Durante la cruenta y vil dictadura de Rafael Leonidas Trujillo Molina, llegó al país de allende los mares una intérprete hija del caribe colombiano, dotada de un “temperamento” artístico muy especial, que al pisar suelo dominicano sintió como suya la tristeza que embargaba al pueblo en dictadura, sometido a los designios de quién se consideraba a sí mismo un “benefactor”.
La mujer de la que escribo había recorrido todos los pueblos que bordean el río Magdalena, el mismo que nos describió tantas veces el inmortal de la literatura Gabriel García Márquez, del que dijo estaba repleto de “palpitante vida” y de un “paisaje inacabable de animales y plantas”.
Tan inspirador fue el río Magdalena y sus alrededores para la literatura, como lo fue para la música que con tanto amor escribió Esther Forero, que luego la llevó por 11 años a una gira por todo el Caribe.
La novia de Barranquilla, como es reconocida en toda Colombia, une a la República Dominicana y al hermano país de Colombia, de una manera que resulta hasta mágica.
Preocupada por la tristeza que sintió al llegar a la capital de nuestro país, entendió que el símbolo más evidente de la opresión era el crimen que había constituido desterrar el nombre “Santo Domingo” y llamar a nuestra capital “Ciudad Trujillo”. Invitada por un grupo de periodistas opositores al régimen, participó de un evento benéfico, al que se propuso aportar una bella composición que llamó “Bolero a Santo Domingo”. Fue su primera canción, según ella misma contó en algún momento.
El “atrevimiento” de Esther Forero causó la molestia del régimen. Incluso, mientras ella cantaba en el Teatro Capitolio acompañada del Trío Jaragua, el dictador encabezó otro acto social que buscaba eclipsar el evento de sus opositores.
Lamentablemente, el Bolero a Santo Domingo fue eliminado de la cultura popular dominicana. Es desconocido para la mayoría de los dominicanos. Ha sido gracias a las gestiones del embajador de la República de Colombia en nuestro país, el amigo José Antonio Segebre, que se ha podido rescatar esta joya dedicada a nuestra ciudad.
Forzada a salir del país luego de su afrenta al régimen, la novia de Barranquilla viaja a Puerto Rico, y de ahí a Cuba y a otros países de la región, donde lucha contra el hecho de ser mujer y ser artista, afrontando, tal y como escribió Heriberto Fiorillo, columnista de El Tiempo de Colombia, “el desprecio de ceja levantada desplegado por una sociedad que solo imaginaba y respetaba a sus mujeres en el hogar”.
Jorge Artel, poeta cartaginés, su compañero y consejero, le diría alguna vez “no cantes de todo, cante lo nuestro”, en referencia a que debía cantar del folclor colombiano. Hoy en día “lo nuestro” de Esther Forero es tan de Barranquilla como de todo el Caribe y, en especial, de la República Dominicana.
Con el rescate de tan bella canción, hemos redescubierto el rol de Esther Forero en la música dominicana, los vínculos musicales que unen al Caribe y el papel del merengue y el folclor colombiano, en las relaciones dominicano-colombianas. A ella debemos “La guacherna”, “Volvió Juanita” y tantas otras canciones más.
Reunidos en el Salón La Fiesta del Hotel Jaragua hace unas semanas, se hizo homenaje al papel que juega la música en las relaciones de ambos países, donde quedó claro que nuestros merengueros son adorados en tierra colombiana, en especial en Barranquilla, ciudad mágica, caribeña como nosotros.
Hace apenas unas semanas, una misión oficial nos llevó a Medellín, Colombia, con la excelsa compañía del embajador Segebre. Entre actividades oficiales, reuniones, discursos e intervenciones públicas, hubo tiempo para hablar de la música como el lenguaje común del Caribe. La pasión con la que nos habló de Esther Forero es inspiración de estas líneas, para que sirvan de testimonio de los lazos y sueños comunes de libertad, democracia y progreso que unen a nuestros países.
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