Por distintas vías, el dictador Rafael Trujillo estaba por completo enterado de que se organizaba en Cuba una expedición armada contra su régimen. Solo aguardaba saber la fecha.
Agentes de seguridad de Estados Unidos, informes obtenidos entre militares de ese país en Panamá y la infiltración de uno que otro hombre en el campamento de los héroes de junio de 1959 colocaron a Trujillo en pie de guerra ante la inminencia de la gesta del 14 y 20 de junio, que marcaría el principio del fin de su prolongada tiranía.
En su delirio por contener la incursión armada, se produjeron varios incidentes en la costa norte del país con la intercepción agresiva de embarcaciones norteamericanas, lo que condujo a protestas diplomáticas, ya que la dictudora sabía que las embarcaciones que utilizarían los casi 200 patriotas llevarían bandera de Estados Unidos como una forma de distraer la atención de la entonces Marina de Guerra.
Como se consigna en el libro Desembarco de la gloria, del periodista y escritor Juan Delancer, agentes de seguridad norteamericanos ya habían elaborado reportes sobre la partida de contingentes de dominicanos que viajaron a La Habana con el propósito de integrarse al recién formado Ejército de Liberación Dominicana, encabezado por Enrique Jiménez Moya.
Era su turno
Con 29 años en el poder, Rafael Trujillo veía desgastarse su gobierno autoritario que administraba como empresa familiar con algunos asociados. La situación económica empezaba a resquebrajarse merced de una crisis de carácter externo combinada con los excesivos gastos que hiciera en la pomposa Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre para celebrar el 25 aniversario de su llegada al poder.
Naciones como Venezuela encabezaban una oposición significativa en su contra en el plano internacional y Estados Unidos estaba a punto de retirarle el apoyo que por décadas le había garantizado.
La Revolución Cubana, liderada por Fidel Castro, y Rómulo Betancourt, que adversaba a Trujillo desde Caracas, brindaron las condiciones para que los exiliados dominicanos obtuvieran el apoyo indispensable para que se organizaran las expediciones con sustento económico de ambos gobiernos.
Tras la caída del régimen fascista de Adolfo Hitler, una oleada de descolonización cabalgó por todo el mundo. Los años 50 vieron cómo en América Latina se desplomaban las dictaduras. Trujillo debía ser el próximo.
Como parte de sus aprestos para enfrentar la llegada de los expedicionarios, el general Ramfis Trujillo, hijo del dictador, y comandante de las fuerzas terrestre, aérea y marítima, ordenó entre otras medidas colocar obstáculos y abrir zanjas en distintos puntos con extensiones de terrero donde pudiera aterrizar una nave. Por igual, se dispuso una estricta vigilancia en las costas que incluía a más embarcaciones de guerra, vigilancia de pescadores, alcaldes y otros civiles.
En el campamento de los héroes, levantado en Mil Cumbres, Pinar del Río, al oeste de La Habana, más de un individuo fue sorprendido en labores de espionaje como parte de la incursión de los poderosos servicios de inteligencia de Trujillo que dirigía el temible Johnny Abbes García.
Llegaron llenos de patriotismo
El plan inicial de las expediciones, que utilizaran un avión y dos yates, consistía en que la nave, un Curtis C-46, aterrizara en Constanza en el atardecer del domingo 14 de junio y que con ello las fuerzas de Trujillo se concentraran en aquella zona, mientras las dos embarcaciones alcanzaban la costa norte y con la distracción pudieran internarse en las montañas.
Lamentablemente, el sabotaje a bordo de los yates, la deshidratación, averías y otros avatares demoraron la llegada de los expedicionarios.
Con los primeros detenidos en Constanza, en poco tiempo se confiscaron mapas y otros documentos que permitieron poner en alerta a las tropas del régimen sobre la llegada de los yates Carmen Elsa y Tinima. Mientras se bombadeaba y perseguía a los casi 60 combatientes llegados por Constanza, la Aviación Militar Dominicana (AMD) abatió a buena parte de los expedicionarios que desembarcaron por Maimón, Puerto Plata. La Tinima pudo penetrar por la costa de Estero Hondo sin mayor inconveniente.
En enfrentamiento abiertamente desigual, que contó con el apoyo de nutridos grupos de campesinos armados con machetee, los expedicionarios de Constanza tuvieron en la falta de alimentos y en el cansancio enemigos tan crueles como el hostigamiento de las fuerzas regulares. En la zona norte, la denuncia y persecución de civiles, el agotamiento y el cerco de las tropas produjeron apenas escaramuzas y, en cambio, numerosas capturas y ejecuciones sumarias.
El régimen estimuló la persecución de civiles contra los guerrilleros, informándoles que cargaban grandes cantidades de dólares y que, además, recibirían jugosas recompensas que casi nunca fueron entregadas.
Aparte de fusilamientos cometidos en Constanza y lugares de la zona norte, previo interrogatorios, una parte apreciable de los expedicionarios, heridos o ilesos, fueron reportados como muertos a través de emisiones de la radio y la televisión estatal, pero en verdad fueron remitidos a la base aérea de San Isidro, donde sufrieron de inenarrables torturas y luego serían fusilados. Ramfis Trujillo dispuso que en tales ejecuciones participaran cadetes de la Fuerza Aérea como forma de comprometerlos forzosamente.
La llama augusta de la libertad
Si bien no obtuvieron el apoyo esperado en el país y sus expectativas de éxito se fraguaron basados en un romanticismo revolucionario inspirado en la guerrilla castrista, que florecieron en otras condiciones históricas, las expediciones del 14 y 20 de junio sembraron una simiente que, a un elevado costo de vidas valiosas, preparó el terreno para que dos años después desapareciera la dictadura que intentaron derrocar por la fuerza de las armas.
La diversa composición social de las expediciones explica en parte el fuerte impacto que produjeron las muertes de aquellos héroes. Desde profesores universitarios, médicos, deportistas y campesinos, pasando por parientes cercanos de funcionarios y allegados al régimen trujillista. La conmoción de aquel holocausto inspiró a muchos, sobre todo sectores de clase media, a organizarse clandestinamente en lo que más tarde se llamó el Movimiento 14 de Junio. A partir de allí, nada sería igual para Trujillo y sus paniaguados.
Aunque develado el movimiento a inicios de enero de 1960, torturados salvajemente numerosos de sus miembros, el régimen se desgajaba a pedazos. No había suficientes celdas para albergar el sentimiento opositor.
El asesinato de las hermanas Mirabal, el deterioro económico, la contención forzada de las fuerzas productivas, la represión cada vez más enfermiza y un panorama internacional cada vez más hostil al régimen desembocaron en la conjura del 30 de mayo y el pistoletazo liberador.
Datos
En su gran mayoría dominicanos, la expediciòn antitrujillista de Constanza, Maimón y Estero Hondo incluyó combatientes solidarios de Cuba, Venezuela y Puerto Rico, a más de dos norteamericanos y un español.
Los sobrevivientes de la gesta fueron los dominicanos Francisco Medardo Germán, Mayobanex Vargas y Gonzalo Almonte Pacheco y los cubanos Delio Gómez Ochoa y Pablito Mirabal, su ahijado.
Medardo Germán falleció hace unos años, mientras que Almonte Pacheco fue asesinado a poco de ser excarcelado y realizar un viaje a la frontera, pese a las advertencia de su familia de que no abandonara su hogar por temor a que fuera objeto de un atentado, como al efecto ocurrió. Gómez Ochoa viajò de regreso a La Habana junto al adolescente Mirabal, quien ingresó al ejército cubano. Siendo oficial, y por una de esas ironìas del destino, muriò impactado por una descargada eléctrica.
Gómez Ochoa, quien recibió la nacionalidad dominicana, reparte su tiempo entre Santo Domingo y La Habana. Vargas reside en su natal Bonao. Ambos son autores de libros en que testimonian su participación en las expediciones de 1959.
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