La escena ocurrió el pasado jueves en Torrelodones (a 29 kilómetros de Madrid) y tiene un aire a ‘La escopeta nacional’. La Directora General de Patrimonio de la Comunidad de Madrid, Pilar Sobrini, visitó el Canto del Pico –antiguo palacete de descanso de Francisco Franco– junto a la alcaldesa de la localidad (Elena Biurrun) y miembros de la comisión municipal que intenta revitalizar el histórico palacete, Bien de Interés Cultural (BIC) abandonado desde hace dos décadas.
A la visita al Canto del Pico –construido con retales de varios templos españoles y declarado monumento histórico en 1930– se sumó sin previo aviso uno de los dueños de la propiedad, José Antonio Oyamburu Goicoechea, que se la compró (en 1988) a los herederos de Franco por 320 millones de pesetas y en los años noventa intentó (sin éxito) construir un hotel de lujo en esta finca de 110 hectáreas. Y ahora viene el giro berlanguiano…
Un técnico de Patrimonio de la Comunidad de Madrid (CAM) preguntó a Oyamburu Goicoechea por qué ya no estaba en el palacio una de sus piezas patrimoniales de referencia –un sarcófago renacentista del siglo XVI–, y el empresario hostelero le respondió que se lo había “prestado a un amigo”, según un testigo presencial. El técnico de la CAM explicó a Oyamburu que las obras de arte de un BIC no se pueden prestar sin la autorización de Patrimonio.
Según una denuncia llegada a finales de 2016 a la Dirección General de Patrimonio de la Comunidad de Madrid (con copia al Ministerio de Cultura), el sarcófago del Canto del Pico habría reaparecido en el hall de un hotel sevillano, el Alcázar, que desde 2014 expone joyas del patrimonio español. “Este sarcófago es un claro exponente de los inicios de la cultura del humanismo y del lenguaje del Renacimiento en España”, explica la web del hotel, donde se dan detalles sobre la restauración de la pieza.
Preguntamos a Oyamburu Goicoechea cómo es posible que el sarcófago haya acabado en un hotel sevillano y responde así: "Se lo he prestado a un amigo para que no lo roben o lo rompan en el Canto del Pico". En efecto, el palacete se ha convertido en los últimos años en un coladero, en parte por la inacción de sus propietarios.
Prestado o no, el traslado sin previo aviso chocaría tanto con la Ley de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid como con la Ley del Patrimonio Histórico Español, según Isabel Pérez van Kappel, denunciante del caso y experta en la historia del Canto del Pico. El sarcófago, fabricado para albergar los restos del Duque de Híjar en el siglo XVI, no es la única pieza volatizada del Canto del Pico en los últimos años, según un inventario oficioso elaborado por Van Kappel; por su parte, Oyamburu Goicoechea alega tener varias obras guardadas en su casa por seguridad.
Le he prestado el sarcófago a un amigo para que no lo roben o lo rompan
El ‘sarcófagogate’ suma así un nuevo elemento de confusión al culebrón del Palacio del Canto del Pico. Los dueños llevan años amagando con venderlo (no se conocen ofertas en los últimos años) o volver a solicitar licencia para construir un hotel, y las autoridades municipales y autonómicas intentan facilitar una alternativa al abandono. “En el Canto del Pico hay que hacer algo porque el desuso de este tipo de edificios es un cáncer”, contó a este periódico la Directora General de Patrimonio, Paloma Sobrini, justo antes de su visita al palacete. Sobrini recordó a su vez que "los dueños de los edificios protegidos están obligados a su conservación”. Los propietarios del Canto del Pico no pagan impuestos por tratarse de un Bien de Interés Cultural.
“Mi sensación es que la propiedad lleva años mareando la perdiz, a la espera de que las autoridades cedan y rebajen el nivel de protección del Canto del Pico. Y mientras todo eso ocurre, siguen saliendo de allí las piezas", asegura Van Kappel. El palacete cuenta con una doble protección arquitectónica y medioambiental: la finca está en el Parque Regional de la Cuenca del Manzanares, lo que dificulta las operaciones urbanísticas especulativas. El Canto del Pico ha estado cerca de perder su condición de BIC por el deterioro del edificio y por el descontrol con el inventario de bienes; descontrol que el quilombo del sarcófago no ayudará precisamente a mitigar.
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