Por Carlos Navarro Ahicart
El asunto de Corea del Norte lleva tiempo dejando de ser cuestión de mofa hacia su aparentemente cómico dictador, Kim Jong-un. Detrás de esa redonda cabeza y ese aspecto de Shinnosuke Nohara castigado por los años se esconde un psicópata sediento de sangre,capaz de hacer cualquier cosa por mantenerse en el poder y por aterrorizar a los países que puedan hacerle frente. Con poco éxito, eso sí.
La tensión no ha dejado de escalar rápidamente desde que el déspota norcoreano decidió adoptar una política exterior tremendamente agresiva, amenazando con bombardear la isla de Guam, lanzando misiles por encima del territorio nipón o sugiriendo destruir el territorio americano con armamento nuclear. La especulación al respecto de si Corea del Norte tiene la capacidad, a día de hoy, de fabricarlo parece apuntar al terrible desenlace de un avance inesperado de su programa nuclear. Ayer, además, conocíamos que el régimen condenaba a muerte a cuatro periodistas surcoreanos por “insultar gravemente la dignidad del país”.
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