“Trujillo, las garras del Tigre“. Así titula Marcio Veloz Maggiolo (MVM) su artículo de casi 20 años publicado en el Listín Diario de fecha 3/8/1997. Pero como “veinte años no es nada”, según Gardel, sigo tan campante con el tema del tigueraje dominicano que trata MVM en un artículo que tiene como contrapartida la conferencia de la Dra. Lauren Derby, de la Universidad de Chicago, dictada en la PUCAMAYMA, en un panel sobre discursos y liderazgos en la política dominicana, organizado dentro del Congreso Internacional que sobre nuestro país se llevó a cabo del 24 al 26 de julio de 1997. Conservo el artículo de MVM con las fotos de Rafael L. Trujillo y Porfirio Rubirosa en distintos escenarios, donde vemos a Rubirosa compartiendo alegremente con Sammy Davis Jr. en un ambiente bohemio de los nostálgicos 50s.
Del artículo de MVM se desprende que los dictadores Lilís y Trujillo transformaron las fronteras de la cultura rural dominicana y la convirtieron en cultura urbana partiendo de drásticos y rurales mensajes, fiestas palaciegas y el nuevo merengue empujado por Trujillo que paralizó otros ritmos, entre otras características rurales que formaron parte de la parafernalia trujillista para ensanchar y consolidar las fronteras de la cultura urbana.
La Dra. Derby plantea la actitud de Trujillo, es decir “la actitud delincuencial y objetivamente violatoria de los principios morales, como la de que lo que los dominicanos llamamos un tíguere”, afirma MVM, quien alega que ella también se equivocó con Rubirosa, de que este heredó una especie de tigueraje pues él fue todo lo contrario a un tiguere porque aspiró siempre a un urbanismo de alto copete. Estoy más o menos de acuerdo con esta conclusión, pero basado en una forma o estilo de vida que destacó a Rubirosa como playboy de fama internacional (Ref./Google: “Rubirosa, en su justo lugar“).
MVM también dice que la Dra. Derby se equivocó porque tenía una visión errada de los antivalores que dividen la sociedad dominicana en la Era de Trujillo; que ella habla de un traspaso de la actitud tiguerística de Trujillo a Rubirosa, sin embargo “los parámetros del tigueraje dominicano nada tienen que ver con Rubirosa”, dice MVM; y que la personalidad de Trujillo y la de Rubirosa chocaban con la imagen o tigueraje de lo dominicano.
En vía contraria citamos a Rubirosa según el capítulo 4 de su libro “Mis Memorias“: “El general (Trujillo) era un tigre, más cruel que los otros tigres que se habían conocido en Santo Domingo hasta entonces. Este tigre era, por otra parte, más astuto que un zorro” (cierro la cita). Esto fue durante una fiesta en el Country Club de Santo Domingo cuando Rubirosa vio a Trujillo por primera vez en 1932. Llegó el momento en que Trujillo le mandó a buscar para que lo acompañara junto a su séquito pues había sido amigo de su padre Pedro María Rubirosa desde antes de ocupar el poder en 1930.
Pero hay otras opiniones sobre el tigueraje. Veamos lo que dice Francisco Rodríguez de León en las páginas 511 y 512 de su libro “Balaguer y Trujillo – Entre la Espada y la Palabra” publicado en 1996. Cito: (1) “A un nivel más mundano, Trujillo fue un tiguere, si lo miramos a la luz de la sociología popular dominicana. Ese concepto de “tiguere”, desarrollado en el proceso de desarrollo urbano de la sociedad dominicana (ni el concepto ni el vocablo, aunque no necesariamente el hecho en sí, parecen haber existido en la sociedad rural, previo al desarrollo de la urbana), implica muchas cosas”.- (2) “El tiguere es egoista y sensual, con educación formal limitada, pero con una gran sabiduría práctica, adquirida en las limitadas aulas de la vida. Tiende a ser envidioso, pues no quiere que nadie esté por encima de él. La falta de escrúpulos y la desconfianza son características de su persona, además de la intolerancia, el comportamiento abusivo y despótico. El tiguere es, asimismo, altamente susceptible y vanidoso, taimado y calculador; en el aspecto positivo, es valeroso y arriesgado, practica la esplendidez y tiende a ser solidario“.
Y (3) “Al tíguere le encanta alternar con personas de más alto rango social y ser visto en público en su compañía, lo cual usa para afianzar o agrandar, según el caso, su ascendiente; sin embargo, nunca pierde sus raíces. De hecho si alcanza el éxito económico y, por ello, social, lleva una vida bifurcada: en público, tratará de ser más correcto que nadie; en privado, continuará su vida de tiguere. Por eso, entre otras razones, Trujillo se iba a su hacienda de San Cristóbal a mitad de semana, a explayarse en sus hábitos tigueriles, alejado del rigor formal de la sede de gobierno. Desgraciadamente para el pueblo dominicano Trujillo no fue un simple tiguere, sino el jefe de los tigueres y, por tanto, poseía todas esas cualidades, rasgos e inclinaciones, en grado superlativo con las consecuencias ya conocidas” (cierro la cita).
Sin embargo para MVM el tiguere era y es “un elemento ligado totalmente a la vida urbana”. Es parte de una sociedad que margina a sectores sociales. “El tigueraje es, por tanto, un producto casi proletario. No tiene relación con la ruralidad. Nace como un resultado de la educación ausente o errada, la falta de trabajo, y las facilidades de un medio de subsistencia en el que el esfuerzo por conseguir la comida es vacío. Por tanto el tigre es tahur, jugador, vago, anárquico, se organza mínimamente en gangas o grupos pequeñísimos, se adhiere a una delincuencia colectiva que se esconde en fullerías y malicias cotidianas, y la amistad y la defensa del amigo son valores precisos en sus actitudes Su machismo, diferente del de un personaje como Trujillo, se movía como parte de una imágen de valentía frente a terceros inmediatos. Camorrista por excelencia, el tiguere nunca se ubicó como elemento político, y jamás intentó transformar su posición social”, opina MVM.
Después de ver los distintos puntos de vista sobre el tigueraje dominicano habría que aclarar sobre el real o supuesto tigueraje del Perínclito de San Cristóbal y de Porfirio Rubirosa como actores principales aludidos en el concepto. En este sentido MVM le sale al frente a las opiniones de la Dra. Derby, catalogando el tigueraje como categoría social a la que no pertenecen ni Trujillo ni Rubirosa.
Aun así vimos que Rubirosa considera a Trujillo como el “tigre mayor” si colocamos esta apreciación dentro de un ambiente folclórico, por el hecho de ser Trujillo “más astuto que un zorro”. En cierto modo esto coincide con la opinión (1) de Francisco Rodríguez de León, de que a nivel mundano Trujillo fue “el jefe de los tígueres”, si se mira a la luz de la sociología popular dominicana (no como concepto que implica muchas cosas). Al parecer esto es contrario al tigueraje como “categoría social” según observaciones de MVM, como lo revela en el caso de los tres tigueres famosos en sus años de adolescencia.
Al parecer cada persona tiene un tigre en el tanque como el anuncio aquel, o es un tigre a su manera, independientemente de los aspectos sociales, culturales y país de origen. El medidor del tigueraje, el que le hace frente, se llama integridad moral. El real o supuesto tigueraje de Trujillo o de Rubirosa que alude la Dra. Derby lo catapulta una avalancha de libros, películas y documentales que adornan la trayectoria de ambos personajes.
La ausencia de ese tigueraje visto como categoría social según MVM, así lo reafirma. Sin embargo hemos obviado la “cultura del tigueraje” que resurge con diferentes vertientes, matices y facetas a nivel local después de la muerte de Trujillo en 1961 y la de Rubirosa en 1965. Por eso refiero al lector la película “Rostro impenetrable” (One-Eyed Jacks) de 1961 (la que vi en 1966 en el Teatro Ercilia, Barahona), con la actuación de Marlon Brando y Karl Malden, para avalar lo que expreso en este párrafo.
A nivel nacional (y también mundial) la “cultura del tigueraje” de diferentes vertientes o facetas se observa dentro de distintos enclaves, fuera de los cuales el dominicano es catalogado como un supuesto o real pendejo. Este nuevo tigueraje, no el supuesto o real pendejo, puede que no esté en línea con los conceptos de Francisco Rodríguez de la Rosa o de Marcio Veloz Maggiolo sino alineado con la modernidad o globalización, donde muchos países dan pequeños o grandes pasos para entrar a ella “entre risas y lágrimas” bajo la máxima: “Si ríes el mundo reirá contigo, si lloras llorarás solo”.
Como quiera que sea, o por cualquier motivo, la vigencia del tigueraje como rostro visible o impenetrable se observa en la dictadura, democracia, cualquier sistema político o escenario donde la candela arde por debajo de igual manera, con mayor o menor intensidad dependiendo del caso o del grado de integridad moral frente a la supervivencia.
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