No es menos grave el terrorismo de Estado ejercido principalmente por gobiernos de facto, que se transformaron en dictaduras.
Larga es la lista de dictadores en América Latina que han ejercido un cruel terrorismo de Estado, los que en su inicio en el poder contaron con el apoyo principalmente de los EE.UU:
Anastasio Somoza, Leonidas Trujillo, Pérez Jiménez, Rojas Pinilla, Alfredo Ströessner, Castello Branco, Ernesto Videla, Augusto Pinochet, Hugo Banzer, Pacheco Areco, etc.
Las dictaduras latinoamericanas ( entre las décadas de los setenta y los ochenta principalmente) ejercieron un cruel terrorismo de Estado como una conducta permanente de sus agentes para ejecutar, asesinar, torturar, secuestrar, separar niños de sus madres en las cárceles clandestinas que poseían, hacer desaparecer a personas, mentir por los medios de comunicación que siempre controlaron y desvirtuar de este modo la verdad e incluso la desaparición de osamentas en cementerios clandestinos para eludir la acción de la justicia y permanecer así en el tiempo en la impunidad.
Sin embargo y a pesar de existir altos grados de desconfianza entre ellos (los dictadores latinoamericanos), su odio hacia todas aquellas personas que consideraban como elementos marxistas-leninistas los llevó a concertarse en planes y acciones comunes -para cazar y darles muerte en las crueles circunstancias ya descritas- como el Plan Cóndor llevado a cabo por las dictaduras de Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay, pasando a la Historia como un trágico paradigma de estas funestas dictaduras, de las cuales la conciencia mundial clama por la formación de la Corte Penal Internacional para que ningún violador de los Derechos Humanos en el mundo entero quede impune de sus fechorías.
La dictadura de Pinochet llevó el terrorismo de Estado al mismo corazón de EE.UU., al hacer estallar una bomba terrorista a cuadras de la Casa Blanca, en la ciudad de Washington, el 30 de septiembre de 1975, donde murieron el ex-canciller chileno Orlando Letelier y su secretaria, la ciudadana norteamericana Ronnie Moffit. Idéntico es el caso del asesinato en Buenos Aires del ex-comandante en Jefe del Ejército chileno Carlos Prats y su esposa.
También no se debe olvidar a uno de los más grandes opresores y asesino contra su pueblo como lo fue José Stalin, quien en sus purgas y campos de concentración asesinó a millones de sus compatriotas.
En esta amarga lista también no hay que olvidar a los dictadorcillos, peones y admiradores de Stalin como Nicolás Coecescu, Saddam Hussein y tantos otros de la pasada órbita socialista.
Especial reparo merece el despiadado dictador Saddam Hussein, quien en su inicio fue apoyado por los EE.UU., en obtener su armamento pesado, como contraposición al emergente poder de Irán, liderado por el fundamentalista Ayatolah Komeini.
El narcoterrorismo es otra de las crueles caras del terrorismo que merece toda la acción combinada de las policías del mundo para combatirlo. Sin embargo, mientras existan: los cultivos de plantas de las cuales se extraigan estupefacientes, existan redes de tráfico y comercialización, autoridades, jueces y policías corruptos, lavados de dinero, raptos, chantajes, las guerras entre los carteles de las drogas y la degradación de los consumidores de drogas hasta los niveles más bajos- nos estarán señalando a cada instante nuestro más rotundo fracaso en el combate contra las drogas, contra su tráfico y contra el narcoterrorismo.
Vemos con gran inquietud como el “terrorimo clásico” está cambiando su accionar para vulnerar los sistemas de seguridad que una sociedad organiza para protegerse. Ya casi no está el terrorista que usa una arma corta, o un explosivo que es lanzado de algún vehículo en movimiento. El ataque de un terrorista a personas está siendo franqueado por efectivas medidas de seguridad, a pesar que en la actualidad la ETA ha asesinado a varios políticos y personas importantes en España. La cantidad de explosivo ha aumentado y el uso de carros bombas se ha incrementado fatalmente. El rapto de aviones para cobrar grandes recompensas generalmente ha terminado en forma trágica para todos sus protagonistas, víctimas inocentes como la tripulación del avión, pasajeros y los propios terroristas. Se especializan tecnológicamente y ya no es ficción pensar en el uso de aviones con cargas explosivas para ser usados como proyectiles, el envenenamiento del agua potable de una ciudad, las armas bacteriológicas y químicas y el robo y uso de bombas nucleares.
Cambian su “modus operandis”, y de un terrorismo selectivo, pasan a un terrorismo masivo ayudados en gran forma por la complicidad de un mundo mediático globalizado en sus problemas y en sus comunicaciones de los horrores. Ya no existen sólo culpables en sus países de origen, los buscan también a través de todo el mundo, sus redes son transversales e internacionales.
(Carlos Cabezas Gálvez,
escritor y ensayista)
Larga es la lista de dictadores en América Latina que han ejercido un cruel terrorismo de Estado, los que en su inicio en el poder contaron con el apoyo principalmente de los EE.UU:
Anastasio Somoza, Leonidas Trujillo, Pérez Jiménez, Rojas Pinilla, Alfredo Ströessner, Castello Branco, Ernesto Videla, Augusto Pinochet, Hugo Banzer, Pacheco Areco, etc.
Las dictaduras latinoamericanas ( entre las décadas de los setenta y los ochenta principalmente) ejercieron un cruel terrorismo de Estado como una conducta permanente de sus agentes para ejecutar, asesinar, torturar, secuestrar, separar niños de sus madres en las cárceles clandestinas que poseían, hacer desaparecer a personas, mentir por los medios de comunicación que siempre controlaron y desvirtuar de este modo la verdad e incluso la desaparición de osamentas en cementerios clandestinos para eludir la acción de la justicia y permanecer así en el tiempo en la impunidad.
Sin embargo y a pesar de existir altos grados de desconfianza entre ellos (los dictadores latinoamericanos), su odio hacia todas aquellas personas que consideraban como elementos marxistas-leninistas los llevó a concertarse en planes y acciones comunes -para cazar y darles muerte en las crueles circunstancias ya descritas- como el Plan Cóndor llevado a cabo por las dictaduras de Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay, pasando a la Historia como un trágico paradigma de estas funestas dictaduras, de las cuales la conciencia mundial clama por la formación de la Corte Penal Internacional para que ningún violador de los Derechos Humanos en el mundo entero quede impune de sus fechorías.
La dictadura de Pinochet llevó el terrorismo de Estado al mismo corazón de EE.UU., al hacer estallar una bomba terrorista a cuadras de la Casa Blanca, en la ciudad de Washington, el 30 de septiembre de 1975, donde murieron el ex-canciller chileno Orlando Letelier y su secretaria, la ciudadana norteamericana Ronnie Moffit. Idéntico es el caso del asesinato en Buenos Aires del ex-comandante en Jefe del Ejército chileno Carlos Prats y su esposa.
También no se debe olvidar a uno de los más grandes opresores y asesino contra su pueblo como lo fue José Stalin, quien en sus purgas y campos de concentración asesinó a millones de sus compatriotas.
En esta amarga lista también no hay que olvidar a los dictadorcillos, peones y admiradores de Stalin como Nicolás Coecescu, Saddam Hussein y tantos otros de la pasada órbita socialista.
Especial reparo merece el despiadado dictador Saddam Hussein, quien en su inicio fue apoyado por los EE.UU., en obtener su armamento pesado, como contraposición al emergente poder de Irán, liderado por el fundamentalista Ayatolah Komeini.
El narcoterrorismo es otra de las crueles caras del terrorismo que merece toda la acción combinada de las policías del mundo para combatirlo. Sin embargo, mientras existan: los cultivos de plantas de las cuales se extraigan estupefacientes, existan redes de tráfico y comercialización, autoridades, jueces y policías corruptos, lavados de dinero, raptos, chantajes, las guerras entre los carteles de las drogas y la degradación de los consumidores de drogas hasta los niveles más bajos- nos estarán señalando a cada instante nuestro más rotundo fracaso en el combate contra las drogas, contra su tráfico y contra el narcoterrorismo.
Vemos con gran inquietud como el “terrorimo clásico” está cambiando su accionar para vulnerar los sistemas de seguridad que una sociedad organiza para protegerse. Ya casi no está el terrorista que usa una arma corta, o un explosivo que es lanzado de algún vehículo en movimiento. El ataque de un terrorista a personas está siendo franqueado por efectivas medidas de seguridad, a pesar que en la actualidad la ETA ha asesinado a varios políticos y personas importantes en España. La cantidad de explosivo ha aumentado y el uso de carros bombas se ha incrementado fatalmente. El rapto de aviones para cobrar grandes recompensas generalmente ha terminado en forma trágica para todos sus protagonistas, víctimas inocentes como la tripulación del avión, pasajeros y los propios terroristas. Se especializan tecnológicamente y ya no es ficción pensar en el uso de aviones con cargas explosivas para ser usados como proyectiles, el envenenamiento del agua potable de una ciudad, las armas bacteriológicas y químicas y el robo y uso de bombas nucleares.
Cambian su “modus operandis”, y de un terrorismo selectivo, pasan a un terrorismo masivo ayudados en gran forma por la complicidad de un mundo mediático globalizado en sus problemas y en sus comunicaciones de los horrores. Ya no existen sólo culpables en sus países de origen, los buscan también a través de todo el mundo, sus redes son transversales e internacionales.
(Carlos Cabezas Gálvez,
escritor y ensayista)
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