Paraguay ha tenido una larga secuencia de presidentes mentirosos y atracadores que se mantuvieron en el poder sobre dictaduras largas, al punto que esta es la primera generación completa de paraguayos que vive en democracia y no quieren que les arrebaten su disfrute y compromiso. De ahí que cuando Horacio Cartes interrumpió la siesta de Asunción el lunes 17 de abril para dar a conocer su renuncia a la reelección, muchos no lo creyeron. Estaban seguros de que la carta remitida al arzobispo Valenzuela era una estrategia más de las tantas que ha venido realizando el empresario tabacalero desde su asunción al poder en agosto del 2013. Tuvo que salir a la noche en las redes sociales para que confirmara que había sido él y no un fantasma el remitente de la nota.
En el país de los mitos vivientes, Cartes dijo que no podía ser reelecto en un ambiente de crispación, que él creó, impulsó, financió e inculpó a los demás. Nunca, sin embargo, dejó entrever una autocrítica. Él más que ninguno ha sido el responsable de una muerte, varios heridos, un congreso quemado y por sobre todo una muestra de rebeldía ciudadana que jamás había pensado fuera posible.
Detrás de él se fueron por el sumidero de la historia unos 25 legisladores que, reunidos clandestinamente, habían forzado un proyecto a todas luces inconstitucional en su fondo e ilegal en su forma. Han quedado desconcertados y los miembros del principal partido de oposición han perdido su condición de afiliados a esta agrupación política. Fernando Lugo, quien creyó que jugar al tonto y desentendido le iba a durar todo el tiempo, es también uno de los grandes perdedores junto con sus legisladores.
En el país de los mitos vivientes, Cartes dijo que no podía ser reelecto en un ambiente de crispación, que él creó, impulsó, financió e inculpó a los demás. Nunca, sin embargo, dejó entrever una autocrítica. Él más que ninguno ha sido el responsable de una muerte, varios heridos, un congreso quemado y por sobre todo una muestra de rebeldía ciudadana que jamás había pensado fuera posible.
El partido colorado dividido tiene que cargar una cruz en penitencia que amenaza con hacerlo perder el poder en los comicios previstos para dentro de un año. Cartes destrozó a todos, primero con su intención de impulsar la enmienda y luego cuando decidió marcha atrás ante la férrea decisión ciudadana, el cabildeo del Vaticano y el mensaje del enviado especial del gobierno de Trump. Se mezclaron los tres y desataron una tormenta perfecta que acabó con la ambición de Cartes. Ahora quieren que saquen la enmienda del ámbito legislativo cuando con la decisión del presidente la misma está muerta. No le harán la cama sus legisladores justo a aquellos que se oponen al partido colorado.
La maldita enmienda que se llevó a Duarte Frutos y al partido colorado en el 2008 y que empujó a Lugo al abismo en el 2012, vuelve a cobrarse una nueva víctima en Horacio Cartes en el 2017. Es como si los duendes del pasado no permitieran “en ningún caso”, como dice la Constitución paraguaya, que los presidentes electos sean reelegibles.
Cartes ha comido de la fruta prohibida y ha contaminado el final de su mandato destrozando a su paso a una generación completa de políticos. Lo que no se había podido hacer por las urnas terminó de realizarlo un outsider devenido en político pero pésimo lector de la historia, las tradiciones y los mitos del Paraguay. Cartes, que nunca leyó un libro en su vida y que la primera vez que votó lo hizo por él mismo, tuvo que aprender en carne propia el impacto que tiene la falta de cultura y sensibilidad en los momentos clave.
Queda recuperarse de este extraordinario gesto cívico que despertó la admiración en Venezuela y Honduras, que ya hubieran querido tener manifestantes paraguayos que supieron parar un intento regresionista que les hubiera llevado a la dictadura. Un voto de confianza en un país que ya no quiere dictadores ni autocracias. (O)
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