Por: Carmen Imbert Brugal
e-mail: imbert.brugal@gmail.comEn el año 2028 el acontecer que hoy es noticia, comentario, preocupación, será historia. Estará en las efemérides el detalle de los episodios de este junio candente, con demandas y aciertos, con estremecimientos, más allá de los telúricos, de esos que la escala Richter mide. Los personajes que hoy son protagonistas tendrán otro perfil y la nación será otra, con distintas generaciones ocupando los lugares cimeros, con mérito y demérito. Mientras tanto, procede la mención de un junio que nos marca, con sus días claves, 14 y 19, con su inmolación y lauros, con un procerato menospreciado. Porque el sexto mes es referencia, con la casualidad de dos epopeyas, separadas por 10 años. Hechos que tal y como ha escrito Roberto Cassá, sirvieron para demostrar la invulnerabilidad de la tiranía. El 19 de junio de 1949, fue el desembarco del hidroavión Catalina. La bahía de Luperón, Puerto Plata, fue el puerto para la osadía. Ya la traición había fraguado la bienvenida, los 12 bravíos combatientes fueron recibidos de manera jamás evaluada, durante las jornadas de esperanza y entusiasmo. En bronce deben estar los nombres de Horacio Ornes Coiscou, Martínez Bonilla, Federico Henríquez Vásquez, Hugo Kunhardt González, Manuel Calderón, Reyes Valdez, Tulio Arvelo Delgado, Miguel Feliú Arzeno, Alejandro Selva, Alberto Ramírez, José Félix Córdoba, Alfonso Leyton, Chewing y Habett Marrot.
19 años tenía el tirano en el poder. Desde aquel 16 de mayo de 1930, día de las elecciones ganadas por el candidato que muchos aseguraban no debía llegar al solio. Un “no puede ser” convertido en consigna, para minorías sensatas que auguraban las consecuencias de su mandato, fue insistente pero insuficiente. El candidato aludido, brigadier Trujillo reaccionó: “No hay peligro en seguirme, porque en ningún momento la investidura con que pueda favorecerme el resultado de los comicios de mayo, servirá para tiranizar la voluntad popular a la cual sirvo en este momento y a la que serviré lealmente en el porvenir”. El 24 de mayo una resolución de la Junta Central Electoral declaraba ganadores a Rafael Leónidas Trujillo Molina a Rafael Estrella Ureña. Y sí hubo peligro en seguirle y sí, el favor popular fue el aval para el horror validado cada 16 de mayo. Con sus abalorios y mentiras, con la violencia de Estado como premisa intimidatoria exitosa, con sus cambios de candidatos, con la falsía de presidentes vicarios. Los jóvenes expedicionarios del 1949 apostaban al triunfo y a conjurar el fallido intento de Cayo Confites. El año pasado, el 19 de junio, lunes, recordamos en esta columna a Tulio Arvelo Delgado, querido amigo, luchador dominicano de esos que el olvido cubre. Algunos lectores se sorprendieron cuando leyeron la reseña de las hazañas de este hombre sin pretensiones de gloria. Hoy reeditamos algo de lo escrito cuando nos referimos a sus Memorias. Desde el exilio, hubo ilusión. Los expedicionarios, con un historial estupendo, jóvenes privilegiados cuya formación les permitía el análisis del trujillato, pensaron que serían recibidos con salvas. Grande fue la sorpresa cuando “Viva Trujillo” fue la recepción. Era domingo, los lugareños vieron el hidroavión cerca de la costa y pensaron que pertenecía a la escuadra de “El Jefe”. En “Memorias de un Expedicionario” está la decepción. Después de once horas de vuelo el desaliento se impuso. Henríquez Vásquez-escribe don Tulio- quiso vencer con una arenga llena de emoción: “Esta es una invasión. Abajo Trujillo. Viva Horacio Vásquez”. Sin embargo, no había espacio para el optimismo. Con el hidroavión ardiendo y tres combatientes agonizando, calcinados, el destino era trágico. Como entre mayo y junio de cada año se reedita el tifón de la injuria,quizás la evocación de sacrificio y valor de tantos, sirva para compensar. Tratar de trascender la cotidianidad, sin ser indiferentes a las acciones que inciden en el fortalecimiento de la institucionalidad dominicana, es importante. Permite valorar el origen de la democracia y cuán difícil ha sido construirla y mantenerla. El pasado nos determina, aunque siempre el porvenir estará lleno de este presente.
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