Juan Gabriel Cottone
El año era 1954. El Mundial era en Suiza. ¿La situación? Había que definir el clasificado entre España y Turquía. ¿El método elegido? Sorteo, como en el bingo.
La historia comenzó con un pedido por parte de las federaciones de España y Portugal. En sus memorias, el ex presidente de la FIFA Jules Rimet -en honor a quien el trofeo entregado al campeón del mundo en ese entonces había sido nombrado- explicó que ambos países “pidieron no enfrentarse en la fase de clasificación porque el fútbol de la península ibérica no podía estar condenado a un solo representante”. Así, ambos fueron separados en el proceso de clasificación a la Copa del Mundo.
El camino de España le deparó un enfrentamiento con Turquía en el Grupo 6 para llegar a la cita en Suiza. Si bien ese grupo lo integraba también la Unión Soviética, éstos se retiraron por motivos políticos tras la muerte del revolucionario Josef Stalin en 1953. En el Santiago Bernabéu y bajo la atenta mirada del General Francisco Franco -dictador al mando del país en aquél entonces- la Furia venció a los turcos por 4-1, con goles de Venancio, Gaínza, Miguel y Alsúa, mientras que Alí Recep descontó para la visita.
El partido de vuelta, sin embargo, fue otro cantar con un 1-0 en favor de Turquía con un gol de Sargun Burhan. Como en ese entonces no se contabilizaban los goles para establecer a un ganador ante una igualdad en puntos, debieron recurrir a un partido de desempate.
Ese tercer encuentro, disputado en el Olímpico de Roma, también finalizó en una igualdad, esta vez por 2-2, con goles de Burham y Mamat Suat para los otomanos, mientras que para los ibéricos anotaron Arteche y Escudero. Como la definición por penales tampoco existía, la FIFA abrió su reglamento y encontró la respuesta: El clasificado se definiría por sorteo, con dos sobres cerrados portando el nombre de cada país.
Y he aquí donde entra en escena Franco. Pero no el dictador, sino la del pequeño Franco Gemma, de 14 años, romano y apodado posteriormente como Il Bambino. El máximo ente del fútbol mundial decidió que quien extraiga de la urna el nombre del clasificado sea ese niño.
Con sus ojos vendados y una bolsa negra delante de él, el pequeño Franco proclamó a Turquía como clasificado, negándole a España la chance de participar de la quinta edición de la Copa del Mundo, la que hubiese sido la tercera en su historia. Para colmo de males, la decisión de no enfrentarse entre españoles y portugueses no sirvió de nada: los lusos tampoco clasificaron tras ser goleados por Austria por 9-1.
Los coletazos no tardaron en llegar. El presidente de la Federación Española Sancho Dávila y Fernández de Celis se vio obligado a renunciar, así como también debió hacerlo el entrenador del equipo, Luis Iribarren.
El Mundial de Suiza 1954 quedará en la historia como el de la Alemania Federal campeona, que logró el denominado Milagro de Berna en la final, ese 3-2 ante la poderosa Hungría de Sándor Kocsis y Ferenc Puskás para alzar el trofeo Jules Rimet. Pero para España, siempre será la ocasión en la que Franco los dejó fuera del Mundial.
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