Zweig fue un intelectual austríaco que acabó sus años en el exilio de Brasil debido a su condición de judío y pensador en tiempos de Hitler
En un momento como el que vivimos, con todos los debates sobre Europa a la orden del día, no deja de resultar de renovada actualidad -paralelismos o no mediante- esta biografía del gran y exitoso escritor (no en vano fue el autor europeo más traducido de su época) Stefan Zweig.
Zweig fue un intelectual austríaco que acabó sus años en el exilio de Brasil debido a su condición de judío y pensador en tiempos de Hitler, mientras veía alejarse de modo inexorable su utopía soñada de una Europa libre y sin fronteras que, él mismo admitía, no llegaría a conocer, y en la que la paz, el entendimiento y la intelectualidad fuesen la moneda de cambio entre los países. El propio Zweig -aquí metáfora a su vez de la Europa que le tocó vivir- acabaría sus días suicidándose junto a su esposa, ante su certidumbre de la victoria de Hitler, la expansión del dominio nazi por el mundo y la debacle de la vida que él conocía (y soñaba); la caída del imperio de la razón a favor de la barbarie más descarnada.
Maria Schrader compone un biopic para nada al uso, centrándose en los últimos años del escritor, aquellos en que su peregrinaje continuo lo llevó por Argentina, Estados Unidos y Brasil. Dividida en cinco capítulos que retratan momentos concretos de ese periplo, la directora escoge centrarse en el sufrimiento del hombre antes que en la obra del genio, mostrando de modo sutil la cotidianidad desarraigada, en la que la oscuridad del ánimo contrasta con la luminosidad del paraje brasileño. Se trata de una película contenida, nada artificiosa, plagada de buenas interpretaciones, y entre cuyas virtudes también está el apreciable hecho de poder despertar entre los espectadores la curiosidad por la obra literaria del protagonista, quien, evidentemente, bien lo merece.
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