1.- ¿Rechaza y desconoce la realización de una constituyente propuesta por Nicolás Maduro sin la aprobación previa del pueblo venezolano?
2.- ¿Demanda a la Fuerza Armada Nacional y a todo funcionario público obedecer y defender la Constitución del año 1999 y respaldar las decisiones de la Asamblea Nacional?
3.- ¿Aprueba que se proceda a la renovación de los Poderes Públicos de acuerdo a lo establecido en la Constitución y a la realización de elecciones libres y transparentes, así como la conformación de un Gobierno de Unión Nacional para restituir el orden constitucional?
Más de siete millones y medio de venezolanos respondieron afirmativamente a estas tres preguntas formuladas en el plebiscito celebrado el 16 de julio. Un acto absolutamente legítimo, apegado a las disposiciones constitucionales y avalado por el soberano en las elecciones más democráticas y transparentes celebradas en Venezuela en toda su historia. Un ejemplo que contrastara brutalmente con la convocatoria inconstitucional y absolutamente ilegítima realizada por el régimen dos semanas después, el 30 de julio, respaldado en toda su multimillonaria parafernalia comunicacional y electorera. Sin otro resultado probable que la participación de millón y medio de sus funcionarios, empleados, fuerzas armadas y seguidores. Inflados escandalosamente hasta los más de ocho millones mediante la intervención a todas luces y desembozadamente fraudulenta del régimen ejecutada computacionalmente después de las 5 pm en un hecho sólo posible en regímenes celosamente totalitarios.
Las pruebas de tan escandaloso crimen político electoral se hicieron innecesarias: Smarmatic, la firma computacional especializada en el manejo de los procesos electorales venezolanos desde el año 2003, confirmó la naturaleza fraudulenta de dicho acto comicial y afirmó desde Londres, con las pruebas a buen recaudo, que estábamos ante un fraude verdaderamente descomunal. El régimen ni siquiera cogió el guante. En un acto de despotismo totalitario sin precedentes, dio la llamada Asamblea Nacional Constituyente por un hecho consumado, procedió a usurparle a la legítima Asamblea Nacional todos sus poderes, procedió a convocar a unas elecciones regionales, exigió la inmediata inscripción de los candidatos a los cargos entonces en disputa y sin siquiera haber fijado las fechas, el dictador encargado del Poder bajo órdenes e instrucciones de La Habana decidió que quienes resultaren electos debían reconocer la legitimidad de dicha Asamblea Constituyente, someterse a su arbitrio o renunciar al cargo así obtenido. Con lo cual rasgó todo velo de neutralidad y puso las cartas sobre la mesa: el voto o la vida. La subordinación o la muerte.
El régimen alcanza así un nivel de patraña, trapisonda, estafa y burla sangrienta posiblemente inéditos en la historia de las dictaduras mundiales. La de Hitler, epitome de crueldad y totalitarismo, jamás careció de legitimidad. Si por legitimidad se entiende el respaldo mayoritario e incuestionable de la ciudadanía. Cuando se descerrajó la sien en su bunker del Tiergarten y tras trece años recién cumplidos su reinado de los mil años se derrumbaba en pedazos, Hitler contaba con un 99,9% de respaldo popular. Lo mismo, Lenin, Stalin, Mao, Ho Chi Min, Kim Il Sun y Fidel Castro, clásicos dictadores constituyentes. No se diga el respaldo de los dictadores comisariales del Cono Sur, Pinochet entre ellos, que jamás dejaron de tener, en sus peores momentos, un respaldo de casi el 50% ciudadano. Ésta, la satrapía colonizada por la tiranía cubana y sostenida a duras penas por la corruptocracia cívico militar, no alcanza el 15% de respaldo. Gran parte de cuyo porcentaje debe atribuirse a los funcionarios y empleados del régimen, los miembros de las fuerzas armadas, la burocracia, los llamados “enchufados” y un repele de marxistas del subdesarrollo que en su mejor momento no alcanzaban el 5%. En elecciones libres, transparente y debidamente cauteladas por los organismos internacionales, su candidato presidencial no superaría ese 5%. El candidato opositor, en cambio, alcanzaría el 95% restante. Son hechos indiscutibles.
¿Serían esas verdades la justificación suficiente para que la oposición inmanente al sistema dictatorial desconociera olímpicamente el mandato del 16 de julio y se embarcara con entusiasmo en esas prometidas elecciones impuestas a la carrera por la írrita Asamblea Nacional Constituyente, y de las que aún no se dispone de fechas, dejando abandonadas todas las acciones que, habiendo acorralado nacional e internacionalmente al régimen entre los meses de Abril y Julio pasados, obligaran a la dictadura a concederle casa por cárcel a uno de sus principales promotores, asomar por instantes la blanca bandera de la rendición e impusiera de inmediato, aplacados la furia y la ira callejeras por la claudicación de la MUD, el regreso a casa, derrotados, fatigados y escarnecidos de las huestes combatientes de la llamada RESISTENCIA?
Si hasta allí alcanzara nuestra argumentación, pocos serían los argumentos para rebatir el entusiasmo con el que los partidos de la MUD-gobierno corrieran a engancharse a la oferta presidencial, contando incluso con el respaldo de muy sólidos, generosos y lúcidos argumentos de Luis Ugalde, a quien muy pocos podrían acusar de colaboracionista del régimen. ¿Qué mejor demostración de la voluntad de cambio de la satrapía que ese “magnánimo” gesto de liberalidad del sátrapa?
No pasaron muchas horas para comprobar fehacientemente que tal gesto reiteraba por tercera o cuarta vez el expediente con el que la dictadura volvía a aplicar el señuelo electoral para decapitar la ofensiva opositora y elevar incluso el nivel de represión anterior al 30 de julio, día de la insólita comedia electoral constituyente. La sevicia se cebó esta vez incluso con la esposa del rebelde semi “liberado”, sometida al escarnio y al abuso públicos de decomisarle un efectivo en bolívares, de un monto ridículo si se le compara con los miles de millones de dólares robados por las autoridades y los insólitos montos en dólares entregados ahora mismo a los altos oficiales de las fuerzas armadas para que armen sus trapisondas hamponiles: comprarlos a dos bolívares y llevarlos directa o indirectamente al mercado negro al precio de veinte mil bolívares.
La oferta de elecciones colgadas de las nubes de la voluntad dictatorial se sumó a la clausura de Mágica 91.9 FM y 92.9 FM, dos medios radiales emblemáticos, la prohibición de mantener en parrilla de DIRECTV a dos importantes canales de televisión colombianos, el cierre de medios impresos por falta de papel periódico, la mordaza aplicada al principal comunicador de la República, Nelson Bocaranda Sardi, acallado vacacionalmente, según la insólita comunicación del propio sancionado, la anulación de pasaportes de manera ciega y arbitraria, la crisis bancaria, que no les permite a ahorristas y depositantes más que el retiro de Bs. 20. 000,00 en efectivo – la irrisoria suma equivalente a $1 – y la ya proverbial inflación y el terrorífico desabastecimiento de alimentos y medicinas, inalcanzables por la desenfrenada carrera de los precios sujetos a la diaria y escandalosa variación del dólar en el mercado cambiario. En medio de este verdadero cataclismo de obscena irresponsabilidad y delirante locura, en Venezuela ya se puede llenar un tanque de gasolina con un centavo de dólar.
Mientras no se fija el calendario electoral, Nicolás Maduro ha puesto las reglas en claro: quien sea electo, si su CNE lo dispone y él lo permite, debe arrodillarse ante la llamada asamblea nacional constituyente. Vale decir, deberá acatar un organismo ilegítimo de toda ilegitimidad. Y con ello, habrá procedido a mutilarse sus miembros y su lengua, se habrá arrancados los ojos de sus cuencas y le habrá entregado su corazón al demonio. Será un tronco palpitante sumido en la renuncia a lo que los latinos llamaban su “nuda vita”: su vida desnuda.
El último argumento esgrimido por nuestro admirado amigo Luis Ugalde SJ me causa estupor: hay que participar en las elecciones de Nicolás Maduro, así sea bajo esas draconianas y aberrantes condiciones. Así sea para propiciar la movilización popular. Y yo le pregunto: ¿para eso haber castrado la maravillosa movilización popular echada a andar con la revolución de abril al costo de 144 muchachos asesinados y el acorralamiento nacional e internacional de la tiranía? ¿Para tener a Leopoldo López amordazado por propia voluntad y durmiendo en su casa, viendo si retomamos una movilización que, hoy por hoy, nadie está en capacidad de convocar? La trágica alegoría del perro mordiéndose el rabo.
Me parece patético y lamentable. Al extremo que Henry Ramos Allup se ha visto en la obligación de falsear escandalosamente la historia afirmando que el dictador Marcos Pérez Jiménez salió del poder mediante elecciones. Como las que nos han prometido. Y aún no vemos lo que falta. ¡Pobre país rico! @sangarccs
Antonio Sánchez García
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