Pérez Jiménez se hacía llamar Presidente Constitucional. Y lo era de acuerdo a “su” Constitución: la procedente de las elecciones de 1952, que le esquilmó a URD contando los votos en los cuarteles. Cuando se vencía su “período” en 1957, cambió elecciones por plebiscito. Dicen que le tuvo miedo a que Betancourt diera la orden de votar contra él y fuera derrotado. Asistió sólo a “sus” elecciones y ganó. Pero nadie lo quería. Algo similar a lo acontecido este 2017 con la Asamblea Nacional Constituyente. Solos acudieron, solos se contaron e ironías de la vida… solos se quedaron.
Juan Vicente Gómez tampoco permitía que le dijeran dictador. Siempre era Presidente Constitucional, o Jefe del Ejército. Todo legal legalito. Para eso elaboró y modificó… siete constituciones en 27 años. Esta “revolución” ya va para dos en 19 años.
Gómez no quiso contarse en 1914 cuando le correspondía hacer elecciones. A Rafael Arévalo González lo mandó a La Rotunda cuando, de acuerdo a la ley, lanzó al doctor Félix Montes como candidato presidencial. La excusa para suspender las elecciones: una invasión. “Y que” Cipriano Castro invadiría por Falcón. Lo cierto es que Gómez modificó “su” Constitución y dejó al insípido Victorino Márquez Bustillos encargado de la presidencia… por siete años.
Nuestra “revolución” ya ha asomado que si siguen las amenazas de invasión de Trump, no habrá elecciones. ¿Repetición de la historia? Por ahora el CNE retrasa la fecha de convocatoria, elimina centros electorales y con el mayor desparpajo coloca obstáculos para desmoralizar a la ciudadanía. Eso sí, no les gusta que los llamen dictadores.
DERECHOS ¿INHUMANOS?
Según su propia versión, Pérez Jiménez jamás violó derechos humanos. En buen andino decía que las acusaciones eran habladurías de esos “muérganos” de la oposición. O sea: los comunistas, los adecos, los urredistas y los copeyanos.
Cuando mataron a Delgado Chalbaud, dijeron que fue un accidente. Luego el autor material Domingo Urbina fue asesinado al salir de su escondite en la Embajada de Nicaragua. “Sabía demasiado”, diría algún esbirro mientras soplaba el humo de “su” pistola.
Esa dictadura mató en seguidilla a tres secretarios de la clandestinidad de AD. Pero jamás lo reconoció. Ruiz Pineda, Alberto Carnevali y Pinto Salinas. Ruiz Pineda “y que” en un enfrentamiento. Al cadáver le colocaron una botella vacía en sus manos para indicar que estaba borracho. Carnevali murió de cáncer en prisión ante la sordera oficial por el clamor internacional para que le atendieran su penosa enfermedad. Pinto Salinas fue acribillado y Pedro Estrada dijo que tuvieron que matarlo porque los esbirros de la Seguridad nacional “y que” se vieron obligados a defenderse cuando Pinto les disparó. Habrase visto.
Jamás reconocieron su participación en esos horrendos crímenes. Igual mataron al teniente Droz Blanco en Bucaramanga, o atropellaron a Andrés Eloy Blanco en México. Puro accidente. Según el gobierno “constitucional”… no tuvieron nada que ver con eso, ni con los torturados, ni los asesinados.
De la represión de Gómez ni hablar. Vidrio molido, colgados por los testículos “hasta que meen de a pabajo”. Pero el presidente constitucional Juan Vicente Gómez seguía adelante con su lema de Unión, Paz y Trabajo: Unión en las cárceles, Paz en los cementeros y Trabajo en las carreteras.
Por eso, cuando esta “revolución” habla de Paz, hay que preguntarse: dónde. Ya hay múltiples acusaciones nacionales e internacionales de presos políticos, torturas, criminal represión en las manifestaciones. Hay decenas de presos más allá de la orden de libertad, como Jon Goicochea o los agentes de Chacao. Y muchos alcaldes detenidos. Pero el gobierno “democrático”… como si no fuera con él. Parece que desconocieran la parábola de Robespierre.
Hablan de ley contra el odio mientras insultan con saña a los dirigentes de la oposición (el monstruo de Ramo Verde, mariconsones, Capriloca, asesinos, y toneladas de diputados y periodistas golpeados). Hablan de traición a la patria mientras ningunean nuestra soberanía ante el comunismo cubano e hipotecan el subsuelo a los rusos y los chinos.
Pero para el gobierno este padecimiento colectivo no es dictadura, sino democracia y para remate directa. Así es, como la “democracia” cubana, pana y modelo, donde el gobierno cumple el sueño de los enchufados venezolanos: ir solo a las elecciones y sacar el 99 %; donde Raúl Castro no es dictador, sino Presidente Constitucional. Ah! y la democracia es directa, porque allá la oposición va directamente… a la cárcel.
Dime de que te jactas y te diré de qué adoleces. La careta “democrática” de la “revolución” está más devaluada que su moneda. Son reyes desnudos.
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