En República Dominicana, la corrupción, la impunidad y el atraso político se sustentan mutuamente.
El ejercicio de la crítica al sistema político en general y al gobierno en particular, no debe, pues, ceñirse al tratamiento irresponsable del escándalo que ha suscitado la revelación de que la empresa Odebrecht repartió entre politiqueros dominicanos más de 92 millones de dólares como soborno.
La impunidad en ese caso, es la vieja impunidad, y los millones de Odebrecht entraron por un camino trillado. Lo evidencia la inserción en cada gobierno de personas con fortunas astronómicas para el momento.
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