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domingo, 2 de abril de 2017

Cartes, Lugo y sus lacayos, responsables de la violencia

Fuente abc.com.py
Ayer, ante una manifestación pública reunida frente al Congreso, los efectivos de la Policía reaccionaron con una violencia tal que hace mucho no se veía. Sin embargo, esa violencia la conocen quienes vivieron la dictadura de Alfredo Stroessner. Ante una cantidad moderada, que no representaba ningún peligro para nada ni nadie, las fuerzas arremetieron con balines de goma, gases lacrimógenos, chorros de agua y golpes de cachiporra, dejando numerosos heridos, entre ellos legisladores, por lo que puede hablarse de represión prepotente y desmedida. La actitud de la policía ha dejado a todos los habitantes de este país estupefactos por la sorpresa. Lo que quedó bien en claro es que el presidente Cartes se sacó la careta para mostrar un aspecto despreciable de su personalidad. Si esta es la reacción de su gobierno ante una circunstancia como la vista ayer, qué cabe esperar si es reelecto e incrementa su poder político. Horacio Cartes y Fernando Lugo son los responsables principales de esta violencia. Con ellos están Blas Llano y los senadores y diputados que apoyan la pretensión inconstitucional de la enmienda. Ellos, por tanto, deben responder penal y políticamente por las consecuencias.
Ayer, ante una manifestación pública reunida frente a la sede del Congreso, los efectivos de la Policía reaccionaron con una violencia tal que hace mucho no se veía en nuestra capital. Sin embargo, esa violencia la conocen quienes vivieron la dictadura de Alfredo Stroessner, que ante cualquier manifestación legítima y pacífica de la gente, reprimía en forma brutal, con saldo de numerosos detenidos que luego pasaban largas temporadas en las cárceles, convirtiéndose en “presos políticos”.
Ante una cantidad moderada, que no representaba ningún peligro para nada ni nadie, las fuerzas arremetieron con balines de goma, gases lacrimógenos, chorros de agua y golpes de cachiporra, dejando numerosos heridos y golpeados, entre ellos legisladores, por lo que puede hablarse de represión prepotente y desmedida.
La actitud de la policía del presidente Horacio Cartes ha dejado a todos los habitantes de este país estupefactos por la sorpresa. Y quien más quien menos se está preguntando, en este momento, si esto que acabamos de vivir en el terreno, profusamente difundido por los medios de comunicación, es lo que tenemos que esperar para el futuro, ese futuro político que en este momento se presenta tan sombrío.
Es muy lamentable que la ambición de un par de personas, Horacio Cartes y Fernando Lugo, apoyados de cerca por el senador liberal Blas Llano, haya llevado a los paraguayos a un justificado estado de tanta irritación colectiva –la prensa y numerosas e importantes organizaciones sociales y conocidas personalidades lo vinieron advirtiendo–, sin que los complotados para violar la Constitución se inmutaran, y siguieron adelante con su proyecto dictatorial. No quisieron ver que “la paciencia de los buenos” se estaba agotando.
Es increíble que tras casi dos décadas de un transitar político regular, por momentos desordenado pero pacífico, de una estabilidad económica propicia para fortalecer el proceso de desarrollo que necesitamos, hayamos vuelto a caer en los viejos errores, como aquel del llamado “marzo paraguayo”, que tantas víctimas dejó en el mal recuerdo.
Lo que ayer quedó bien en claro es que el presidente Horacio Cartes se sacó la careta para mostrar un aspecto despreciable de su personalidad. Y su compañero de ruta Fernando Lugo, de andar siempre sigiloso e hipócrita, prefirió enviar al frente a los cuatro senadores que le responden mientras él se cuida de “guardar su figura” desapareciendo de la escena.
Si esta es la reacción que el gobierno de Cartes tiene ante una circunstancia como la vista ayer, qué cabe esperar si es reelecto e incrementa su poder político. Una vez triunfante mediante la fuerza, la venalidad, la astucia y el oportunismo, es de prever que buscará después el vitaliciado, como Nicolás Maduro, pisoteando cualquier institución o regla jurídica que se le ponga enfrente. ¿Y qué pasará con las personas que no comulguen con sus intenciones y sus proyectos? La proscripción para los cargos públicos y la cárcel. ¿Y la prensa? “Tuerca, tuerca, tuerca”, como ordenaba contra los medios el siniestro ministro del Interior de la dictadura, Sabino Montanaro.
Lo que comienza desviado, forzosamente acaba mal. La desesperada codicia política, crudamente expresada en el proyecto reeleccionario de Cartes y de Lugo, es el huevo de la serpiente que ayer despertó, mostrando lo que puede llegar a ser y a hacer a medida que la ciudadanía muestre más enérgicamente su repudio a tal proyecto.
Previendo seguramente este desenlace, el arzobispo de Asunción, monseñor Edmundo Valenzuela, exhortó al Presidente de la República a que “intervenga porque este es el momento de dar la cara ante la violencia”. Le pidió que no insista en la enmienda, advirtiéndole que esa pretensión generaba crispación política y podría traer graves consecuencias. El jefe de Estado no le escuchó, como tampoco escuchó a los gremios empresariales, a los abogados constitucionalistas, a otras entidades y grupos de compatriotas que ya se vinieron manifestando tanto en el interior del país como en el exterior.
Es llamativa la cobardía que exhiben en este momento el presidente Cartes y Fernando Lugo, siempre ocultos tras los telones, manejando a sus muñecos como titiriteros, sin atreverse a dar la cara ni hacerse cargo de las consecuencias de sus ambiciones personales, egoístas, inconstitucionales y, a estas alturas, también inmorales.
La violencia es lo menos deseable como respuesta a los problemas de una sociedad y, como pudo apreciarse a través de los medios, hubo también desmanes de parte de los manifestantes. Pero los preparativos del Gobierno de Cartes desde hace varios días, sacando inclusive inconstitucionalmente a militares a las calles, ya presagiaba este doloroso desenlace de violencia contra compatriotas que quieren la vigencia de la paz y la legalidad en el país, y a quienes la Constitución Nacional otorga el derecho de rebelarse contra medidas adoptadas violando esa carta fundamental.
Horacio Cartes y Fernando Lugo son los responsables principales de esta violencia. Con ellos están Blas Llano y los senadores y diputados que apoyan la pretensión inconstitucional de la enmienda. Ellos, por tanto, deben responder penal y políticamente por las consecuencias.

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