Gustavo GuzmanCastro
A pesar
de las innumerables violaciones a los derechos humanos cometidas entre 1973 y
fines de los ochenta, la dictadura chilena estuvo libre de antisemitismo. A
diferencia del caso argentino, donde los perseguidos políticos de origen judío
fueron tratados con particular saña por los agentes represivos del Estado, y
donde se calcula que una décima parte del total de detenidos desaparecidos eran
judíos, los militares chilenos respetaron los derechos de esta colectividad y
evitaron cualquier expresión que pudiera ser considerada antisemita. Los
detenidos desaparecidos y ejecutados políticos de origen judío lo fueron en
razón de su militancia política y no de su origen étnico o de sus creencias
religiosas. Tal fue el caso de los comunistas Ernesto Traubman, Georges
Klein Pipper, Carlos Berger y Daniel Silberman y de los miristas Luis Alberto
Guendelman, Jorge Müller y Juan Carlos Perelman, asesinados y hechos
desaparecer por miembros del Ejército entre septiembre de 1973 y febrero de
1975. Lo mismo cabe decir respecto del comunista Abraham Muskatblit y de los
frentistas José Valenzuela Levi y Recaredo Valenzuela Pohorecky, asesinados por
la CNI en la segunda mitad de los años ochenta, y del líder frentista Raúl
Pellegrin Friedmann, ejecutado por un grupo de carabineros pocos días después
del plebiscito de 1988. Todos ellos fueron perseguidos y asesinados a raíz de
su militancia política, no de su judeidad.
Esta
visión, ampliamente difundida, sólo es desafiada por el caso de Diana Arón.
Esta periodista y militante del MIR, que tras la Guerra de los Seis Días (1967)
había viajado a Israel para imbuirse del colectivismo de los kibbutzim, fue
secuestrada por agentes de la DINA en noviembre de 1974, mientras caminaba por
Avenida Ossa rumbo a casa de unos amigos. Tras resistirse
a la captura, fue baleada por la espalda y llevada a Villa Grimaldi, donde fue
torturada brutalmente por el brigadier (r) Miguel Krassnoff Martchenko y luego
hecha desaparecer. De acuerdo al testimonio del “Guatón” Romo, Krassnoff acuchilló a Diana Aron en el
vientre, causándole una fuerte hemorragia y la pérdida del feto que esperaba, y
al salir de la sala donde la torturaba, con las manos ensangrentadas, exclamó
“además de marxista, la conchesumadre es judía, ¡hay que matarla!”. Por
su secuestro, tortura y posterior desaparición, el juez Alejandro Solís condenó
a Krassnoff a 15 años de cárcel.
Según
Ángel Kreiman, Gran Rabino de Chile durante los años setenta y ochenta, y
conocido entre las víctimas de violaciones a los Derechos Humanos por su participación
en el Comité Pro Paz y sus vínculos con la Vicaría de la Solidaridad, “la Junta en general y Pinochet en
especial, eran exacerbadamente cautelosos con no ser confundidos con
antisemitas y así es que tuvieron especial trato con hacer aparecer desaparecidos
judíos o facilitar la salida de presos políticos judíos”. Las
principales motivaciones de Pinochet, en este sentido, habrían sido evitar
conflictos con el gobierno estadounidense y con importantes organizaciones
judías asentadas en ese país, y mantener relaciones cordiales con la
colectividad chilena, de la que formaban parte importantes hombres de negocios.
Sin
embargo, el reciente fallo de la Corte de Apelaciones de Temuco, que procesa al
coronel (r) Cristián Labbé en calidad de autor del delito de aplicación de
tormentos en contra de Harry Cohen Vera y otras tres personas, invita a
reconsiderar una parte de nuestro conocimiento histórico sobre la dictadura y
plantea nuevas interrogantes sobre la represión de personas judías.
Según
el ministro instructor, Álvaro Mesa Latorre, en el contexto de la “Operación
Peineta” que el Ejército llevó a cabo en la precordillera valdiviana a fines de
1973 en busca de opositores al régimen, un grupo de hombres fue torturado por
el entonces capitán Labbé en la escuela de Panguipulli, habilitada como centro
de detención. Entre ellos se encontraba Harry Cohen Vera, quien a pesar de no
tener militancia política y de ser detenido en medio de una visita familiar,
fue interrogado y sometido a tormentos por miembros del Ejército. Según se ha
acreditado, mientras Labbé torturaba a Cohen con descargas eléctricas, se
burlaba persistentemente de su origen judío.
Para
quienes siguen de cerca los procesos judiciales por violaciones a los Derechos
Humanos durante la dictadura, el procesamiento de Labbé por torturas en contra
de Harry Cohen no es una sorpresa. En el pasado ya ha sido vinculado a casos
similares, siendo procesado por asociación ilícita en una de las
investigaciones judiciales sobre torturas en el regimiento Tejas Verdes. Lo que
resulta novedoso es la aparición de este componente antisemita, que cuestiona
la narrativa predominante respecto de la actitud de la derecha hacia los judíos
durante la dictadura. Y
la cuestiona porque durante las últimas décadas Labbé no fue una figura situada
en los márgenes de una extrema derecha ni tampoco alguien cercano a círculos
abiertamente antisemitas (como los aglutinados en torno a Miguel Serrano) sino
que, por el contrario, fue un fiel representante del establishment político de
la derecha y de la “familia militar”. Su desempeño como
ministro Secretario General de Gobierno de Pinochet y como alcalde de una de
las comunas más emblemáticas del país en representación de la UDI, dan fe de
ello. Paradójicamente, como parte de ese establishment y alcalde de
Providencia, fue invitado a participar en más de una ocasión de la ceremonia de
encendido de velas de Janucá en el Parque de las Esculturas, oportunidades en
las que declaró su amistad con el pueblo judío.
Como me
señalara uno de los entrevistados para mi tesis doctoral, la aparición de este componente
antisemita entre las prácticas represivas de la dictadura no debiera ser visto
como algo particularmente sorpresivo, pues ello es coherente con la identidad
política de una parte importante de la derecha chilena, profundamente
autoritaria y antidemocrática. Esa parte de la derecha, que de tanto en tanto
figura públicamente por su defensa de Pinochet o por relativizar las
violaciones a los Derechos Humanos ocurridas durante “el gobierno militar”, es
la que se ve encarnada en la figura del coronel (r) Labbé. En
tal sentido, no está demás recordar que en noviembre de 2011 éste organizó un
controvertido homenaje a su amigo Miguel Krassnoff en el Club Providencia,
homenaje que le costó su carrera política, que puso en jaque al gobierno de
Sebastián Piñera y que dividió aguas al interior de la derecha, entre un sector
de inclinación democrática y otro irreductiblemente pinochetista.
El caso
Labbé-Cohen está lejos de ser una simple anécdota dentro la historia de la
dictadura cívico-militar. En mi opinión, este episodio pone de manifiesto la
importancia de profundizar nuestro conocimiento histórico sobre las actitudes
de la derecha chilena hacia los judíos durante el siglo XX. Dependiendo
de los actores en juego (conservadores, liberales, fascistas, militares, curas,
empresarios) y del momento histórico en cuestión (los años treinta, cuando
miles de judíos migraron a Chile huyendo del nazismo; los sesenta, cuando el
genocida alemán Walter Rauff fue detenido en Punta Arenas, abriéndose un
proceso de extradición; o los años de dictadura, por mencionar los más
significativos), tales actitudes variaron entre la hostilidad, la indiferencia,
la cautela y el respeto. Y en todo momento, ellas dejaron entrever cuestiones
identitarias más profundas, vinculadas al compromiso de esos actores con la
democracia.
Paraquenoserepitalahistoria Este blog nace para
conocer los males de la democracia, promover un régimen de derecho donde todos
seamos iguales ante la ley, conocer de la historia y de las dictaduras del
mundo, además para que juzguen y analicen la vida y obra del dictador Rafael
Leónidas Trujillo Molina, quien gobernara la Republica Dominicana desde 1930
hasta 1961.
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