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lunes, 29 de junio de 2015

Los peligros de la adulación (en la dictadura de Trujillo)


Por Ylonka Nacidit Perdomo. 29 de junio de 2015 - 2:00 am -  0
Los aduladores de los políticos son una especie de hombres que traen las ruinas de las sociedades; la “indestructible” adoración que creen construir como una roca por medio del látigo nocivo de la postración a través del chantaje, los convierte en sacerdotes antagónicos.

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Foto: El dictador Rafael L. Trujillo
Desde el año de 1937 se multiplicaba en la República el paternalismo geopolítico como expresión institucionalizada del autoritarismo. El Jefe sureño del gobierno se había apropiado de la fuerza ancestral de los caciques pueblerinos. El Congreso Nacional consideraba que había “enaltecido con hechos gloriosos su carrera militar, entre los cuales sobresalen: la persecución personal y tenaz de los rebeldes del Mogote de Moca y en las lomas de tamboril; su audaz entrada, solo, a Mao, foco de la sedición armada que capitaneaba uno de los más temibles cabecillas rebeldes; su marcha forzada a pie, de Copey a Montecristi, con sólo cuatro oficiales, en un campo erizado de enemigos, para interceptar el paso de los conspiradores contra la paz pública, hechos que lo hacen acreedor a la gratitud nacional (…)”.
Rafael Leonidas Trujillo Molina, dictador de la República Dominicana
No había otra frontera superior que su relación de lo personal con lo político. Se asumía y lo asumían como la continuidad de un dios hecho héroe por la gracia y el efecto de su voluntad de valiente varón.
El llamado por los suyos “genio conductor”, se creyó levantado desde el barro por el pueblo, y que era inspirado por la sabiduría del Todopoderoso. No tenía doctrina alguna, sino el hechizo de la perversidad. Todos se abandonaban a su voluntad, a la fuerza de la sumisión, al abismo de su ser, al temor, a las estrellas de su ejército, a la costumbre de respetar al hombre que se hace idolatrar como si fuera una expresión de la naturaleza misma. No se sabía, entonces, si era bíblico ese castigo,  ese horizonte engañoso de falsedades, de la maldad y la mentira. El hecho es que los leños del infierno dejaron de arder por treinta un años, y la alucinación- animada por la extravagancia de la adulación hacia la figura Presidencial- fue el objeto de videntes e invidentes. Los hombres adoraron a un hombre semejante a sí mismo, e hicieron el espectáculo de elevarlo al Olimpo. Un Obelisco, en la ciudad capital, fue el símbolo de la insensatez, del extravío de las conciencias, del paganismo o politeísmo de un pueblo que se decía cristiano.
  1. EL ORO HACE QUE SE LE RINDA CULTO A LOS POLÍTICOS.
La historia del siglo XX escrita por los servidores de los regímenes de turno puede ser una ilusión engañosa, un cortejo de resplandores, de posturas primitivas; júzgola, a veces, un terreno fértil o infértil, según las circunstancias, para reconocer los símbolos desde donde se advierte su manipulación adrede. Confieso que me gusta averiguar sobre la historia, ver los torbellinos en los cuales se agita y sus envolturas irreverentes; mirarle la cara frente a frente, observar lo intrincado de la vida de sus protagonistas, descifrar cada palabra vacía, conjurarla desde su encierro de los intereses, meditar sobre ella, y ver si puede tener un rostro de lozanía y frescura.
El oro hace que se le rinda culto a los políticos; las virtudes hacen que se le rinda culto a los héroes; la inspiración hace que se le rinda culto a los profetas; las transformaciones sociales hace que se le rinda culto a los revolucionarios; la fe hace que se le rinda culto a las dignidades religiosas:
Reunión de funcionarios trujillistas
– ¿Pero qué influencia tiene un hombre para que se le rinda culto a su personalidad a través de la adulación, y se le quiera ver como héroe, profeta, revolucionario o dignidad?
-EL ORO.
El oro del político, los oropeles banales de la vanidad, la insignificante creencia de que la muerte se puede demorar, las jerarquías que se construyen para atemorizar a los demás con soberbia, las insidiosas intrigas, las zozobras de las conciencias que trae el poder, la confusión con la eternidad, la lealtad pervertida, el ahogamiento de las voluntades de los otros, los golpes de injusticias… hacen que surjan los tiranos.
Los aduladores de los políticos son una especie de hombres que traen las ruinas de las sociedades; la “indestructible” adoración que creen construir como una roca por medio del látigo nocivo de la postración a través del chantaje, los convierte en sacerdotes antagónicos. Unos moran en la oscuridad sacándose los ojos a los enemigos del lado de la deidad mordaz del dinero, y, otros, van galopando sobre la vulgaridad de sus almas quebradas. Olvidan que desde las alturas hay remolinos que te hacen descender, groseros sirvientes de canallescas lanzas; olvidan que el enojo trae aglomeraciones de nubes que encienden las cóleras del pueblo.
La adulación no es una rara palabra; parece una “cosa” descomunal, pero de liviandad graciosa, en la que se hunden todos los reinos que no guardan memoria. Esa palabra se domestica, se hace oportuna en mítines, y reuniones de sonrientes funcionarios, se fomenta y se fermenta; no es sacada de un sombrero, sino de las locas fantasías que se evocan y conjugan con diversos verbos. Es una palabra que no pierde su uso, que se riega como agua turbia de un pozo, porque sus progenitores necesitan manifestar su ilimitada gratitud al Jefe.
El Obelisco macho, símbolo fálico de la ciudad. 1937. Foto Luis Mañón
Boris Pasternak, un hombre realmente prodigioso, me hizo comprender leyendo sus ideas sobre “qué es una representación”, cómo  expresar mi parecer de que el surgimiento de un dictador, y permitir su enquistamiento en el poder, parafraseándolo a él, es “una bofetada dada en la cara a la humanidad”, porque “la misteriosa brevedad de la vida no toleraba misterios que la acortaran artificialmente”. [1]
Así, tratando de comprender un poco los símbolos de esos “misterios” que trae la historia, y de escudriñar en lo temerario que es la adulación a los políticos, más aún cuando los pueblos tienen horas cruciales, y los abismos se construyen a través de la perversión que trae el fanatismo feroz, para saber y entender cómo se crea la “magnificencia deslumbradora” amoral de un político, y como un pueblo puede despertar de esa apariencia que sólo trae la fatalidad, leamos estos párrafos de Boris Pasternak, de su libro “Salvoconducto”:
“El emblema del león figuró en Venecia en muchas y diversas formas. Así, la hendidura para echar las denuncias secretas, en la escalinata de los censores, en vecindad con los frescos del Veronés y el Tintoretto, fue esculpida en forma de una boca de león. Sabido es qué miedo causaba a los contemporáneos esta “bocca di leone” y cómo poco a poco se hizo señal de mala educación el mencionar a las personas que se hundían misteriosamente en la hendidura bien esculpida, en los casos que el poder mismo no expresaba su pesar al respecto.
“Cuando el arte erigía palacios para avasalladores, se le tenía fe. Se pensó que él compartía las concepciones generales y compartiría en el futuro el destino común. Pero precisamente esto no ocurrió. El lenguaje de los palacios resultó ser la lengua del olvido y no aquella lengua pantalonesca que se le atribuía por error. Los propósitos pantalonescos quedaron en nada; los palacios quedaron”. [2]
Funcionarios del Consejo Administrativo de la Ciudad Trujillo
  1. “TRUJILLO NO ABANDONARÁ A SU PUEBLO. /EL PUEBLO NO ABANDONARÁ A TRUJILLO”.
Al unísono en 1937 los funcionarios del gobierno de Trujillo exclamaban en mítines reeleccionistas que, ellos se hacían intérpretes de la comunidad de “la universalidad del pueblo dominicano” que manifestaba “con una devoción nunca antes ofrendada a gobernante alguno”, la súplica de “la imprescindible necesidad de que tan insigne Gobernante permanezca en el Poder” [para] “la realización de su destino trascendental” y “al frente de los destinos nacionales”, y que “toda la República ha manifestado su unánime anhelo de que el Generalísimo Trujillo sea reelegido en las próximas elecciones generales para que continúe desarrollando su obra de gobierno sin precedente”.
En 1939 el “Benefactor de la Patria Generalísimo Doctor Rafael Leonidas Trujillo Molina” ya había sido elevado por el corazón de sus aduladores al rango de “héroe”, y se alababa su gloria llamándole “Hombre extraordinario, Generalísimo Doctor, Máximo Conductor del pueblo dominicano, Supremo Conductor, Reconstructor de la Patria, Preclaro Conductor de los destinos, Ilustre Jefe Supremo, Insigne Padre de la Patria Nueva e Insustituible, Conductor de los Destinos Nacionales, Reconstructor de la Ciudad, Rehacedor de la Nación, Primer Ciudadano de la Nación, Héroe de la Paz y del Trabajo, Protector de la Agricultura y de la Escuela, Ilustre Estadista, Eximio Mandatario”.
El Consejo Administrativo del Distrito de Santo Domingo, Ciudad Trujillo, dictó en el año de 1939, “veinte y nueve Ordenanzas, que sirven de testimonio a su afán de merecer la confianza depositada en todos sus miembros por el Benefactor de la Patria”.
Trujillo exaltado a Héroe en 1939 por el Dr. Jacinto B. Peynado autor de la frase DIOS Y TRUJILLO. Fuente Memoria del Consejo Administrativo
Al inicio de ese año -se consigna en la Memoria del Consejo Administrativo del Distrito de Santo Domingo- se celebró el “Tercer Aniversario del Cambio de Nombre de la ciudad”, por lo cual en la mañana del 15 de enero, “Día del Benefactor”, para reconocer la “ciclópea obra de reconstrucción” de Trujillo, el “fervor patriótico” condujo a   que se celebrara un Te-Deum “para reunirse allí y dar gracias a Dios, junto a los altos funcionarios de la nación por la preservación de la salud y la gloria del Generalísimo”. Se efectuaron, además otras múltiples actividades a nivel nacional, un mitin frente al Obelisco de la George Washington y actos de regocijos “en los cuales el pueblo en masa dio una vez más potentes muestras de fiel adhesión, lealtad, gratitud y amor al hombre extraordinario que levantó de sus escombros y le dio nueva vida a la urbe que con orgullo ostenta el nombre de Ciudad Trujillo”.
Esas ofrendas discursivas y de “apoteosis” en iguales manifestaciones y circunstancias, se repiten cíclicamente de labios de los políticos de turno en la esfera del Estado, creyendo que no se advierte el cambio de ropaje de los personajes que actúan imbuidos de las mismas acciones de antaño para “hacer [se] dignos de la estimación del Jefe Supremo”. Sólo basta leer una “Memoria del Ayuntamiento” de la Era de Trujillo, para comprender cómo se orquestaba mediáticamente la sublimidad de las virtudes y los “dones” mesiánicos del Jefe-caudillo, así como la “invariable adhesión a la política y a la persona del Jefe Supremo”, a “su gloriosa carrera política” ante el pueblo “para que sus aspiraciones de mejoramiento sean susceptibles de realización”, ya que al decir de los aduladores: “Vivimos una era de la cual es norte y guía, por derecho de proceridad y deber paterno, el Benefactor de la Patria (…)” llamada “Era de Paz y de Trabajo que vive la República”.
Te Deum en la Catedral. Era de Trujillo. Foto Luis Mañón
Leamos este discurso de uno de los funcionarios del Jefe, un ejemplo de la adulación y sumisión a la figura presidencial, al Ilustre Benefactor de la Patria y Jefe Supremo y Director del Partido Dominicano, que hizo inscribir en el Obelisco erigido para conmemorar las efemérides del cambio de nombre de la ciudad la leyenda: “Trujillo no abandonará a su pueblo. /El Pueblo no abandonará a Trujillo”:
“CUANDO el pueblo dominicano se reúne en una ocasión como esta en la que se tributa un homenaje al Benefactor de la Patria, está no solamente respondiendo a un impulso de su corazón sino expresando también un pensamiento y una voluntad.
“En los pueblos que han adquirido consciencia de su destino, una manifestación colectiva de exaltación y de gratitud, no solo da salida a una emoción del alma social, sino que reproduce también un estado de la mente colectiva y, por encima de todo, refleja del modo más categórico la expresión de lo que es su querer. 
“Trujillo es grande no solo por sus obras en el orden material y en el orden espiritual, sino porque ha despertado al pueblo dominicano para que pueda contemplar con optimismo y resolución el panorama de su propia grandeza.
“Vivificador del pueblo, iluminador de conciencias, acicate de voluntades, armonizador de fuerzas divergentes, guía de las generaciones presentes y centinela de las por venir, el prodigioso fenómeno de su obra de gobierno y las circunstancias que lo han rodeado, muestran el carácter providencial de su misión entre los hombres que habitan esta parte de la tierra.
Mitin reelecionista a favor de Trujillo. Foto Luis Mañón.
“Contemplad a la distancia el cuadro dentro del cual el Benefactor de la Patria asumió la dirección de los destinos nacionales.
“Apenas quince días después de haber jurado el cumplimiento de la Constitución y las leyes, el más espantoso suceso que registran nuestros anales, sacudión de raíz el alma nacional; y digo así porque el devastador huracán que abatió la antigua ciudad de Santo Domingo no solo ponía en peligro la estructura material de esta urbe, amenazada también la vida económica de toda la República, de la cual la capital es el corazón y el cerebro.
“Pero así debía ser. Nunca fue dulce y suave el camino del genio. Erizado de dificultades, ensombrecido por el dolor de la tragedia, la senda que ante los ojos tranquilos de aquel joven apuesto y vigoroso que acababa de asir las riendas del poder, solo ofrecía incentivo a la desesperanza; pero él pudo decir, como Jesús en Getsemaní: “aparta de mí este cáliz de amargura; pero si es necesario que lo beba, cúmplase tu voluntad”.
“Y de ese modo, sobre un montón de ruinas, se hizo prepotente la fuerza de su voluntad.
“El estado de los negocios públicos no era, en el año de 1930, el más halagador para iniciar una obra de gobierno. Por doquiera se advertía la necesidad de encauzar por rutas de orientación renovadora la vida nacional toda. Todos los vicios de nuestra historia política y administrativa tenían contaminada la que debía ser organización progresista del Estado y de la sociedad.
En el mes de agosto de 1930 tan sólo un alma de cíclope podía asumir con entereza la responsabilidad del Gobierno; y he aquí, que sobre esta situación, en la que parecía que podía naufragar hasta nuestro destino de pueblo libre, se presenta el huracán del 3 de septiembre, como para asestar un golpe de muerte a la obra incipiente, que era ya de por sí una empresa de titanes.
Pero Trujillo era un hombre providencial. Parece como si el Dios de las naciones, que todo lo sabe de antemano y todo lo prevé, conocedor de la catástrofe que iba a sacudirnos, lo hubiere escogido para que fuera el salvador y el restaurador de la República.
Monseñor Ricardo Pittini en el momento en que bendecía el Obelisco. Foto Memoria del Consejo Administrativo 1939
“Y así lo contemplamos ahora. Sobre su brioso caballo, recorriendo las calles llenas de escombros, disponiendo las medidas de la más inmediata necesidad; duplicándose, triplicándose, centuplicándose en mil actividades, para atenderlas todas y vencer en todas.
“Un hombre que no hubiese sido como él, que tan solo hubiera sido un hombre inteligente, bueno y luchador, pero que no hubiera estado tocado por una fuerza sobrenatural como él lo estaba, habría sido presa del desfallecimiento y de la superstición.
“Pero Trujillo no vio en el ciclón del 3 de septiembre un hecho de fatalidad personal en su carrera política, sus actos y palabras, y sobre todo, sus resultados muestran que supo comprender claramente e interpretar el signo de su destino como hombre público; y en vez de rendirse a la adversidad de los hados, se impuso a ellos, y venció sobre ellos, levantado en su prodigioso esfuerzo del abismo en que habían caído, el presente y el porvenir de la República!
“Todo eso lo comprende y lo siente el pueblo dominicano y por eso, en este día que se dedica a su gloria inmarcesible, estamos reunidos aquí como un solo corazón, como un solo pensamiento y como una sola voluntad.
Todos tenemos confianza en que Trujillo es, a la cabeza de la organización política de la sociedad dominicana, el eslabón que une todas las fuerzas.
“Sabemos que necesitamos de él; que donde quiera que él señala un camino se encuentran frutos al fin de la jornada; pero es necesario que comprendamos que él espera que todos cumplamos con nuestro deber; y mi corazón trujillista se llena de goce cuando contemplo en ocasiones como ésta, que la suprema voluntad del pueblo quiere seguirlo, vinculándose a su persona y a su obra con resolución inflexible y con el amor que la gratitud inspira.

“Señores: 
“Los días aciagos tiempo ha [sic] que pasaron. Disfruta el pueblo dominicano de las alegrías de la paz y del provecho del trabajo.
“Trujillo no es ya solamente una esperanza; es una gloriosa realidad. 
“Para nuestro futuro, su presencia a la cabeza del pueblo dominicano no es solo una promesa sino una seguridad de bienestar y de grandeza. La República Dominicana, con los lineamientos que le ha dado el genio Creador de la Patria Nueva, está llamada a cumplir altos destinos y ya se vislumbra con claridad el día en que frente a este Obelisco que perpetúa la memoria del Benefactor de la Patria, se levantará el Faro Monumental que América ha de erigir a su insigne Descubridor, y que sobre las playas dominicanas, será el más alto símbolo de la solidaridad de América en sus aspiraciones de Paz, de Libertad y de fraternidad internacional.” [3] 
Los sentimientos que se estimulan con estas alabanzas en los corazones, mentes y almas de los subalternos ideologizados -que promueven los adulones- son los de “gratitud, lealtad y adhesión”. Se hace a través de manifestaciones públicas cívicas, mítines reeleccionistas, publicación de proclamas, de documentos, de expresiones de gracias, súplicas para el continuismo, paradas cívicas, documentos de gremialistas, etc.


Obelisco a Trujillo 1939. Foto Luis Mañón
III. UNA ÚLTIMA NOTA
La historia contemporánea puede atribuir un significado arbitrario al pasado. Un balance del todo el siglo XX, desde el inicio de la Era de Trujillo en 1930, hasta el presente nos hace reflexionar de manera escéptica, y traer a nuestras mentes un poco de tribulación. No podemos darle crédito, ¿o sí? a la veneración que aún permanece hacia el Jefe, Trujillo, “beatificado” por un Obelisco, “canonizado” en el imaginario colectivo como el prototipo del “hombre fuerte”, aún cuando la historia oficial lo presente como un sujeto execrable.
Los aduladores y seguidores de “aquel joven apuesto y vigoroso” como le llamó Virgilio Álvarez Pina, al parecer fueron prodigiadores del futuro, y no se equivocaron en sus loas: el Obelisco está ahí, erigido en la avenida George Washington, y “perpetua la memoria del Benefactor de la Patria” y del “Varón eximio”. No importa que quitaran las tarjas de sus emblemas, y que lo pinten cada cierto tiempo con distintos rostros y cuerpos.
El Obelisco a Trujillo es el símbolo fálico de la ciudad, y de lo que significa la dominación férrea, arbitraria y tiránica; por eso lo llaman “el obelisco macho”. Nunca hemos comprendido el porqué no lo derrumbaron al igual que las estatuas de Trujillo.
Al parecer este es el símbolo de la perpetuidad de Trujillo, y del dominio fálico de los hombres que se asumen como los únicos que pueden alcanzar la Primera Magistratura del Estado, y demuestra que doscientos años después de constituirnos en Estado, este pueblo es un pueblo patriarcal.
El trujillismo continúa sobre sus bases, y frente a él; a su alrededor, en torno a él, se sigue construyendo la dominación sincrética, popular, simbólica, espiritual, carnavalesca, económica, política, cultural, de androcentrismo, sexismo y discriminación de los trujillos que surgen cíclicamente imbuidos de paternalismo autoritario.
El “majestuoso obelisco (del) alma de la nacionalidad agradecida”, celebrado en “fausta efemérides” en una fecha que al decir de los cronistas de la Era se hizo con “patriótico entusiasmo” y con “carácter apoteósico”, nos hace afirmar que tal vez, quizás, posiblemente, es cierto: Trujillo duerme con nosotros, se levanta con nosotros, con el poniente, y lo hace desde el Oriente, mirando hacia Jerusalén.
No en vano se escuchan voces, muy temprano en la mañana, decir: “Aquí hace falta un Trujillo”. Al parecer la profecía se cumplió: La tiranía de las mayorías, a través de un partido único, hizo grabar en la memoria de todo el mundo, el símbolo del partido y el rostro del candidato perpetuo.
Esta historia que se representa desde “la misteriosa brevedad de la vida” es un ejemplo de los peligros que se corren con las loas de exaltación y adulación para idolatrar a los mortales y llevarlos al cénit de la adoración como dioses.
El Obelisco continúa [4] representando en la conciencia nacional el sueño de la inmortalidad que vive Trujillo. Los cientos de libros que se escriben sobre su Era, y el surgimiento de imitadores de su mesianismo lo confirman. Todo se cumple y se consuma igual. Recordemos que la historia es cíclica.
[Ylonka Nacidit-Perdomo].

CITAS
[1] Boris Pasternak. Salvoconducto. Un Humanísimo testimonio dedicado a Rainer María Rilke. (Buenos Aires, Argentina: Editorial Dédalo, 1959):92. [Traducción directa del ruso y prefacio de Heino Zernask].
[2] Ibídem, 114
[3] “Discurso pronunciado por Don Virgilio Álvarez Pina, Presidente del Consejo Administrativo, al clausurar el regio mitin celebrado en esta ciudad, en conmemoración del Día del Benefactor de la Patria. El acto tuvo lugar alrededor del gigantesco Obelisco que conmemora el cambio de nombre de esta Ciudad de Santo Domingo, por Ciudad Trujillo” en “Memoria del Consejo Administrativo del Distrito de Santo Domingo, R. D.”, Ciudad Trujillo, correspondiente al año de 1939”, pp. 37-46.
[4] Para comprender la “representación” del Obelisco [macho] se reproduce de la “Memoria del Consejo Administrativo del Distrito de Santo Domingo, R. D.” del año de 1937, pp.71-72, la descripción del obelisco.

“DESCRIPCION DEL OBELISCO.
Ese majestuoso [sic] monumento presenta las siguientes inscripciones:
Al Norte:
EL CONGRESO NACIONAL. En Nombre de la República.
Considerando que la universalidad el pueblo dominicano ha manifestado públicamente sus legítimos deseos de que la ciudad de Santo Domingo, Capital de la Republica, sea llamada Ciudad Trujillo, como reverente expresión de gratitud al insigne Benefactor de la Patria, Generalísimo Doctor Rafael Leonidas Trujillo Molina.
Ha dado la siguiente Ley:
Artículo 1.- A partir de la publicación de la presente Ley la ciudad de Santo Domingo, Capital de la República Dominicana, se llamará Ciudad Trujillo.
Promulgada el día 11 de Enero del año 1936- G. O. 4867.
Al Sur:
Mis mejores amigos son los hombres de trabajo.
No hay peligro en seguirme.
Al Este:
Homenaje de respeto, devoción y gratitud que la República Dominicana tributa al Benefactor de la Patria Generalísimo Doctor Rafael Leonidas Trujillo Molina.
Al Oeste
Trujillo no abandonará a su pueblo.
El Pueblo no abandonará a Trujillo.
***
Honradez, economía y trabajo
Lo han [sic] podido todo.
***
Las ambiciones de mi juventud y el brillo de

mi carrera los he puesto al servicio de mi Patria.


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