“Es estremecedor leer sobre torturas como la silla eléctrica y el agua salada vertida sobre la piel adolorida, los bastones eléctricos, el platillo que alocaba el tímpano”...
Hace poco, Julio Escoto Santana publicó el libro Mi testimonio 1J4, que es un relato acerca de acontecimientos vividos por el autor en la lucha contra la tiranía de Trujillo.
Como se sabe, alentados por la incursión patriótica de la raza inmortal en junio de 1959 e indignados por las torturas y el asesinato despiadado de los héroes que llenos de patriotismo llegaron por Constanza, Maimón y Estero Hondo, un grupo de jóvenes se propuso formar una estructura de resistencia y derribo de la tiranía, y con ese propósito crearon en agosto de 1959 un comité gestor y en enero de 1960 constituyeron el movimiento revolucionario 14 de junio.
Su líder era Manuel Tavares Justo. Y su comité central original estuvo integrado por Leandro Guzmán, Cayeyo Grisanty, Luis Álvarez Pereyra (Niño), Luis Gómez Pérez, Pipe Faxas, Julio Escoto Santana, Abel Fernández Simó, Minerva Mirabal, Dulce Tejada, Carlos Bogaert Domínguez, Ramón Rodríguez Cruz, Germán Silverio y Efraín Dotel Recio.
Era una juventud imbuida de un sentimiento de responsabilidad por el destino de su país, con una profunda determinación de luchar por la libertad y el cambio político y social.
A Julio Escoto se le encomendó el encargo de reclutar en la zona este del país a aquella juventud que pudiera comprometerse en esta lucha, a riesgo de sus vidas. Y así lo hizo, como también lo hicieron otros que recibieron igual encargo para actuar en zonas geográficas diferentes. Fueron incorporados decenas de jóvenes de lo más sano de la sociedad, cuya aspiración era vivir en libertad.
Se trataba de un movimiento de clase media, con ramificaciones que calaban en lo profundo de la sociedad. Constituían un serio desafío para la permanencia del régimen del terror.
Como en aquella época las paredes oían y el espionaje político se masificaba, el movimiento fue denunciado, traicionado muy pronto. El 11 de enero de 1960 se produjeron las primeras encarcelaciones. El autor del libro fue detenido en la madrugada del 18 de enero y llevado a la temible y terrible cárcel llamada La Cuarenta.
Quizás las páginas más conmovedoras de este libro, las que llegan más profundo, son aquellas en las que Julio Escoto relata las crueles torturas a que fue sometido. Menciona, uno por uno, a los desalmados y cobardes torturadores que las administraban con sadismo, crueldad y maldad.
El autor menciona nombres como los de José León Estévez, Cesar Rodríguez Villeta, Juan Reyes, Faustino Alfonso Pérez, Johnny Abbes, Candito Torres Tejada, Carela, Américo Dante Minervino, José Ángel Rodríguez Villeta, Estrada Malleta, Cholo Villeta, Cesar Báez y Báez, Clodoveo Ortiz, Espinal, Canela, Ciriaco de la Rosa, Fernando A. Sánchez, Alfonso León Estévez, Tavito Balcácer, Gilberto Sánchez Rubirosa, Juan Bautista Cambiaso, Tontón Acevedo Burgos, y algunos miembros de la Cofradía de Radhamés Trujillo, quienes, entre otros, se cebaban en recrearse en los tormentos que se infligía a este grupo de prisioneros.
Es estremecedor leer acerca de las torturas que se practicaban, como la silla eléctrica y el agua salada vertida sobre la piel adolorida, los bastones eléctricos, el platillo que alocaba el tímpano, el cenicero, la perra Diana que atacaba a los prisioneros estando desnudos y mordía sus genitales, el tortor y la estrangulación controlada, la pileta para sumergir la cabeza y producir semi asfixia, el alicate oxidado para extraer uñas de los pies y manos, el reflector eléctrico enceguecedor.
Y como si fuera poco, la lata oxidada en que se servía la “comida”, a la vez utilizada para recoger excrementos humanos.
Estos malos dominicanos nunca recibieron el castigo que merecían por los desmanes y asesinatos que cometieron. Fueron una lacra, perteneciente a un genero sub humano, pero ni siquiera esa condición de abyección puede redimirlos.
El único castigo que aun pudiera y debiera aplicarse para que sirviera de escarmiento, es llevar adelante una comisión de la verdad e imprimir una publicación que se constituya, en forma masiva y con lujo de detalles, en una especie de paredón moral en que figuren los nombres y apellidos de estos mal nacidos, junto a los hechos en que participaron.
Julio Escoto pospuso la publicación de este libro durante un tiempo largo, para dar lugar a que fueran enfriándose los desencuentros que surgieron, con posterioridad al ajusticiamiento del tirano, entre esa juventud luchadora que lo dio todo por su patria, erró, sufrió cárcel, martirio, y finalmente triunfó, ya que, de una forma u otra, con su ejemplo fueron artífices de las libertades y de la democracia.
Luego del golpe de Estado ejecutado en septiembre de 1963 contra el gobierno constitucional de Juan Bosch, esos desencuentros culminaron con la aniquilación del movimiento 14 de Junio, al adoptarse la decisión, en contra de la opinión de muchos de sus fundadores, de subir a las altas montañas de Quisqueya a iniciar una lucha armada para la cual ni ellos ni el país estaban preparados, ni era el instrumento apropiado para conducir al pueblo dominicano al desarrollo en libertad.
Equivocados o no, loor a todos ellos, los que subieron y los que se opusieron, porque supieron anteponer los intereses de la patria a los suyos propios.
Testimonio desgarrador, emotivo y aleccionador el que lega Julio Escoto Santana a su país.
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