Las dictaduras y los gobiernos arbitrarios en un buen número de países, muchos de ellos en América Latina, han sustituido el “puño de acero” por el “puño de terciopelo”.
Por: Mauricio Botero Caicedo
Es decir, ya no acuden a masacres indiscriminadas como en su día lo hicieron Stalin, Mao y Hitler; ni aún a asesinatos selectivos como solían hacerlo Fidel y Trujillo. Tampoco atiborran, como se hacía antaño, las mazmorras con sus enemigos reales e imaginarios. Es más, ni siquiera requieren amordazar a los medios de comunicación. Los “dictadores” del siglo XXI, sensibles a la opinión, han evolucionado y hoy utilizan métodos y medios bastante más sutiles y menos sangrientos, pero igualmente efectivos.
En reciente artículo en el International New York Times (Mayo 25/15), los profesores Sergei Guriev y Daniel Treisman describen como estos nuevos dictadores, tipo Vladimir Putin en Rusia y Nicolás Maduro en Venezuela, logran concentrar el poder aplastando toda oposición y cooptando los controles constitucionales, utilizando sólo un mínimo de violencia. Estas nuevas dictaduras de “puño de terciopelo” (en cuya lista se puede añadir a Ortega en Nicaragua, a Correa en Ecuador y a Evo Morales en Bolivia) se han adaptado admirablemente a la era de “medios” globales, de interdependencia económica, y de tecnología de información. Manteniendo todas las apariencias de una sociedad democrática y participativa, estos gobernantes manipulan las reglas de juego y se hacen reelegir indefinidamente.
Según Guriev y Treisman, en 1982, el 27% de los países no democráticos utilizaban las ejecuciones políticas de manera sistemática. Hoy sólo lo hace el 6%. El número de países que no tenían elecciones igualmente disminuyó en ese período del 31 al 15%. Es más, buena parte de estos dictadores de “puño de terciopelo” llegaron al poder por medio de elecciones supuestamente transparentes. El mundo entero recuerda al bufón de Jimmy Carter afirmando que jamás había presenciado elecciones tan diáfanas como aquellas en que Hugo Chávez fue reelegido en 1998.
Para Guriev y Treisman son tres las características que distinguen las dictaduras del “puño de terciopelo” de aquellas del “puño de acero”: la primera es que en vez silenciar a los medios o encarcelar y torturar a los periodistas, lo que se encargan es de cooptarlos por medio de prebendas y de dádivas. En algunos casos, como el de Venezuela, la dictadura se convirtió en la dueña de los medios escritos, radiales y televisivos. La segunda gran diferencia es que las nuevas dictaduras son bastante más generosas en el reparto del presupuesto y de los frutos de la corrupción. Antaño, los dictadores y sus familiares se quedaban con buena parte del botín. En algunas ocasiones, como ocurre con el “Cartel de los Soles” en Venezuela, las dictaduras conceden franquicias para que ciertos actores monopolicen actividades criminales a sus entera discreción. La tercera característica del “puño de terciopelo” es que acude a la violencia sólo de manera selectiva y ocasional. ¿Para qué asesinar si puede encarcelar sin violar la Constitución? ¿Para qué encarcelar si puede es empapelar judicialmente? ¿Para qué empapelar si se puede es amedrentar? El rasgo común de las dictaduras de “puño de terciopelo” es que saben que para perseguir a los periodistas, políticos y empresarios de la oposición puede ser mucho más efectiva la Fiscalía y la Dirección de Impuestos que los gorilas y esbirros de la policía secreta. La violencia, mal vista internacionalmente, suele ser tan costosa como innecesaria.
Mauricio Botero Caicedo | Elespectador.com
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