El asesinato de Virgilio Martínez Reyna y su esposa embarazada no sólo fue el primer crimen político de la dictadura de Trujillo sino un acto terrorífico ejecutado con crueldad y saña estremecedora que sacudió la nación por tratarse de un hombre enfermo, retirado ya de la actividad política a pesar de su indiscutible liderazgo y gran carisma.
Sin embargo, el hecho ha sido sepultado. Estos mártires son apenas una breve referencia en textos publicados después del tiranicidio. Otros son los héroes exaltados aun cuando fueron beneficiarios o colaboradores del régimen en algún momento de sus vidas. El próximo 1 de junio se cumplen 79 años de este hecho acaecido en San José de las Matas donde el dirigente del Partido Nacional, culto escritor e inspirado poeta había ido a buscar aire puro para sus pulmones deshechos por una enfermedad irremediable, según unos, o a guardar reposo por una apendicitis de la que iba a ser intervenido quirúrgicamente. El 30 de mayo se trasladó desde Santiago, su pueblo natal, a La Cuesta donde había construido la residencia que compartía con su cónyuge Altagracia Almánzar, quien esperaba al que sería su primer hijo. El domingo, pasadas las diez de la noche, cuando se había apagado la planta eléctrica que él donó a aquella comunidad, se oyó a un hombre gritar: ¡Virgilio, levántate o te tumbamos la puerta!.
Sonó un disparo cuyo proyectil atravesó la pared del baño, dio en el techo y fue a incrustarse en otra pared. Seguido, golpearon con un machete la puerta que daba al patio, penetrando por ahí tres de los forajidos. Virgilio se sentó en la cama tratando de ponerse los pantalones cuando uno de los criminales se abalanzó sobre él dándole un machetazo en la cara que le seccionó la nariz, los labios y la barbilla. Otro machetazo por el cuello lo degolló, haciéndolo caer de espaldas sobre el lecho. Entonces los revólveres fueron descargados sobre su pecho, produciéndole siete heridas, y por último le infirieron con alevosía varias puñaladas, narra Piero Espinal Estévez, historiador, médico, educador, basado en crónicas y testimonios de residentes en el lugar.
Agrega que la desesperada esposa se arrojó sobre los criminales, que le hicieron dos disparos a quemarropa, uno de ellos grave por haberle atravesado el hígado. Gritaba pidiendo socorro, relata, y llamó a Emelinda Jáquez, la doméstica, y a algunos amigos, gritos inútiles que se perdieron en el silencio de la noche. Emelinda oía, pero la prudencia le mandaba permanecer quieta en su caseta para no ser también víctima de la ferocidad de aquellas bestias hambrientas de sangre.
Al notar que los asesinos se marcharon corrió a la casa, encendió una lámpara y fue al aposento donde se encontraba el cadáver convertido en un mar de sangre que empapaba los colchones. Altagracia todavía estaba de pie y Emelinda la ayudó a acostarse en el mismo lecho donde estaba el cadáver de su marido.
César Tolentino, gobernador de Santiago, informó al Listín Diario a través de un telegrama, que la señora dijo antes de morir que los asesinos estaban tiznados para que no se les conociera. Moradores de San José de las Matas aseguran que los reconoció. Fue trasladada a la clínica Mercedes, de Santiago, donde falleció en la madrugada.
La farsa trujillista. El rumor público señaló desde el principio como autor intelectual del hecho al general José Estrella, tío del Presidente y servil de Trujillo (Rafael Estrella Ureña). Los victimarios eran colaboradores cercanos del general Estrella, siendo los cabecillas dos energúmenos conocidos como Onofre y Pichilín. Las primeras investigaciones judiciales coincidieron con los rumores, cuya acción quedó, desde luego, paralizada con aquel descubrimiento, afirma Espinal Estévez al igual que Joaquín Balaguer en sus Memorias.
En Listín Diario del 17 de noviembre de 1940 se citan prisioneros en la fortaleza San Luis, acusados del horrendo crimen, no sólo el general Estrella sino, además, al licenciado Rafael Estrella Ureña, Tomás Estrella, Luis Silverio Gómez, Juan Camilo, Quico Arias, Mateo Salcedo, Toño Bania, Onofre Torres, Martín Pérez, Francisco Antonio Veras (Pichilín) y Nicolás Peña. También fue encarcelado, acusado de substracción de documentos en el Palacio de Justicia de Santiago, el licenciado Víctor Castellanos Ortega.
La farsa trujillista duró años. En enero de 1940 supuestamente se suicidó en la cárcel Luis Silverio Gómez, ex oficial del Ejército Nacional y ex diputado al Congreso Nacional. Tomás Estrella, que presuntamente había tomado esa determinación, sobrevivió porque alegadamente se desmayó. En marzo de 1941 se declaró prescrita la acción contra los autores del asesinato y fue ordenada la libertad inmediata de los acusados.
Ya la familia de las víctimas había ofrecido una misa en acción de gracias al Generalísimo, por haber puesto en manos de la justicia a los autores del asesinato, ahora libres, por lo que Estrella Ureña envió una carta de gratitud a Trujillo ratificándole su amistad y poniéndose a su disposición, aun cuando él y los demás involucrados habían sido expulsados del Partido Dominicano por aparecer en la comisión de un crimen.
El cruel asesinato fue noticia por un tiempo, siguiendo el estilo teatral del dictador. José Estrella permaneció influyente y poderoso. Aunque vivió un fugaz momento de desgracia en el que salió a relucir el crimen, ostentó largos años el cargo de Comisionado Especial del Presidente de la República en las Provincias del Cibao. En abril de 1962, Virgilio Mainardi Reyna, pariente de las víctimas, presentó formal querella contra el militar y los nombrados Pichilín y Onofre por ante el Procurador General de la República, doctor Antonio García Vásquez.
Probablemente fue la única vez que se levantó una voz para reclamar justicia en este caso. ¿Por qué fueron asesinados Virgilio Martínez Reyna y su esposa embarazada? ¿A qué se debe el olvido? ¿Quién era Virgilio Martínez Reyna? HOY viajó a San José de las Matas, visitó el lugar de la desgracia y consultó materos que vivieron el suceso para ofrecer sus reacciones en otra entrega.
Familia de valientes
Mainardi Reyna
La intervención del 1916 provocó que toda resistencia fuera perseguida. Cada región tuvo sus rebeldes, como el que encabezó Desiderio Arias en la Línea Noroeste. y la Cruzada Patriótica de la profesora Ercilia Pepín y el Dr. Sergio Hernández. A esta última se unió la familia Mainardi Reyna completa, de donde proviene Martínez Reyna.
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