminal más grande que ha parido América!
Es curioso que en la obra “Trujillo, mi padre en mis memorias” la autora no incluya, hasta la conclusión de este tercer capítulo, una sola cita, arenga, carta u otra manifestación escrita que se exprese en contra del régimen. Lo traemos a colación por lo de la “sinceridad y libre voluntad” que adjudica a las palabras laudatorias del profesor Bosch a Trujillo, pero, ¿acaso alguien podía criticar o contradecir al régimen? Por lo que Angelita expone en las páginas 151 y 152, del periodista y profesor Luis Padilla, reportero del Listín Diario para la fecha, resulta cuesta arriba pensar que alguien pudiese hacerlo. Citamos: “El editor del periódico, Arturito Pellerano, había ordenado la publicación de un editorial que trataba el pavoroso problema del analfabetismo. Al anochecer… le fue entregado un número de teléfono con instrucciones de llamar de inmediato al Jefe de Estado (sic).
El lector debe hacer un ejercicio de empatía con el editor del Listín Diario para saber lo que sintió cuando Trujillo tronó del otro lado del teléfono. Después de la arenga de cómo denunciar un mal, el Sr. Pellerano tuvo que escuchar de la boca de Trujillo: “Hágame el favor de no ocuparse más de este asunto, a menos que sea para sugerir el remedio más factible, dentro de las posibilidades del erario”; lenguaje usado por el déspota, de acuerdo a lo que plasma la autora, quien concluye el párrafo con las siguientes palabras del periodista Padilla: “Y cortó bruscamente la comunicación sin esperar respuesta”. (¡Sin comentarios!).
La industria protrujillista que ella misma, sin proponérselo, ha permitido sea descubierta, no se limita a la escritura y venta de libros; va más allá. Existe un fin ulterior, mayúsculo: el retorno al poder de la familia Trujillo, y para ello se van creando, muy sutilmente, infraestructuras de comunicación y propaganda a las que sirven los mismos familiares -a través de fundaciones y otros mecanismos-, los favorecidos del oprobioso régimen, los hijos y sobrinos de Trujillo no reconocidos y muchos dominicanos pertenecientes a la baja pequeña burguesía, que, por escalar socialmente de capas, se prestan a hacerle el juego a la oligarquía. “… Hay un sector adscrito al frente oligárquico que le sirve de instrumento nacional de poder y al mismo tiempo aspira a integrarse en él al nivel más alto…” (Juan Bosch, “Dictadura Con Respaldo Popular“, Pág. 154, 4ta Edición, 1991, Editora Alfa y Omega, Santo Domingo, RD).
“Suavemente” nos lleva Angelita a la matanza de haitianos, y de forma burda e irrespetuosa usa la historia para, con los ejemplos que da, justificar el exterminio de 3 mil haitianos, según una contabilidad que adopta del Dr. Euclides Gutiérrez -6 mil según el profesor Juan Bosch, 18 mil según el propio Trujillo, 25 a 30 mil según otros historiadores-, ó 45 mil según la prensa internacional, que ella describe lo hacía “con el único interés de desacreditar el gobierno”. Plantea, como posible solución al cruce de haitianos por la frontera, lo siguiente: “¿Qué tal si a todos los ilegales se les invita a subirse en un vehículo de transporte y retornarlos (sic) a su país, apelando al uso de la fuerza, si fuera necesario?”. Y a seguidas, para justificar el resentimiento, el odio y la violencia que heredó como “las más preciadas virtudes” de su progenitor, expresa: “… parecía ser la más viable y efectiva para lograr una solución definitiva al problema territorial dominico-haitiano” (Pág. 169).
Los miles de haitianos masacrados por orden de su padre los despacha con estas palabras: “Son hechos de la vida real, frecuentes en los noticieros que trae el televisor. Escenas que aún al corazón más duro le humedece los ojos”. O con estas: “…lo cierto es que cuando se emplea la fuerza, ocurren los excesos, el hombre no puede desprenderse de su instinto de conservación ni de su parte animal. Ojalá y fuera posible entresacar la cizaña del trigo, para confiar la fuerza militar únicamente, a gentil hombres (sic). (Pág. 170).
Lo que ella no puede explicar es la composición de esa fuerza militar: “…campesinos sin tierra, que sirven a la fuerza armada por un sueldo, y que por tanto no solo están obligados por la disciplina militar, sino que son también económicamente dependientes, de manera que Trujillo los usó como subordinados y los explotó como esclavos” (Juan Bosch, Trujillo, causas de una tiranía…, Pág. 144). Ni tampoco las verdaderas razones por las que el genocida de su padre procedió tal y como lo hizo: “En un viaje hecho a Haití pocos meses antes, el tirano enamoró a una joven haitiana a quien se proponía llevar a Santo Domingo. Cuando el presidente haitiano… lo supo fue a visitar a su colega para pedirle que dejara en paz a la joven, pues era parte de una familia muy conocida en Haití y su fuga podría tener malas consecuencias en las relaciones de los dos gobiernos. Trujillo, débil de carácter, accedió. Pero uno o dos días después, ya de vuelta en su país, comenzó a sentir celos del gobernante de Haití y a irle cobrando un odio que fue creciendo irresistiblemente, tanto que al fin ese odio requería convertirse en hechos que le crearan una situación difícil al presidente vecino. Así, cierto día, hallándose en fiesta en las cercanías de la frontera, el volcán que llevaba dentro estalló, y dio la monstruosa orden” (Juan Bosch, Las dictaduras…, Págs. 172-173).
Las cosas son como son, no como uno quiere que sean. Angelita no podrá, por más que pretenda, mostrar a su padre como una persona tierna, dulce y amorosa. Trujillo fue un criminal de primera magnitud; un hombre rencoroso, lleno de odio, confabulador, degenerado… violador de niñas, “atributos” con los que tendrá que cargar mientras en el mundo quedemos seres humanos comprometidos con la verdad.
Tomasina Cabral: con estos comentarios al tercer capítulo del libro de la “reina de pacotilla“, como usted define a Angelita Trujillo, pretendemos honrar su heroísmo. Las palabras que el Listín Diario usa para describirla, “mujer valiente y forjadora de ideales patrióticos”, nos llevan a reverenciar su estatura dentro de todos los que, con enorme sacrificio, ayudaron a forjar una República Dominicana de libertades. Reciba Ud. nuestro reconocimiento.
CONTINUAREMOS EL PRÓXIMO LUNES (5 DE MARZO) CON LOS COMENTARIOS AL CAPÍTULO IV…

El anafabetismo emocional y el político


Por Carlos Baez.
Dicen los psicólogos que después de una ruptura vía un divorcio, o el final de una relación, el individuo tiende a hacer de nuevo su compartir de vida en el futuro con una persona exactamente con las mismas características que la de su relación anterior que se fue al traste. Quizás sea un tema de analfabetismo emocional. En la política a veces sucede lo mismo y a veces es hasta peor, por hastío, o desesperación el conglomerado de personas lamentablemente vuelven a escoger para que detente el poder, individuos con las mismas características del anterior que gobernaba, o personajes antagónicos al anterior con recetas muy distintas y que en el futuro solo hacen derramar lagrimas de sangre a la sociedad. Por el analfabetismo político es que se han suscitado las mayores tragedias de la humanidad.

domingo, 25 de febrero de 2018

El peor analfabeto

El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de las alubias, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios dependen de decisiones políticas.

El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales. 
Beltolt Bretch

Una dictadura, necios


Javier Marías
Hay generaciones que no saben lo arriesgado que era levantar no ya un dedo, sino la voz, en España entre 1939 y 1975.
Contaba Juan Cruz en un artículo que, en un intercambio tuitero con desconocidos (a qué prácticas arriesgadas se presta), alguien lo había conminado a callarse con esta admonición, o semejante: “Estás desautorizado, perteneces a una generación que permitió a Franco morir en la cama”. Que algún imbécil intervenga en estas discusiones ha de ser por fuerza la norma, pero Cruz añadía que se trataba de un argumento “frecuente” o con el que se había topado numerosas veces, y esto ya trasciende la anécdota, porque supone una criminal ignorancia de lo que es una dictadura. En parte puede entenderse: cuando yo era niño y joven, y oía relatar a mis padres las atrocidades de la Guerra, me sonaban, si no a ciencia-ficción, sí a lección de Historia, a cosa del pasado, a algo que ya no ocurría, por mucho que aún viviéramos bajo el látigo de quien había ganado esa Guerra y había cometido gran parte de las atrocidades. Pero sí lograba imaginarme la vida en aquellos tiempos, y los peligros que se corrían (por cualquier tontería, como ser lector de tal periódico o porque un vecino le tuviera a uno ojeriza y lo denunciara), y el pavor provocado por los bombardeos sobre Madrid, y el miedo a ser detenido y ejecutado arbitrariamente por llevar corbata o por ser maestro de escuela, según la zona en que uno estuviese. Me hacía, en suma, una idea cabal de lo que no era posible en ese periodo.
También hay frívolos “valerosos” que reprochan a los españoles no haberse echado a la calle para parar el golpe de Tejero el 23-F, olvidando que los golpistas utilizaron las armas y que había tanques en algunas calles.
Tal vez los que pertenecemos a la generación de Cruz no hayamos sabido transmitir adecuadamente lo que era vivir bajo una dictadura. Hay ya varias que sólo han conocido la democracia y que sólo conciben la existencia bajo este sistema. Creen que en cualquier época las cosas eran parecidas a como son ahora. Que se podía protestar, que las manifestaciones y las huelgas eran un derecho, que se podía criticar a los políticos; creen, de hecho, que había políticos y partidos, cuando éstos estaban prohibidos; que había libertad de expresión y de opinión, cuando existía una censura férrea y previa, que no sólo impedía ver la luz a cualquier escrito mínimamente crítico con el franquismo (qué digo crítico, tibio), sino que al autor le acarreaba prisión y al medio que pretendiera publicarlo el cierre; ignoran que en la primera postguerra, años cuarenta y en parte cincuenta, se fusiló a mansalva, con juicios de farsa y hasta sin juicio, y que eso instaló en la población un terror que, en diferentes grados, duró hasta la muerte de Franco(el cual terminó su mandato con unos cuantos fusilamientos, para que no se olvidara que eso estaba siempre en su mano); que había que llevar cuidado con lo que se hablaba en un café, porque al lado podía haber un “social” escuchando o un empedernido franquista que avisara a comisaría. También ignoran que, pese a ese terror arraigado, Franco sufrió varios atentados, ocultados, claro está, por la prensa. Que mucha gente resistió y padeció largas condenas de cárcel o destierro por sus actividades ilegales, y que “ilegal” y “subversivo” era cuanto no supusiera sumisión y loas al Caudillo. O ser homosexual, por ejemplo.Tampoco saben que, una vez hechas las purgas de “rojos” y de disidentes (entre los que se contaban hasta democristianos), la mayoría de los españoles se hicieron enfervorizadamente franquistas. Se creen el cuento de hadas de la actual izquierda ilusa o falsaria de que la instauración de la democracia fue obra del “pueblo”, cuando el “pueblo”, con excepciones, estaba entregado a la dictadura y la vitoreaba, lo mismo en Madrid que en Cataluña o Euskadi. De no haber sido por el Rey Juan Carlos y por Suárez y Carrillo, es posible que esa dictadura hubiera pervivido alguna década más, con el beneplácito de muchísimos compatriotas. Estas generaciones que se permiten mandar callar a Juan Cruz no saben lo temerario y arriesgado que era levantar no ya un dedo, sino la voz, entre 1939 y 1975. Que, si alguien caía en desgracia y tenía la suerte de no acabar entre rejas, se veía privado de ganarse el sustento. A médicos, arquitectos, abogados, profesores, ingenieros, se les prohibió ejercer sus profesiones, entrar en la Universidad, escribir en la prensa, tener una consulta. Hubo muchos obligados a trabajar bajo pseudónimo o clandestinamente, gente proscrita y condenada a la miseria o a la prostitución, qué remedio.
También hay frívolos “valerosos” que reprochan a los españoles no haberse echado a la calle para parar el golpe de Tejero el 23-F, olvidando que los golpistas utilizaron las armas y que había tanques en algunas calles. Cuando hay tanques nadie se mueve, y lo sensato es no hacerlo, porque aplastan. Hoy las protestas tienen a menudo un componente festivo (la prueba es que no las hay sin su insoportable “batucada”), y quienes participan en ellas se creen que nunca ha habido más que lo que ellos conocen. Reprocharles a una o dos generaciones que Franco muriera en la cama es como reprocharles a los alemanes que Hitler cayera a manos de extranjeros o a los rusos que Stalin tuviera un fin apacible. Hay que ser tolerante con la ignorancia, salvo cuando ésta es deliberada. Entonces se llama “necedad”, según la brillante y antigua (retirada) definición de María Moliner de “necio”: “Ignorante de lo que podía o debía saber”.

sábado, 24 de febrero de 2018

Los centros de torturas de la dictadura de Trujillo: revelaciones sobre la Silla Eléctrica


Alejandro Paulino Ramos - 24 de febrero de 2018 - 6:00 am -  Deja un comentario
Foto: Jose Messon torturado en la silla eléctrica en 1959
Desde noviembre de 1961, por lo menos de manera pública,  en República Dominicana se viene hablando de la “Silla Eléctrica”, tenebroso artefacto construido para torturar, obtener confesiones y producir la muerte de opositores al régimen de Trujillo a través de la aplicación de descargas eléctricas.
La “Silla” estaba instalada en la cárcel clandestina de La 40, en lo que hoy es la famosa barriada de Cristo Rey. Esa prisión fue destruida en la primera semana de junio de 1961, a 3 o 4 días después de la muerte del dictador. Junto a la destrucción del presidio clandestino, también se hicieron desaparecer, para esconder las huellas de la barbarie, todos los instrumentos con los que los prisioneros eran sometidos a crueles torturas, y entre los objetos destruidos, “desaparecidos” u ocultados, también fue escondida, se piensa que para siempre, aquel trono de la muerte que se popularizó como “La Silla”, aunque por mucho tiempo se rumoró de su existencia en algún depósito de maquinarias militares, o en un sótano de la antigua Compañía Dominicana de Electricidad.
Miguel Álvarez Fadul torturado en la silla eléctrica en 1959
Por suerte y para bien de la historia, varias imágenes del fatídico mueble lograron salvarse, aunque tuvieron como precio las vidas de dos hermanos que laboraron para el Servicio de Inteligencia Militar. Esas fotos son las pruebas acusadoras de lo que fue la dictadura de Trujillo en materia del crimen. Los dos hermanos fotógrafos que trabajaban para el SIM y que se trasladaban a la cárcel de La 40 para fotografiar a los que eran sentados en la Silla, lograron quedarse con copias de muchas de las imágenes en las que se pueden ver los presos políticos sentados y torturados. Muchas de esas fotos, dice Cesar A. Saillant, que fue secretario personal de Ramfis Trujillo, eran coleccionadas por el hijo del sátrapa. 
Aun más, en el 2012, después de 51 años de la muerte de Trujillo, se presentó al Archivo General de la Nación el ex mayor de la Marina de Guerra, Guillermo Rivas Díaz de 93 años de edad, pero con una gran lucidez mental, y confesó en aparente arrepentimiento, pues se había convertido a la fe cristiana: que él había sido la persona que diseñó y construyó la “Silla Eléctrica” que se utilizaba en la cárcel de La 40, en los últimos años de la dictadura. (Véase un fragmento de la entrevista al final de este artículo).
Una o varias sillas eléctricas?
La generalidad de la población dominicana cuando se refiere a ese mueble convertido en instrumento del mal, ignora que no se trataba de una sola silla eléctrica la tenida por la dictadura de Trujillo, como tampoco era un solo centro de torturas donde esta era utilizada.
Al parecer existieron más de dos de estos horribles utensilios y por lo menos están confirmadas la existencia de uno en la cárcel de La 40 y otro en la “la cárcel del Nueve” de la carretera Mella. Se habla de una tercera silla, pero no se ha encontrado la forma de probarlo.
La primera silla era manejada por militares y civiles miembros del Servicio de Inteligencia Militar y la segunda por oficiales de la Avician Militar Dominicana(AMD), bajo el control directo del Servicio de Inteligencia personal que Ramfis Trujillo tenía en ese lugar. Esta última, fue construida bajo la influencia de los métodos utilizados para interrogar por el  sanguinario Johnny Abbes García. Sobre la posible existencia de la tercera silla eléctrica, que era utilizada especialmente para matar en horas de la noche, en el fragmento de entrevista al ex mayor Rivera Díaz, aparecen datos que pueden ayudar a aclarar las dudas sobre ese particular. También existe una foto, presentada por el fenecido escritor y periodista Juan José Ayuso y otras personalidades, que se corresponde con la descripción echa por el señor José Hungría en la citada entrevista.
Por otro lado, y tal y como lo cuenta Cesar A. Saillant, quien fue secretario personal del hijo mayor de Trujillo, y fue testigo de las torturas aplicadas en La 40 y en la “cárcel del Nueve”, su jefe Ramfis se dispuso   “a superar a Johnny Abbes, y si no lo logró le faltó poco. Allí—en la cárcel del Nueve—hizo colocar todos los instrumentos de tortura al igual que los de Abbes, y para que nada faltase también hizo construir su silla eléctrica, tomando aquella como modelo. Medios, instrumentos, fondos, de todo dispuso y de aquel simple servicio tan útil a la AMD—Aviación Militar Dominicana—hizo uno de los más horribles centros de represión política que pudieron haber existido en América”.
Por muchos años se ha puesto a circular la versión de que la silla eléctrica utilizada en la cárcel de La 40, fue traída desde Venezuela en 1958 a la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez. Otra versión da cuenta de que su construcción fue sugerida a Abbes García por el ciudadano alemán Ernesto Scott, quien era uno de los interrogadores al servicio del SIM en La 40, y que también trabajó como traductor empleado de la Presidencia. Pero nada de esto ha podido ser comprobado.
De la primera versión, dice el historiador  y poeta Tony Raful: “Cuando un hijo  y dos sobrinos del Lic. Rafael Filiberto Bonnelly, cayeron presos por su participación en el Movimiento Clandestino 14 de Junio, la lengua viperina del coronel Johnny Abbes García echó a correr la información, de que la silla eléctrica usada en la cárcel de La 40 (…), la había traído Bonnelly de Venezuela, a raíz de haber desempeñado el cargo de embajador dominicano en ese país, luego de ser usada por el dictador Marcos Pérez Jiménez (derrocado en 1958) contra sus opositores. (…)”.
Dos prisioneros politicos a la espera de ser sentados en la Silla.
“A raíz del ajusticiamiento de Trujillo—sigue diciendo Tony Raful—los trujillistas dolidos por el papel desempeñado por el Lic. Bonnelly en la transición democrática, al presidir el Consejo de Estado, que organizó elecciones libres ganadas por el Prof. Juan Bosch el 20 de diciembre de 1962, y agraviados por las leyes antitrujillistas de confiscación de los bienes de la familia Trujillo (…), arremetieron contra Bonnelly, y repitieron la versión de Johnny Abbes, de que Bonnelly había traído al país la silla eléctrica, donde torturaron a su hijo y a sus sobrinos”.  (Tony Raful. “Con Carlos Sully y Freddy Bonnelly”. Listín Diario, 22 de julio de 2014).
El rumor puesto a circular contra Bonnelly, como bien lo explica el citado historiador, fue una vulgar mentira del sector trujillista desplazado del poder, y quedó desmentido con el testimonio de Guillermo Rivas Díaz, el verdadero fabricante de la “Silla Eléctrica”.
En cuanto a la segunda versión, es posible que el alemán Scott, que sirvió en los campos de concentración de los alemanes al servicio de Hitler, haya sido el que propuso la construcción de la silla, aunque todavía quedaría determinar desde qué año ese señor se encontraba en el país, pues el mortífero aparato fue fabricado mucho antes de la existencia de La 40, presumiblemente entre 1953 y 1955,  y se sabe que la cárcel de La 40 tuvo sus inicios en 1957.
Las fotos que salvaron la historia
En cuanto a las fotografías en las que aparecen los prisioneros torturados sentados en la silla, en el exterior se conocieron y aparecieron publicadas muchos antes de que en Santo Domingo se tuviera conocimiento de su existencia. De acuerdo con el doctor Rafael Alburquerque Zayas-Bazan, quien fue uno de los torturados, los dos hermanos que trabajaban para el SIM tomaban las fotografías y lograban enviar copias a “una embajada de Santo Domingo y algunas de ellas salieron publicadas en un periódico del exterior. El fotógrafo fue descubierto en esa acción y asesinado a garrotazos limpios”.  Las fotos eran tomadas, cuenta también el fenecido periodista Santiago Estrella Veloz, por Pedro Aníbal Fuentes Berg, quien la entregaba a su hermano Gilberto que trabajaba en la Compañía Dominicana de Aviación, y este las enviaba al extranjero:
“Abbes García, al enterarse de que la foto de Messón y otros torturados se publicaron en el extranjero, ordenó el apresamiento y asesinato de los hermanos Báez Berg, sin que hasta el día de hoy se sepa dónde fueron llevados sus cadáveres”.
Una silla en los recuerdos
Cuenta Fredy Bonnelly, quien guardo prisión en La 40, que la “Silla” era  “un sillón de roble de los que se usaban normalmente en las oficinas públicas pero forrados los brazos, el asiento y la espalda con hojas de cobre, le ponían correas en los brazos y los pies para atarlos a ella y la conectaban a un dispositivo que aumentaba el voltaje”; mientras que Tomas Báez Díaz, que estuvo implicado en la muerte de Trujillo, y fue torturado también en las cárceles “del Nueve” y de La 40, narra lo siguiente:.
“Frente a estos (…) se encontraba la “Silla eléctrica”; un aparato construido originalmente (…), que consiste en un sillón antiguo, rústico, fuerte, de alto espaldar y solidos brazos, a cuya estructura le fueron añadidas planchas de cobre para hacer más efectivo el pase de la corriente eléctrica al cuerpo de las víctimas que allí éramos sentadas. Este aparato tiene en ambas patas delanteras y en su espaldar, cuatro correas de cuero destinadas a inmovilizar los brazos y las piernas. Sus redes eléctricas estaban instaladas debajo del asiento, conectadas al escritorio principal, desde cuyo tablero el verdugo aplicaba los diferentes tipos de corrientes que existían. El cuarto estaba revestido de un material aislante para que en el exterior no se oyeran los alaridos, los quejidos (….)”.
Una recreación artística de la silla eléctrica publicada en el periódico Unión Cívica en noviembre de 1961
La Silla ocupaba—sigue contando Freddy Bonnelly—un lugar dentro de la cárcel, que los prisioneros bautizaron como “la casita de Canadá”: Así llamaban al lugar habilitado para las torturas “de más o menos 6 x 8 metros, de madera techada de zinc, piso de cemento pulido, dos puertas, una al frente y otra al fondo, ambas en el medio y dos ventanas, en el medio de los otros dos lados. Dentro, a mano derecha lo primero que estaba colgado a la pared eran los instrumentos de tortura”.
El equipo utilizado en la secreta cárcel para infligir dolor, estaba formado por “fuetes de vegas de toro, algunos con alambre de púas enrollados, cables plástico de una pulgada de diámetro  con cable de acero en el centro, picanas (bastón eléctrico), trozos de bambú, tortor (pedazo de soga con dos pedacitos de madera para facilitar el ahorcamiento). Al lado de la esquina de la derecha y centralizados, estaban tres escritorios y detrás se sentaban los interrogadores con el mecanismo de la electricidad de la silla que estaba al frente. El nombre de la Casita en Canadá surgió de la canción que estaba de moda en esos días y se lo puso de forma jocosa Rene del Risco Bermúdez”.
Otro de los que fueron prisioneros políticos y que recuerda su paso por La 40 y la experiencia con la “Silla”, lo fue el ingeniero Cayetano Rodríguez del Prado, quien estuvo en esa cárcel junto a otros de sus compañeros por sus vínculos con el Movimiento Popular Dominicano (MPD).
Cayetano escribió en sus memorias, publicadas en el 2008, lo siguiente: Había otro pabellón “casi igual que el primero, y ambos con un portón de rejas y encima otro de madera que pretendía impedir la visión y quizás también la entrada o salida de ruidos. Bastante cerca del centro del patio había una pequeña edificación, o caseta, con un solo ambiente y, dominándolo todo, como se tratara de un trono, la fatídica silla eléctrica. (….). Bruscamente estrellaron mi cuerpo contra la estructura de metal de la silla eléctrica e inmediatamente unas correas se apretaron hasta más no poder sobre brazos y piernas, mientras mis pies descalzos hacían buen contacto con el piso de cemento y las manos con los brazos metálicos del diabólico aparato”.
Revelaciones del militar que fabricó la Silla
Guillermo Rivas Díaz, el mayor de la Marina de Guerra que fabricó la “Silla Eléctrica”, nació el 10 de febrero de 1917. Estudió Arquitectura en la Universidad de Santo Domingo y Electromecánica en Inglaterra. Sus estudios lo dotaron de los conocimientos que le permitieron diseñar y armar con sus propias manos el artefacto más temido de la cárcel de La 40. Rivas perteneció a la institución castrense por más de 10 años, desde aproximadamente 1947, y estudio en la zona militar de los Estados Unidos en el Canal de Panamá; además desempeñó funciones en el área de mantenimiento del “Destroyer Presidente Trujillo”.
Residente en la ciudad de Santo Domingo, era ahijado del historiador Emilio Rodríguez Demorizi y tuvo como asistente a un reconocido sicario, muerto recientemente de manera misteriosa, “un muchacho en esa época, que se llamó Evertz Fournier, Carlito Evertz Founier”.
El ex mayor de la Marina, que ahora está inmerso en la religión cristiana, parece que interesado en descargar su conciencia de lo que había sido su participación indirecta en los crímenes de la dictadura, hizo contacto con el Archivo General de la Nación a través de uno de los sobrevivientes de La 40, el señor José Hungría Sánchez Suero, quien lo presentó y ayudó en la coordinación de una entrevista.
Los datos espeluznantes suministrados por Rivas Díaz a los entrevistadores del AGN encabezados por el historiador Aquiles Castro en el 2012, no dejan espacios para las dudas: la “Silla” fue diseñada y fabricada por Rivas, como se podrá leer en el fragmento de la entrevista que a continuación insertamos, originalmente publicada en el Boletín del Archivo General de la Nación, año LXXV, volumen XXXVIII, número 135, correspondiente a los meses de enero-abril del 2013, paginas 153-187:
“Esa monstruosidad….” Entrevista a Guillermo Rivas Díaz.
Jose Messon torturado en la silla eléctrica en 1959
Por Aquiles Castro
“José Hungría Sánchez (JHS): ¿Cómo llega a usted la orden de trabajar en el proyecto de construir la silla eléctrica?
Guillermo Rivas Díaz (GRD). Esa es una sugerencia a través de Johnny Abbes… personalmente.
JHS: ¿Y quién más le acompañó?
GRD. Tomás Ferrer López, cuando eso era mayor. Puedo yo equivocarme, pero había un rango, más o menos entre capitán y mayor. Estamos hablando ya de los años 1952, 1953 aproximadamente. Yo tomo como punto de referencia que ya en esa época teníamos instrucciones de comenzar a desmantelar el aeropuerto General Andrews, que comenzamos en el 52-53 para pasarlo a San Isidro.
JHS: ¿Quiénes más trabajaron en ese proyecto, junto con usted, aparte de Tomás Ferrer López?
GRD. Bueno, porque sabe que ese es un proyecto prácticamente, como se dice, «de baúl», de pocas personas, por evitar la contaminación… Teníamos asistentes.
JHS: Pero quizás no sabían lo que estaban haciendo.
GRD. No, no, ellos no sabían.
Motivación del invento
“… Porque salieron gente muy estropeados físicamente de La 40, y a Trujillo no le gustó. Hubo gente con brazo roto, costilla rota y eso. Entonces lo que se buscaba era, ¿cómo se dice?, atropellar la psiquis, no lo físico. Igual que cuando estábamos preparando los pasillos; los pasillos deben ser pinturas opacas, los pasillos de lo que se llama depuración, que son pinturas opacas. Los pasillos para lo que se llama depurar, los pasillos de atropellar la gente; pero atropellarlos psíquicamente, no físicamente. Igual que usted saca esa lámpara de 110, le pone un bombillo de 220. Ese bombillo le da una luz opaca, que atemoriza. O sea, crear una psiquis, no física en el cuerpo.
Aquiles Castro (AC): Cuando usted habla del pasillo y de la luz: ¿entonces ustedes trabajaron no solo en el proyecto de la silla?
GRD: Era una obra completa, yo digo obra, un proyecto completo. Porque son cosas que usted no podía comunicársela a decir una, no, no, no, eso tenía su clase de gente.
JHS: … ¿Y dónde consiguieron los materiales?
GRD. Bueno, existió, en la Palo Hincado estaba el Élite, ¿verdad? ¿Élite u Olimpia, cuál era?
JHS: El Olimpia, el Élite estaba en la Pasteur.
GRD. Al lado estaba la Casa Virginia, ¿verdad?, seguido estaba Darsán. … equipos industriales, lo primero: calderas y demás piezas para ingenios y todo eso. Ahí fue que compramos nosotros los transformadores, o sea, dos transformadores de 110 a 15 mil. Entonces la salida da 15 mil voltios pero entonces se hizo combinación de series en paralelo. Si usted conecta dos transformadores de 110, para 15 mil voltios en serie, van a seguir siendo 110-15,000. Pero si usted los conecta en paralelo, multiplica por dos el voltaje. O sea, que a esta gente le daban choques de 15 mil y de 30 mil.
JHS: Eso se hacía desde un escritorio.
GRD. Sí, sí, porque había un transfercito ahí abajo.
JHS: Sí, tenía un interruptor que lo manejaba, cuando yo estuve, el capitán del Villar. Me dijo de los transformadores. ¿Y la placa de cobre que tenía la silla?
GRD. La placa de cobre la compramos, deje decirle, en la Arzobispo Nouel, creo que esquina 19 de Marzo, estaba Jaime Méndez, ahí. Quiero que me ayude, porque 93 años no son las neuronas de ustedes. Era Jaime Méndez que estaba ahí, ahí compramos nosotros la placa de cobre. Esa era la placa que usaban los fabricantes de la llamada despulpadora de café. Que eso trabaja con una serie de unos… porque es como si fuera un guayo, lo que ellos usan para despulpar el café, entonces esa plancha viene lisa. Los punteros esos se los hacen los que la confeccionan; que no es un guayo, no. Ellos le hacen unos brotes de boterola, como llaman ellos, que eso toca el [grano de] café, pero no lo rompe, nada más que la cáscara. Entonces aprovechamos ese cobre para crear entonces, porque la llamada silla era una mecedora, le quitamos los balances.
La silla eléctrica fabricada por el ex mayor Guillermo Rivas Diaz.
“Entonces lo que se hizo fue quitarle los balances a la silla, como [la] silla no tiene brazos, brazos tenía la mecedora. Estamos hablando de las llamadas mecedoras serranas, le quitamos los balances, entonces en los brazos los forraron con eso [la plancha de cobre], con unas tachuelitas. Pues eso fue trabajo de nosotros. Y entonces abajo, en la plazoleta, le pusimos una pandereta de madera, que estaba forrada, también, y aquí era que estaban las correas, en estos lados. La intención era el estar aquí [sentado], apoyado en este cuerpo, ya está totalmente metalizado, y la humedad del cuerpo multiplica [la conducción eléctrica], hay que tomar en cuenta eso.
JHS: Usted dice que los transformadores eran [el] doble de 15 mil voltios.
GRD. Dos transformadores de 110, pero con salida de 15 mil. Ese es el que se usaba para los quemadores de caldera[s]. Cuando inyecta el gasoil eso tiene dos electrodos que están constantemente, más o menos a esa distancia [varias pulgadas], tirando arco. Entonces ahí se prende el petróleo, que eso es para caldera. …Porque hay un voltaje demasiado elevado. En la medida que usted eleva el voltaje el amperaje cae, el amperaje es creado por sobrecarga.
JHSPero lo que yo le quiero preguntar es que si hubiera tenido amperaje, hubiera matado.
GRD. Precisamente.
JHS: Entonces, ¿la silla estaba hecha con la intención no de matar, sino de torturar?
GRD. Exactamente. Porque eso se ponía, usted le daba un choque a una gente con corriente alterna, vamos a suponer, de 110, y lo siente más que si le da 220, ¿usted sabía?
JHS: …Pero en la silla murió una persona.
GRD. Oh sí, ¿cómo no? Ahí murió un gran amigo mío que se llamó…, el famoso cardiólogo Tejada Florentino.
AC: ¿Qué provocó, si no estaba diseñada para esos efectos?
JHSPorque era un cardiópata, era cardiólogo y era cardiópata. Y él predijo la situación, o sea la anticipó antes que lo subieran.
GRD. Que él lo dijo, que sabía. Yo tengo [presión] 12-6, 12-8, pero hay gente de 15-10 ó 15-14 que no resisten.
JHS: La silla, que usted me dice que era una mecedora.
GRD. Una mecedora, de su origen era mecedora.
JHS: Que le quitaron los balances, porque las sillas no tienen brazos, entonces había que buscar un mueble que tuviera brazos. Y eso que usted dice, que tiene la característica que era una mecedora serrana, yo doy testimonio que tenía esa característica. ¿Y las tachuelas?.
AC¿Dónde localizaron la mecedora?
GRD. Oh, del mercado. Las tachuelas las compramos, deje decirle dónde… Estoy haciendo memoria, en la Palo Hincado, no es esquina Juan Isidro Pérez, no. Donde estuvo Manríquez fue en la Palo Hincado, no, en la Mercedes esquina Palo Hincado; ahí estuvo Manríquez, una ferretería. Que ellos tenían los almacenes en la [calle] Juan Isidro Pérez. Creo que está vivo, todavía, si no me recuerdo, que hace como tres años que nos vimos, que es Campo, aquel señor alto que tiene muchas canas, que es de los ejecutivos de Verdeja Comercial, el íntimo amigo mío, Campo, ahí fue que compramos las tachuelas.
JHS¿Y el señor Tomás Ferrer? ¿Murió?
GRD. Oh sí, Tomás murió hace mucho. Él murió me parece que en uno de los gobiernos de Balaguer. Porque mire, hablar de Tomás era una cosa exagerada, un hombre inteligente, ¿usted sabe lo que es inteligente? Eso es innegable, usted me habló a mí de él y me sentí como… Nosotros estuvimos más de diez años juntos, combinando proyectos, nosotros fuimos prácticamente los que hicimos a [el central] Río Haina.
JHSCuando iniciaron la construcción de la silla, ¿a usted no le vino el deseo de no participar?
Enrique Belliard Sosa torturado en la silla eléctrica en 1959
GRD. Bueno, hablar eso sería una utopía, porque sabíamos lo que era. Era una petición de Trujillo, y eso era, como dicen, sí, sí. No podemos, no, no… Vamos a quitarnos la venda. Hay que verse, como decía Richardson, el de la Marina, hay que saber cuándo usted mete la mano, dónde es que está el tizón. Fue muy bonito en los blichers, tírale, fájate ahí con ese…
JHS¿Y su compañero Tomás no le comentó nada de no participar?
GRD. No, no, porque prácticamente yo era un hombre de confianza.
JHSSí, ¿pero no le dijo sentirse molesto?
GRD. No, no, no, no, si le digo, hablo mentira, pero era una orden y había que hacerla. Ese es un trabajo de menos de una semana, menos de una semana. Porque lo primero que estaba era la idea; la idea se plasma, y después de plasmada, hacerla… los transformadores estaban abajo del escritorio… ahí solamente iban dos alambritos.
JHSDos alambres, sí, que pasaban. O sea, que la carga se la traspasaba del escritorio a la silla.
GRD. Oh, sí, el que estaba allá interrogando: «mira, que e᾽to y que lo otro». O sea, había gente que eran rebeldes, como se llamó, que eran rebeldes.
AC: ¿Ustedes la instalaron, insisto, allá mismo?
JHS: En la misma cárcel de La 40, o sea, usted fue donde estaba la cámara de tortura, en La 40.
GRD. Seguro que sí. Eso estaba montado como si fuera una caja de limpiabotas; que, ¿se va a acomodar para allá?, allá se lleva.
¿Hubo otra silla?
JHS¿Usted sabía, o tiene conocimiento sobre otra silla, o si usted participó, que había en La 40? Que era una silla de metal completa, de color gris, como de tubo galvanizado.
GRD. No tengo ese conocimiento, aquí posiblemente que hubiera.
JHS: Bueno, yo le voy a decir que no es, posiblemente, porque esa silla yo la vi, esa silla se usaba para matar. Nosotros, yo, por el tiempo que estuve ahí, yo estuve cuatro meses allí y pico, inclusive yo estaba ahí cuando mataron a Trujillo, estuve como 15 días. Salí de La 40 demoliéndola, ya casi totalmente demolida. Y esa silla, a mí me sacó el capitán del Villar un día a las cuatro de la madrugada, y me llevó a la silla eléctrica. Pero en la noche, ya nosotros por el tiempo que teníamos, teníamos el control, sabíamos el movimiento de la cárcel, y sabíamos que iban a matar gente. Nosotros le decíamos a eso la hora cero.
“Esa noche mataron de dos a tres personas, y en la madrugada me sacaron. O sea, que los que fueron a matar se fueron ya, la cárcel quedó normal. Debo decir que las muertes, los asesinatos comenzaban de siete de la noche en adelante. Recuerdo que difícilmente pasara un día que estaban matando gente de las diez de la noche, eso terminaba antes de las diez de la noche. Entonces me llevaron a las cuatro de la mañana a la cámara de tortura, y yo me sorprendo porque hay una silla al lado, como a pie y medio, de la de torturar, y me sientan ahí. Del Villar comienza a sacarme confesiones, o tratar de sacarme confesiones, y cuando no lo logra dice estas palabras: «Mira, buen “hijo᾽e la gran puta”, tú priva de guapo, evita que te siente en esa», en la silla de metal que estaba a pie y pico. Y la mandó a guardar, diciéndole estas palabras a quien le dio la orden: «Ve, llévate y guarda eso, que se nos quedó anoche, después que terminamos de trabajar».
GRD. Sí, porque ese era el trabajo.
JHS: El trabajo era ese. Entonces la silla la guardaron en un cuarto que había. No sé si mal recuerdo, que era techado de asbesto o cemento, que estaba cerca de una mata de bambú, ahí metieron esa silla. Esa silla nadie habla de ella, porque todo el que sentaron ahí no volvió. Cuando ponían la silla a funcionar prendían un vehículo o un motor.
GRD. Sí, para amortiguar.
JHS. Para que no se oyera la situación. Yo un día oí uno, y fue nada más un ¡ay!, y ahí quedó. Entonces esa silla es que yo quisiera saber de dónde procedió, porque nadie sabe. Y yo he hablado con personas que han tenido relación con esto, y no saben dónde fue a parar, cuál fue su origen, ni su destino saben.
El periodista, recientemente fallecido, Juan Joseé Ayuso acompañado de varias personalidades mostrando una de las sillas eléctricas
“Bueno, pues mi pregunta es, después que usted terminó de hacer, con su compañero de la Marina de Guerra, de hacer la silla, montarla ¿su vida siguió igual?
GRD. Bueno, para mí, después de un tiempo para acá yo he recibido especie de una metamorfosis. Uno compara aquel tiempo con este y hay un contraste muy diferente, vivíamos bajo un terror.
JHS: Y las descripciones que yo daba, eso era un toque de queda. Las veces que yo tuve que hablar de La 40 llevé a un hijo de Prin Ramírez; hicimos un programa, una semana entera estuvimos dando explicaciones. Nada, y era lo cierto, no había invento. Y yo sabía tantas cosas de La 40 por la cantidad de tiempo. Porque debo dejar esto sentado, que los presos en La 40, de Trujillo, no estaban más de 15 días. Cuando pasaba más de ahí, era porque era muerto, y yo tenía ya cuatro meses y pico. O sea, que a mí no me quedaba otra alternativa, lo que ocurrió fue que a Trujillo lo mataron en ese ínterin, y por eso quedé vivo.
José Alejandro Brito (JAB): Una intervención, creo que breve. Es importante que ustedes nos digan el tiempo que duró la silla eléctrica funcionando en la cárcel.
GRD. Ese proyecto, digo proyecto, porque no se dice proyecto, diríamos esa monstruosidad, pero hay que llamarle proyecto. Eso se origina a raíz del año de la Feria [de la Paz] del 1953 al 1955; ya en esa época se estaba gestionando. Porque salían gente bien maltratada: esa gente que le arrancaban las uñas, esa gente que le aplicaban «el cúnigan» por las orejas, por los testículos. «El cúnigan» era como un alicate de presión. La tripa de fusta… eso era de los cables esos; entonces se mandaba, había un maestro, que era talabartero, que estaba en la Salcedo número 15, en San Carlos. Él era el que vendía, era especialista, hacía fustas, pero eso estaba revestido de cuero.
“Él tiene la tripa esa, porque nosotros la pedíamos por grupo. Esa la guardé, yo se la mandé. Le voy a regalar, ello hay uno que usan los…, ahora mismo se usa para estatuas y cosas, los grabadores. Este tiene un regulador, trabaja con 110, tiene alante una punteriíta, que ello hay medallas y hay piezas que no se pueden golpear, sino se hacen por vibración. Yo tengo una de esas, que se la voy a regalar, esa es eléctrica. Esa la compré yo en, déjate decir, no fue en Hato Rey, eso fue en Puerto Nuevo en Puerto Rico. Es un aparatico como así, tú te lo echas en lo bolsillo; eso se le aplicaba por los oídos, por el ano, por los testículos. Oiga, pero ¡un vibrador!, usted le da un poquitico y le aumenta. Como yo era del combo, yo vi ese aparatico, lo probamos allá, y digo: ¡oh!, pero mira, este aparato se puede servir. Porque solamente producirle una vibración en un oído, ¡oh! Dígamelo a mí, que a mí se me rompieron los tímpanos en La Marina, yo no tengo, los dos se me rompieron con artillería. Lo que más molesta es el ruido, hay un ruido que molesta.
Fue espiado
JHS: . … le hago la pregunta, porque una persona que trabajó en la construcción de ese aparato, como yo viví el régimen de Trujillo, sé que debió ser una persona altamente vigilada, para que no produjera informaciones sobre eso. ¿Usted no se sintió vigilado?
GRD. ¡Oh!, pero eso lo sabíamos. Yo tenía un llamado asistente, bueno él murió hace como diez años, que ese tipo le hizo un informe a Johnny Abbes, que Johnny no lo aceptaba. Tuvimos un problema para la invasión de Luperón, del 1949, 19 de junio del 1949. La misión mía era darle seguimiento, que creo que era, me parece, si mal no recuerdo, que era el abuelo, era abuelo o era pariente del patólogo, este moreno, ¿cómo es?, Sarita Valdez. (…). Entonces, ese señor que es mi llamado asistente, que era un muchacho en esa época, que se llamó Evertz Fournier, Carlito Evertz Fournier. Ese ni cédula tenía, era un muchacho, prácticamente.
Cesar Jimenez torturado en la silla eléctrica
JHSEse era un sicario.
GRD. ¡Ah bueno, imagínese! Y ese señor trae un informe, sí usted me vio a mí, yo sí, yo estoy en ese servicio. Porque ese hombre había que localizarlo, ubicarlo. ¡Anjá! Entonces vamos, no, así no, porque usted sabe, no. Me cuentan que él le dijo directamente a Ludovino, «fue a la cabeza que yo le tiré», ¿usted sabe el hombre que usted iba a matar? Negro era un hombre peligroso, le digo, peligroso. (…).
JHS¿Y usted no tuvo otro percance, después que usted terminó de construir o participar en la construcción de la silla, no hubo otro percance que usted sintiera persecución?
GRD. Siempre uno siente persecución, porque déjele explicar, al desmantelarse el régimen, usted se mantiene, como dicen, estoy en la plataforma. Pero cuando se dice: «mira, la plataforma se derrumbó allí». Es como el marino, que está en babor y le está entrando agua al barco por estribor; o está en popa y le entra agua por proa. Dice: «concho, ta᾽ en peligro la Santa Bárbara». Todo tiene un momento, eso es lo [que] a mucha gente hay que sacarle de la mente. ¿Cómo se consigue eso? Yo desconozco esa fórmula, hay que vivir en el terreno”. (Hasta aquí el fragmento de la entrevista aparecida en el Boletín del Archivo General de la Nación).
Después de repasar las informaciones que han sido publicadas, principalmente por los sobrevivientes de La 40 y de la cárcel del Nueve, solo nos queda preguntar sí a más de 56 años de la muerte del dictador, todavía se justifica que aquel inhumano instrumento (que es posible que fueran tres) fabricado para provocar la muerte y el dolor, permanezca todavía oculto, escondiendo lo que fue la dictadura de Trujillo. Ojala y la Silla o las sillas se pudieran rescatar para completar la historia de ese período de barbarie.
(Entre las fuentes utilizadas para este artículo se encuentran: Aquiles Castro. “Guillermo Rivas Díaz: “¡Esa monstruosidad: entrevista!”. BAGN, número 135, enero-abril (2013); Cayetano Rodríguez del Prado. Notas autobiográficas: recuerdos de la legión olvidada (2008); Cesar Augusto Saillant Valverde. Mis memorias junto a Ramfis Trujillo, 1957-1961 (1967?); Fredy Bonnelly. Mi paso por La 40 (2009); Tomas Báez Díaz. En las garras del terror (1986); Tony Raful. “Con Carlos Sully y Freddy Bonnelly”Listín Diario, 22 de julio (2014).

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