Introducción
Los dominicanos y dominicanas que aspiramos a vivir como seres humanos libres, no podemos aceptar tranquilamente que ante nuestras propias narices se sigan manteniendo discriminados y marginados a muchos de nuestros compatriotas por el simple hecho de que han escogido su preferencia sexual, atendiendo a una decisión libérrima suya.
La realidad nos dice que en nuestro medio social cada día se dan fenómenos nocivos que se van apoderando del quehacer diario nuestro, como si formaran parte de la cultura nacional, tal es el caso de la discriminación por cuestiones de sexo.
Con el presente escrito busco tocar las fibras sensibles de los hombres y mujeres del país liberados de prejuicios, de sectarismo y de todas aquellas taras que limitan la profundidad del pensamiento.
I.- Mi niñez y la discriminación
Cuantas veces tengo la oportunidad de compartir con mis nietas y nietos, aprovecho algunos momentos para hacerles distintas clases de bromas, pero cuando quiero tomen en cuenta en firme un consejo, los siento a mi lado y, con calma, les explico con detalles qué quiero que retengan.
En mi trato con los niños, familiares o no, trato de ser sumamente cuidadoso porque desde siempre me he formado la idea que la niñez es una etapa en la formación del ser humano en la cual se fijan muchos conceptos que luego, en la adultez, van a servirle de guía en sus actuaciones ante los demás.
Por lo menos yo, desde que era un niño, vamos a decir de unos ocho años de edad, escuchaba con desagrado cuando ante mi se hablaba con desprecio con respecto a los nacionales haitianos, árabes y chinos.
Aunque por mi corta edad no entendía lo que significaba discriminación, me desarrollé con el criterio de que no era nada bueno referirse a un ser humano hiriéndole por el color de su piel, sus rasgos físicos, lugar de nacimiento u origen.
Las desagradables palabras que oí en mi niñez contra haitianos, árabes y chinos, las lleve siempre en mi cabeza hasta el punto de que el primer libro que escribí, “Inmigración, Haitianos y Esclavitud”, fue para denunciar la discriminación y cruel explotación, en los ingenios azucareros del país, contra los inmigrantes haitianos. Mi segunda obra, “Inmigración Caribeña y un Capítulo Haitiano”, está dirigida a criticar la discriminación y marginalidad de los haitianos en mí país, y de los emigrantes en cualquier lugar del planeta tierra.
Con respecto a los árabes y chinos, mantengo con muchos de ellos, residentes en el país, excelentes relaciones hasta el punto que tengo un nacional árabe y un chino que ya no son mis amigos, sino mis hermanos.
II.- Discriminación hacia los homosexuales. Mi tío homosexual
El objetivo de comenzar este escrito haciendo mención de la discriminación, es para referirme a un segmento de la sociedad dominicana que desde siempre ha sido hostilizado; en contra de ellos se han utilizado todas las palabras feas para herirlos, fastidiarlos, y mantenerlos marginados. Me refiero a los hombres y mujeres con preferencias sexuales hacia otros y otras de su mismo sexo, los homosexuales.
En nuestro país la discriminación por asuntos de sexo ha llegado a convertirse en algo así como una afrenta hasta a nivel familiar.
Para que se tenga una idea de cómo se discrimina en nuestro medio a los que tienen preferencia por un sexo igual al suyo, basta con tomar como referencia lo ocurrido recientemente, cuando hombres y mujeres identificados por los medios de comunicación como homosexuales, invitaron a un encuentro a todos los candidatos que participaron en la pasada campaña electoral, y solamente uno hizo acto de presencia; los demás hicieron caso omiso a la invitación que se le había cursado y dieron el silencio como respuesta.
En lo que a mí respecta, parece ser que la vida ha puesto en mi camino la realidad directa de las cosas para que tenga la posibilidad de formarme mi propio criterio de ellas sin tener que recurrir a especulaciones.
Desde antes de yo nacer, mi madre tuvo como compañía permanente en su hogar a un hermano suyo menor de edad que ella; mis hermanos, al igual que yo, nunca le dijimos tío, sino Padrino.
Ese hermano de mi mamá, fue su mano derecha, protector y quien la ayudó a criar y a formar a sus hijos e hijas.
Padrino trabajó primero como zapatero, luego de estudiar ciencias comerciales, desempeñó en el país altos cargos en la administración pública, hasta que decidió marcharse hacia New York, donde laboró en Tiffany, una de las más famosas tiendas newyokinas de lujo, durante más de treinta y cinco años.
Mis hermanos y yo siempre vimos en Padrino al hombre que nos dio calor humano, nos transmitió solidaridad, nos hacía sentir que dentro de nuestra pobreza, teníamos en él a una persona que se ocupaba de mamá y de sus hijos.
Para las fiestas navideñas, Padrino siempre llegaba a la casa, el día de navidad, en horas de la noche, con una pequeña funda conteniendo dos o tres manzanas, una libra de uvas, y algunos dulces. De niño Jesús, a cada uno de los hijos de mamá nos entregaba un regalito, aunque fuera una vejiga.
Particularmente conmigo, Padrino fue recto, me exigía mucho en los estudios, al igual que a mis otros hermanos; se mantenía atento a todo lo que se refería a nosotros; para mamá él era nuestro padre; así le quisimos y respetamos.
Cuando ya yo tenía unos quince años de edad, por medio de un amigo, me informé que Padrino era homosexual. Mi reacción fue de asombro porque mamá nunca me había tocado ese tema, ni Padrino, en la casa, nunca dio demostración de su preferencia sexual.
Después de la noticia que me dio mi amigo con relación a Padrino, en nada cambié ante éste. A Padrinole quise siempre, le guardé un gran respeto, y hoy me siento orgulloso de haber tenido, al igual que mi madre y mis hermanos, en Padrino a un ser humano bueno, solidario y generoso.
Es más, luego de saber que Padrino era homosexual le quise mucho más, porque de mi se apoderó el sufrimiento que, de seguro, él había llevado encima al saber que por su preferencia sexual eradiscriminado, rechazado por la sociedad, precisamente por esa misma sociedad cruel, injusta, hipócrita, de simuladores, tartufos y mojigatos.
En la medida que me hice más adulto, valoré más y más a Padrino y su gran aporte material y espiritual a toda la familia, lo que me llevó a interesarme por demostrarle lo mucho que él representaba para toda nuestra familia.
Así, por ejemplo, mí finada compañera Carmen, al igual que mis amigos íntimos y de infancia, sabía lo mucho que significaba Padrino para mamá, para mí y mis hermanos. Una vez Carmen y yo tuvimos la posibilidad económica de construir una buena vivienda, acordamos que la habitación más confortable sería la de Padrino, para que cuando viniera de vacaciones al país se sintiera, como era nuestro deseo, bien cómodo.
Pero algo más. Le testimoniamos, Carmen y yo a Padrino, nuestro cariño y distinción poniéndole el primer nombre suyo a uno de nuestros hijos.
Siempre escuché a Padrino decirle a mi mamá, que el ideal de su vida era algún día vivir en los Estados Unidos. Logró su objetivo, vivió en New York, por espacio de cuarenta años, donde falleció en el año 2008. Hoy comprendo por qué la aspiración de Padrino de vivir en los Estados Unidos: se sentía discriminado, marginado en su propio país, por su condición de homosexual.
III.- Mi actitud ante los homosexuales
El hecho de haber nacido, desarrollado y formado al lado de un homosexual, y ver en él a un ser humano excepcional, de quien aprendí normas y asimilé valores y principios que me han acompañado toda mi vida, me ha permitido vivir liberado de prejuicios de toda índole.
En mi vida he tenido la dicha de tener entrañables amigos y amigas que ocupan un lugar especial en mi corazón, y tienen preferencia por personas de su mismo sexo.
Para mi ellos son mis amigos y amigas, les quiero, respeto y admiro al igual que aquellos que tienen preferencias por seres de sexos diferentes.
A mí nadie me va a borrar de mi mente el respeto y cariño que tenga por una persona, por el simple hecho de su preferencia sexual. Aquellos que sacan de su garganta palabras hirientes contra homosexuales, son pobres de mente, dignos de pena.
Aquel que crea que me va a sacar de casilla refiriéndose a un amigo mío diciéndole, en tono despectivo, pájaro, maricón, bugarrón, marica, invertido, gay o lesbiana, se equivoca. Guardo el mismo respeto a un homosexual que a un heterosexual.
No establezco diferencia en los seres humanos por el color de la piel, nacionalidad, preferencia sexual, ni criterio ideológico; solamente valoro a las personas por su comportamiento, por su actitud ante la vida, por los aportes positivos que haga para el bien de la humanidad o comunidad donde vive.
V.- La discriminación y los homosexuales en nuestro país
De todo corazón lo digo: quisiera estar con vida el día que en nuestro país la preferencia sexual sea un tema de contenido político abierto, para que todos los dominicanos y dominicanas tengan la posibilidad de expresar públicamente su derecho a escoger la línea política y sexual que quiera.
La persona dominada por prejuicios carece de plena libertad para formarse una idea clara con relación a un hecho, comportamiento o fenómeno social, porque está mentalmente condicionada, opresionada, parcializada, recelosa; su mente la pone a funcionar con obcecación. En su análisis no puede existir imparcialidad ni mucho menos objetividad.
En los marcos de la discriminación es que hay que ver a los que aquí, y en cualquier otra sociedad, manifiestan u ocultan en el fondo de su alma actitudes discriminatorias contra aquellos que ejercen su derecho a una preferencia de sexo igual al suyo.
La discriminación contra los homosexuales busca aislarlos de los demás integrantes de la sociedad, colocarlos en estado solitario, de desterrado, abandonado, en condición de segregados en su mismo lar nativo, como un emigrante viviendo en su propio país.
En la discriminación contra los homosexuales se busca afincar en la conciencia nacional, con la perversidad aliada a la cizaña, sembrar discordia, hostilidad, disensión y desavenencia, que es la obra de los limitados mentales en su proceder de envenenadores, incapaces de cultivar y motivar la concordia y la sana comprensión para la convivencia civilizada, sin importar la preferencia sexual.
La discriminación inducida contra los homosexuales, en nuestro medio, busca que éstos acepten que su preferencia sexual no es el ejercicio de un derecho suyo, sino un lastre, una ofensa a la sociedad, una carga maldita, una rémora para sus compatriotas, que su condición de homosexual lo coloca como un estorbo social que no merece vivir.
El discriminador que respira odio hacia los homosexuales anda, mentalmente, armado con su lengua como un látigo para a la menor oportunidad azotar a aquel o aquella que ha decidido darle riendas sueltas a su voluntad y, en pleno ejercicio de su preferencia sexual, ha decidido amar a otro ser humano de su mismo sexo.
Aquellos que en el país discriminan a los homosexuales, deben recibir una respuesta de los integrantes de la sociedad que, en su condición de hombres y mujeres libres, no ven con buenos ojos ni con indiferencia que un amplio sector de nuestro pueblo, viva discriminado en su propio medio social.
V.- Prejuicio ideológico, político, religioso y familiar contra los homosexuales.
Es posible que algún hipócrita diga que no, que aquí no se discrimina a los homosexuales, pero la realidad práctica demuestra que sí, y que la discriminación tiene sustento ideológico, político, religioso y hasta familiar.
Es una lamentable verdad que hasta en el seno familiar se manifiesta cierta discriminación contra los homosexuales. Son tantos y tantos los epítetos hirientes que se lanzan contra los homosexuales, que muchas familias dominicanas ven como una afrenta social que un integrante del núcleo familiar sea gay o lesbiana.
La discriminación contra los homosexuales busca aislarlos de los demás integrantes de la sociedad, colocarlos en estado solitario, de desterrado, abandonado, en condición de segregados en su mismo lar nativo, como un emigrante viviendo en su propio país.
Particularmente yo, siempre he dicho que si uno cualquiera de mis hijos fuera homosexual, hubiera sido el más distinguido, más querido y hacia él mi especial solidaridad, porque se habría apoderado de mi su condición de ser humano, de hijo y víctima de la sociedad.
El politiquero que busca votos en las campañas electorales, quiere el voto de los homosexuales, pero no se refiere al tema de la libertad de sexo; lo ven, al igual que el aborto, un asunto espinoso, que hay que darle de lado; quieren los votos de los gays y lesbianas, pero guardando silencio, sin reunirse con ellos en público, como ocurrió aquí, en la ciudad capital, en el curso del pasado proceso electoral.
En lugar de un lenguaje de respeto hacia los homosexuales, muchos politiqueros utilizan términos despectivos, ponzoñosos, virulentos y dañinos.
En el orden religioso, hace tiempo que particularmente la Iglesia Católica, ha fijado su posición con relación a los homosexuales, y en ese sentido: “…coloca al homosexual como un elemento destructor del sistema…”; “Una persona que se comporta de manera homosexual obra inmoralmente”; “El concepto de desordenado implica que la comunidad católica observará al homosexual como algo negativo para la sociedad, pues cuando se indica que algo es desordenado se asocia con lo que no hay que hacer”.
VI.- La timidez de los homosexuales. Su deber de luchar contra la discriminación. Su unificación para el accionar político
En el país a los homosexuales les ha faltado cohesión y determinación para la defensa de su derecho a la preferencia sexual; han sido tímidos, timoratos; se han comportado con irresolución, indecisos; no han demostrado audacia e intrepidez; se han dejado acorralar como si su preferencia sexual fuera una aberración, un vicio o perversión social.
A la discriminación y marginalidad, los homosexuales deben responder unificándose, exigiendo respeto a su derecho de preferencia sexual, con un lenguaje claro, franco y sincero, en procura de la edificación de los sectores más sensatos del país, demostrando así que están en disposición de hacerse respetar sin abusar, renegar, y mucho menos renunciar ni abandonar su derecho a escoger como contrapartida el sexo que su voluntad decida.
De seguro que no les será fácil a los homosexuales, en nuestro país, salir del armario donde se han mantenido escondidos, ocultos. Deben abandonar su refugio, su guarida, las habitaciones de la parte de atrás de sus propias casas, donde han estado relegados, arrinconados, como desplazados en su propio hogar.
Ante la realidad de que sectores de la sociedad dominicana han querido mantener a los homosexuales discriminados y marginados, burlados y despreciados, deben ser las mismas víctimas, los homosexuales, los primeros en levantarse, elevar su voz de protesta y reclamar respeto a su derecho a escoger la preferencia sexual que mande su libérrima voluntad.
Si se deciden por luchar, de seguro que los homosexuales van a tener a su lado, codo a codo, a los hombres y mujeres del país amantes de la libertad, a todos los liberados de prejuicios sectarios discriminatorios, a los que aquí siempre han sido contrarios a toda marginalidad de la especie humana, sin importar que sea homosexual o heterosexual.
En nuestro medio social hay homosexuales que personalmente se han ganado el respeto y la consideración en las distintas áreas donde desarrollan sus actividades como empresarios, artistas, profesionales, dirigentes gremiales, dando demostración de que son hombres y mujeres de bien. Estos son los primeros que deben salirle al paso a la discriminación contra los homosexuales.
Poco importan los epitelios y calificativos que puedan salir desde lo más profundo de las gargantas de los que discriminan por el color de la piel, ideología o sexo. Se ha de imponer el sentido de justicia, la sensibilidad y cuantas virtudes adornan a la especie humana.
Debo hacer hincapié en que son los homosexuales los primeros que deben luchar defendiendo su derecho a ser homosexuales.
Los homosexuales deben actuar unidos alrededor de un organismo que responda a sus derechos, aspiraciones e intereses comunes en el orden económico, social y político.
Los homosexuales están en el deber, por respeto a su dignidad personal, ponerle precio a su sentir político, lo que entraña inclinarse hacia la organización partidista que exprese claramente sus intereses.
Para salir del anonimato, para borrar la discriminación en su contra, los homosexuales tienen que ocupar, real y efectivamente, un espacio en el quehacer político nacional, dirigido a estar presentes en las instituciones del Estado Dominicano.
Los homosexuales deben manifestarse con relación a los distintos asuntos de interés nacional, pero hacerlo no en forma oculta ni individual, sino pública y colectivamente, desde el órgano, movimiento o partido que los pueda conducir a la total liberación como seres humanos, para que puedan ser en sí dominicanos y dominicanas dueños de sus preferencias sexuales y de su propio destino. Y punto.
Santiago de los Caballeros,
Ramons Antonio Veras.
15 de marzo de 2016.
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