31 de mayo de 2016 - 6:06 am -
Fátima Portorreal considera que en la década de los años sesenta se pudo tener la oportunidad de haber roto con el trujillismo pero se perdió la oportunidad y se implantó "lo que se llama el neo-trujillismo".
Santo Domingo (EFE/Cristina Ozaeta).- El exdictador dominicano Rafael Trujillo (1930-1961) fue ejecutado hace 55 años, pero expertos locales consideran que aún se manifiestan en el país resabios de un autoritarismo que domina muchas facetas de la vida nacional, y no solo en la actividad política.
“Es una herencia del largo período de su feroz dictadura que sufrimos durante poco más de tres décadas, a partir de 1930”, opinó en declaraciones a Efe el periodista y escritor Miguel Guerrero, quien considera que ese autoritarismo “está aún presente en la esfera empresarial, cultural y deportiva e incluso en la relación familiar”.
“El hecho de que la transición a formas democráticas se diera dentro de las propias estructuras político-militar de aquel régimen ha perpetuado ese legado, que nos traba el tránsito hacia modelos de comportamiento más abiertos en el quehacer nacional”, agrega Guerrero, miembro de número de la AcademiaDominicana de la Historia.
Tampoco andan muy lejos de esa opinión los antropólogos Carlos Andújar y Fátima Portorreal, quienes fueron consultados por Efe con motivo de conmemorarse hoy el aniversario de la muerte de Trujillo.
Andújar también cree que la sociedad dominicana “no se ha distanciado de Trujillo”, y considera que el franquismo (España) junto con el castrismo (Cuba) contaban con una doctrina, y para superar esos períodos es crucial romper con esas doctrinas e ideologías, algo que aquí en la República Dominicanacree que no se ha producido.
Una doctrina e ideología trujillista que era “anticomunista, antihaitiana y muy católica” y que aún al día de hoy “sigue enraizada en muchos partidos políticos”, según opina Andújar.
Un Andújar convencido de que una de las transiciones a la democracia más traumáticas en Latinoamérica, fue la vivida por la RepúblicaDominicana.
A su vez, Guerrero cree que todavía, más de medio siglo después, el miedo a la autoridad sigue latente y se expresa de las maneras más incomprensibles incluso al interior de la vida de los partidos, “donde la práctica democrática es una ilusión y el liderazgo muy personal”.
“No es extraño, por tanto, que muchos personajes del trujillismo tengan aún vigencia en la actividad partidaria y poder de decisión en el ámbito de los negocios”, explica a EFE el escritor.
De todas formas reconoce que es cierto que muchas cosas han cambiado y los dominicanos gozan de plena libertad para asociarse y hablar mal de los gobiernos.
“Pero la práctica democrática está condicionada por el carácter insular que proviene de nuestra condición geográfica y nuestra herencia política y continúa subordinada al miedo a la autoridad que emana de un liderazgo tradicionalmente fuerte y el miedo a un vecino que muchos consideran una amenaza a la independencia”, reflexiona.
“Un miedo xenofóbico que dificulta el buen entendimiento con un estado con el que compartimos una frontera muy porosa y fuente permanente de corrupción”, añade.
Sin embargo, Guerrero quiere dejar claro que “comparar las formas de aquél período funesto con las normas de vida prevalecientes sería un absurdo. Equivaldría a decir que el orden imperante entonces es preferible a la veces incomprensible desorganización y desorden que trae consigo el disfrute de la libertad que nos hemos ganado”.
Por último, Fátima Portorreal considera que en la década de los años sesenta se pudo tener la oportunidad de haber roto con el trujillismo pero se perdió la oportunidad y se implantó “lo que se llama el neo-trujillismo”.
En este sentido, indicó que el PRD tuvo entonces una oportunidad desaprovechada de lograr la transición mediante una mayor implicación con las bases y una apertura de las libertades y con la llegada del PLD “se consolidó un modelo de estado-nación con base en la dictadura” a través del “control absoluto de todo”.
Hace 55 años Trujillo murió tras recibir varios tiros cuando viajaba en su automóvil acompañado solo de su chófer.
Su hijo, Rafael (Ramfis) Trujillo, asumió el control de la nación y desató una feroz persecución contra los ejecutores de su padre, dando muerte a casi todos, aunque junto a su familia debió abandonar el país a finales de 1961 ante la presión nacional e internacional. EFE
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