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miércoles, 17 de junio de 2015

Trujillo ''El dictador vulgar'' Juan Bosch.

 Fuente :El Caribe


Bosch y el mito sobre Trujillo I y II

Por Alejandrina German.

Juan Bosch, en muchas ocasiones, tuvo que dedicar tiempo y esfuerzos a explicar importantes procesos de nuestra historia, en su condición de escritor, ensayista y cientista social. Fue precisamente Bosch quien se encargó de rescatar a figuras destacadas de nuestra vida republicana, entre ellas Máximo Cabral (héroe de la Batalla de La Barranquita) y de Gaspar Polanco (primera espada de la Guerra de la Restauración), condenados por años al ostracismo.
Uno de los personajes a quien dedicó inteligencia y esfuerzo para corregir aspectos tratados, por complicidad más que por comisión, fue la de Rafael Leónidas Trujillo, de cuyo ajusticiamiento se cumplieron 54 años; del cual afirmaba se había construido un mito.
Sobre la figura de Trujillo se han escrito decenas de libros, comenzando por los pioneros de los españoles José Almoina, en México, (Una satrapía en el Caribe, 1949); y Jesús de Galíndez, en Nueva York, (La era de Trujillo: un estudio casuístico de dictadura hispanoamericana, 1955), que les costaron la vida; Bosch escribió de manera específica, porque aborda el tema en varios de sus escritos, “Rafael Leónidas Trujillo, causa de una tiranía sin ejemplo, (1961); “La fortuna de Trujillo”. (1985); “Las dictaduras dominicanas”, (1988); y el ensayo “R. L. Trujillo, la carta dominicana”. Bosch comienza este ensayo, explicando que el mismo día que Trujillo llegó al poder, el 16 de agosto de 1930, “un senador, uno de los políticos honestos a quienes los males de caudillaje condujeron al lado del nuevo gobernante, volvió a su casa, reunió a sus hijos, y con lágrimas en los ojos les dijo que comenzaba para el país una época indescriptible. Había oído a Trujillo decir, en reunión de líderes, media hora después de haber tomado posesión de su cargo, una vulgaridad de tal naturaleza que es imposible reproducirla por escrito”.
“Aquel senador –agrega Bosch- murió años después en el destierro, fue uno de los pocos que vio con claridad en el fondo del alma de Trujillo. Pues la tiranía que este iba a implantar se destacaría entre todas las de la historia americana por su vulgaridad, el título que mejor habrá de definir con el tiempo a Trujillo entre sus cófrades del Caribe será el de “El tirano vulgar”.
A seguidas, Bosch se encarga de configurar una suerte de plástica realista de Trujillo y su régimen, preguntándose primero de: ¿Cuáles son las raíces de su psicología, el origen de su sed de más poder, de más riquezas, de más honores; su capacidad de odiar, la necesidad de tener a su alrededor mayor servilismo, más sumisión; su incapacidad para tolerar la existencia de un alma libre cerca de sí, su odio a quien quiera que se distinga sin su ayuda, su afán de calumniar, rebaja, enlodar reputaciones?
Un dato interesante, es la descripción que hace Bosch del carácter de Trujillo, el cual asocia a su origen familiar de herencia haitiana “…un temperamento peligrosamente sensible a ciertos estímulos… una alma tenebrosa que con el andar de los años iba a mostrarse al mundo” y que tenía mucho que ver con la sociedad de la época en que la población dominicana estaba dividida entre gente “de primera” y gente “de segunda”, rezago de la organización colonial”, a cuya última pertenecía Trujillo.
De acuerdo a Bosch, Trujillo sintió desde niño el desprecio de la gente “de primera”…y “al andar del tiempo, siendo ya jefe de la policía nacional, trataría de cambiar su estado social solicitando que se le admitiera como socio en el club más selecto del país”, la cual se le negó …“por la simple razón de que había nacido “de segunda”. De manera que a lo largo de los años le perseguía el estigma de haber nacido en un círculo despreciado. Su odio a los “de primera” pudo haberse adormecido de haber logrado acceso al Club Unión; pero no lo obtuvo, a pesar de que era ya un personaje con poder en las manos. Dada su psicología de resentido, se explicaba que al erigirse tirano destruyera ese Club Unión y los sustituyera con uno que lleva su nombre; y dado su temperamento se explica que su odio crecería en vez de disminuir, así como dada su bajo nivel educativo se explica que midiera con ese odio a todo el que estuviera por encima del común”.
Dice que Trujillo era un hombre de acción audaz, pero de poco carácter, que se deshacía en la destitución de los altos funcionarios de su régimen, algunos de los cuales como Ramón Marrero Aristy, autor de la novela Óver (elogiada por Bosch desde el exilio) llegó a asesinar en su propio despacho luego de humillarlo para que su cuerpo apareciera carbonizado en un precipicio de la carretera Santo Domingo-Constanza el 17 de junio de 1959 en los días en que asesinaron también a las Hermanas Mirabal.
Agrega: “Pero en todos los casos los afectados se enteran por la prensa, y muchas veces cuando van a sus despachos y los centinelas o los porteros les informan que han sido destituidos. Trujillo no tiene carácter para decirle a un funcionario que da por terminado sus servicios, o regularmente no lo tiene para recibirlo una vez que lo ha echado del cargo. El vacío que deja en su alma la ausencia de carácter lo llena con sentimiento de adoración de sí mismo y de odio a los demás, lo cual explica en cierta medida la falta de sentido del límite de todos sus actos”.
En nuestro artículo anterior, iniciamos en abordaje del mito que en torno a la figura del tirano Rafael Leónidas Trujillo Molina se ha creado en la República Dominicana, partiendo de enfoques antropológicos y sociológicos; sobre la base de que la mitología, basada generalmente en fenómenos sobrenaturales, sustenta la cosmovisión de un pueblo y desde la óptica moral intenta explicar la existencia del bien y el mal.    De lo anterior se trata el mito sobre esa figura que enlutó a la sociedad dominicana, una falsa creencia popular desmitificada por el Profesor Juan Bosch en sus múltiples escritos sobre el ajusticiado tirano y su régimen, tal y como hemos venido explicando.    El mito de que fue un hombre de acción, temerario y valiente, y que fueron esos factores los que lo llevaron a convertirse en el tirano más terrible, cuya dictadura permaneció en nuestro país por más de tres décadas, aún prevalece en la mentalidad de muchos dominicanos.    La historia dominicana no registra ningún caso en el cual Trujillo Molina se enfrentara a nadie, en iguales condiciones, para asesinarle y aunque se conocen casos en que él mismo, siendo ya tirano, mató o participó del asesinato de indefensos, la mayoría de sus víctimas corrieron a cargos de sus matones gratuitos y a sueldo. Entre los asesinatos más execrables perpetrados por el propio Trujillo, que constituyen una muestra de su cobardía, instinto asesino y poco carácter, figuran el de Ramón Marrero Aristy, ya mencionado en el artículo anterior, en 1959; y el del sacerdote episcopal norteamericano Charles Raymond Barnes a quien, el 26 de julio de 1938, le rompió el cráneo a palos, tras ordenar que se lo llevaran amarrado a una de sus fincas fuera de Santo Domingo.    Bosch narra que el cadáver del religioso fue enviado a su propio domicilio, “y encontrado esa misma noche ¡qué casualidad! por el jefe de la policía tendido en la cocina. Se hizo preso a un conocido delincuente (José Manuel Díaz, de origen puertorriqueño), a quien se le ordenó declarar que él había dado muerte al sacerdote porque le había hecho proposiciones de homosexualidad; de manera que sobre el crimen se elabora la deshonra. La víctima fue acusada ante Trujillo de haber enviado al exterior los primeros informes que se dieron sobre la matanza de haitianos, en 1937, y José Manuel Díaz, que se declaró autor del asesinato, murió por aplicación de la ley de fuga, antes del juicio…”    Para Bosch, Trujillo era la antítesis del héroe, “ya que el héroe es siempre una síntesis carnal de lo mejor de su pueblo. Pero en la misma medida el villano lo es de lo peor; él (como Trujillo) aglutina junto a sí todas las maldades, todas las podredumbres, toda la bajeza que hay a su alrededor-. Desgraciadamente para la República Dominicana, Trujillo resultó una encarnación abrumadoramente perfecta de los vicios en una alma de fortaleza demoníaca…”.    De acuerdo al escritor y político, “resulta aparentemente contradictorio que el hombre que actúa como Trujillo, sin límites en nada, sea débil de carácter, pero en realidad, no hay tal contradicción, puesto que si hubiera dominio sobre si sabría dónde están los límites de su actividad”. Hace un paralelismo entre Trujillo y los demás tiranos latinoamericanos de la época, considerando que el dominicano, por su origen y su desarrollo social “de segunda”, era único y atípico.    Bosch establece características diferenciadoras con otros dictadores latinoamericanos, entre ellos los Somoza en Nicaragua, (Tacho y Tachito). Sobre el padre, Anastasio Somoza García, afirma: “Nótese que ciertas características de Trujillo no las tiene Somoza, lo que se debe a que éste se crio en otro ambiente. Aunque en Nicaragua había también, y la hay todavía, esa división entre familias distinguidas y las que no lo eran, la de Somoza entraba en el primer círculo, dado a que su padre había sido varias veces senador y disponía de algunos bienes para enviarle a estudiar”.    Agrega que Somoza podía tener “…odios políticos hasta tanto un adversario amenaza a su poder, pero cuando deja de amenazarlo deja de odiarlo, y puede tratarlo como amigo. El tirano de Nicaragua no tiene el tipo de odio personal, constante y activo, de Trujillo. Somoza hace propaganda calumniosa contra sus enemigos, pero no siente la necesidad de vivir denigrando a los demás. Somoza no padece los complejos de inferioridad de Trujillo porque el ambiente en que creció no fue propicio a que se le formaran.”    Para Bosch, Trujillo, a quien llamaban “Chapita”, “denigra, insulta y calumnia sin tregua a sus enemigos y a sus amigos, y sería incapaz de reaccionar como Somoza en ciertas situaciones”. Y recuerda un viaje que hizo “el dictador nicaragüense a Washington, sobre el cual fue interrogado por los periodistas el presidente estadounidense Harry S. Truman en una de sus habituales conferencias de prensa, en el sentido de si no iba a recibir al gobernante centroamericano. A lo que Truman contestó: “El señor Somoza no es invitado oficial del gobierno de los Estados Unidos y por tanto no será recibido en la Casa Blanca”.    Ese mismo día –según Bosch- Somoza contestaba, también públicamente: “Es cierto que no soy invitado oficial, pero desde luego sería impropio que yo pasara por Washington sin ir a saludar a mi excelente amigo el Presidente Truman”.  “Reacción cínica, desde luego –entiende- pero típica de un alma sin complejos de inferioridad, de la que jamás hubiera sido capaz Trujillo, puesto en la piel de Somoza, Trujillo se aleja cargado de cólera, espera la llegada al poder de otro presidente norteamericano y se dedica cuerpo y alma a perseguir a Truman con sus calumnias”.




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