KARINA SAINZ BORGO
El terror aéreo no tenía comparación con ningún otro. Era letal, eficaz, desmoralizador. Por eso el bombardeo sobre Guernica fue el más ambicioso y cruento de todos los experimentos previos a la Segunda Guerra Mundial. El 26 de abril de 1937, hace ochenta años, el mando aéreo alemán probó por vez primera una combinación de "bombardeo de alfombra" y "bombardeo en cadena" sobre el pueblo vizcaíno. Organizados en un estrecho corredor aéreo, los aviones descargaron 40 toneladas de bombas, una mezcla de proyectiles explosivos e incendiarios, reforzados por la acción de cazas que crearon un ‘anillo de fuego’ alrededor de la villa ametrallando a los civiles desde el aire. El efecto fue devastador.
Xabier Irujo, el investigador y director del Centro de Estudios Vascos de la Universidad de Nevada en Reno (EEUU), ha vuelto sobre esta historia en su ensayo Gernika (Crítica). Para aportar la mayor cantidad de destalles posibles ha rastreado todos los archivos que pudieran aportar nuevos datos sobre el ataque. La conclusión a la que llega es esta: la orden para que la aviación alemana, al mando de Hermann Göring, pudiese bombardear la ciudad provino de Francisco Franco. Y no sólo eso. Al día siguiente, el dictador español difundió la instrucción de negar el bombardeo. Lo hizo en un telegrama donde conminó a sus subalternos a desmentir el ataque y denunciar "el feroz sistema de los rojos de incendiar todos los centros urbanos antes de la retirada".
Alemania, que como la mayoría de las potencias europeas afinaba y ponía a punto lo mejor de su potencial militar, debía probar una acción aérea de ese tipo de manera clandestina: lo prohibía el Tratado de Versalles. Esa versión organizada y difundida por Franco, la del arrase de los soldados vascos, fue la que difundieron tanto España como Alemania hasta 1945 y que se desmontó definitivamente a finales de los los años setenta. Un centenar de páginas de documentos presentados por Xabier Irujo así como una bibliografía con 140 referencias sirven para avalar estos argumentos.
Publicado por la editorial Crítica con el título Gernika, en las páginas de este libro Xabier Irujo recupera la historia del bombardeo en su contexto real: la ocasión que esta acción suponía en el preludio de la segunda Guerra Mundial, el potencial de experimentación que permitía, así como el efecto "ganar-ganar" que supuso tanto para Hermann Göring como para Franco. El apoyo de Alemania a la insurrección del general Franco brindaba a Göring la excusa ideal para invertir tanto en la guerra como en la fuerza aérea y, en consecuencia, una de las primeras maniobras al frente del plan fue aumentar notablemente el gasto militar y, en especial, el presupuesto de la Luftwaffe. "No por casualidad la modesta Operación Feuerzauber dio paso precisamente a finales de octubre de 1936 a la más ambiciosa Operación Rügen y a la creación de la Legión Cóndor", asegura Irujo, quien además detalla la planificación, organización y ejecución del bombardeo desde el punto de vista de sus ingenieros: quién dio la orden de ataque, por qué se eligió Guernica, con qué medios contaron los perpetradores, cómo se bombardeó la ciudad y cuántas víctimas mortales causó.
Franco da luz verde
Según Xabier Irujo, Franco era el único que tenía potestad de ordenar el bombardeo de centros urbanos. "Cualquier otra hipótesis carece de fundamento documental y responde en su caso a un debate generado por la literatura revisionista o reduccionista de este hecho histórico", asegura. La gran piedra de tranca para probarlo, de acuerdo con el investigador, radica en que la mayor parte de la documentación original del 26 de abril ha desparecido. "Los partes de operaciones de las tres aviaciones que participaron en el bombardeo, así como la documentación sobre las consecuencias del bombardeo, presentan lagunas, omisiones y supresiones, fundamentalmente la documentación producida entre el 25 de abril y mediados de mayo de 1937", escribe.
Según esta versión, Franco permaneció en el puesto de mando del general José Solchaga todos los días que duró la operación hasta ocupar Bilbao. Por la noche pernoctaba en Vitoria y a la madrugada siguiente salía para el frente, “donde dirigió las operaciones en compañía del general (Juan) Vigón”. La única razón de que no existan órdenes de bombardeo firmadas obedece (según este libro) a que “ni Franco, ni Mola, ni Kindelán querían firmar esas órdenes ni hacerse responsables de sus acciones”. Al respecto, el informe sobre pilotos alemanes e italianos que aporta Irujo es muy preciso: “Las órdenes para los servicios las suelen dar siempre por teléfono. Lo mismo a la caza que al bombardeo”.
Guernica, laboratorio y carnicería
Lo que diferenciaba a Guernica de otras localidades españolas con idénticas características para perpetrar esta acción era el hecho de que nunca había sido bombardeada con anterioridad a abril de 1937, "por lo que los efectos de este singular bombardeo podían ser examinados con mayor precisión”, asegura Irujo. Otra de las razones para elegir Guernica como objetivo era que se trataba de una ciudad abierta, sin defensas de ningún tipo, dedicada al cuidado de los refugiados y de los heridos provenientes del frente. A manera de prueba, Irujo cita al político vasco Alberto Onaindia, quien llegó a Guernica momentos antes de que se iniciara el bombardeo. Entonces, estimó que entre habitantes, refugiados y asistentes al mercado semanal habría en torno a doce mil personas en la ciudad: "Esta concentración de civiles, no habituados a reaccionar ante un ataque aéreo, ofrecía una oportunidad única para experimentar ametrallamientos aéreos que, junto con el examen de los efectos de las bombas incendiarias, constituía uno de los principales elementos de estudio del bombardeo".
Alrededor de sesenta aparatos golpearon el centro urbano, un área de un kilómetro cuadrado, durante casi tres horas y media lanzando un total de entre 31 y 47 toneladas de proyectiles explosivos e incendiarios. Pero la descripción llega a ser mucho más detallada: "La velocidad de crucero de los Junkers Ju52 era de unos 190 km/h, de modo que, volando a una altura de entre 600 y 800 metros sobre Guernica, los bombarderos lanzaron sus bombas 674 metros antes de llegar al núcleo urbano. Las bombas de 250 kg tardarían unos 14 segundos en impactar y lo harían a una velocidad de 450 km/h. A esa velocidad estas bombas eran capaces de horadar hasta seis plantas en un edificio con estructura interior de madera, penetrando como cuchillos", escribe Irujo, quien además añade un detalle que lo empeora todo: las bombas tenían espoleta de efecto retardado, a fin de que la explosión ocurriera una vez que la formación de tres bombarderos ya hubiese pasado por el lugar de detonación. "Las bombas estallarían con un retardo de uno o dos segundos, que era el tiempo que necesitaban para atravesar un edificio de tres o más plantas".
Las consecuencias fueron devastadoras. ·En calles estrechas como la de Andra Mari (y en la que estaba localizado un refugio) murieron al menos 450 personas. En toda Guernica más de 2.000. Casi todas estas cifras, asegura el investigador, carecen de pruebas documentales debido a la desaparición del material: “No ha llegado a nosotros casi ningún registro de fallecimientos y apenas ningún resto humano. Posteriormente, durante los cuarenta años de la dictadura se prohibió incluso mencionar que Guernica había sido bombardeada. En consecuencia, el primer intento de enumeración e identificación de las víctimas mortales no se llevó a cabo sino hasta 1992, partiendo de los pocos testimonios y documentos que pudieron ser rescatados”. Ochenta años después, la cifra permanece indeterminada. E incluso muchos de estos detalles permanecían relegados y ocultos.
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