Las autoridades bloquean cualquier atisbo de crítica hacia los dirigentes
'The New York Times’ o Bloomberg han sufrido la mordaza de Pekín
A las autoridades chinas no les gusta que se hable de sus dirigentes.
Y menos de sus finanzas o tejemanejes familiares. El bloqueo ayer del
acceso a las versiones online, en chino e inglés, del diario
estadounidense The New York Times, tras la publicación de un reportaje sobre el entramado económico de la familia del primer ministro chino, Wen Jiabao,
no es siquiera el primer episodio este año de censura en Internet para
silenciar los manejos de dinero de la clase dirigente comunista. El
Gobierno chino adoptó a principios de julio la misma medida, esta vez
contra el gigante de la información financiera Bloomberg y su revista Business Week.
El motivo: un artículo sobre las redes financieras establecidas por el
millonario vicepresidente, Xi Jinping, señalado para tomar el relevo del
actual presidente, Hu Jintao.
El abrazo censor de Pekín a Jinping no se detuvo ahí. El cerrojo informativo impuesto corta el acceso a las noticias, pero anima sin duda a que se multipliquen los rumores entre los ciudadanos. Y así fue con el vicepresidente chino durante las dos primeras semanas de septiembre, quincena en la que el príncipe heredero desapareció de escena. Las quinielas sobre su estado de salud activaron los resortes del Gran Cortafuegos chino, un Ejército tecnológico y físico que rastrea las redes, bloquea los contenidos, cierra acceso a webs y sigue la huella dejada por los internautas.
Eso con las excepciones que también permite la tecnología, entre otras, el uso de software para ocultar las IPs (dirección en la que se registra un ordenador) o programas para birlar el bloqueo. Sin menospreciar la imaginación de los chinos. Si Pekín bloqueaba textos en la red Weibo (Twitter chino con alrededor de 300 millones de usuarios) que incluyesen el nombre del vicepresidente Xi o las palabras “dolor de espalda”, que podrían referirse a los rumores sobre su salud, los internautas optaban por hablar del príncipe heredero y preguntar sobre su estado. El 15 de septiembre, Xi reapareció en público y frenó, de algún modo, los dimes y diretes.
No cortó, sin embargo, la suspicacia en la Red del régimen comunista, que ha llegado a censurar el número 64 por si a alguien se le ocurriera usarlo para referirse a la crisis de Tiananmen, que sacudió el país el 4 de junio (sexto mes) de 1989.
Pekín censura, no obstante, tanto si el asunto merece seriedad como si no. El activista y disidente chino Ai Weiwei lo ha sufrido en sus carnes en más de una ocasión. La última, este jueves, cuando las autoridades vetaron en las webs chinas un vídeo en el que Ai, con humor y sátira política, emuló el baile al estilo Gangnam que ha dado la vuelta al mundo de la mano del rapero surcoreano PSY. El metraje está colgado en YouTube, red de vídeos a la que los chinos no pueden acceder. Ai, bien conocido por su genio, bautizó su danza como “estilo Cao Ni Ma”, término usado en más ocasiones por el activista y que, pese a significar “caballo de barro y hierba”, en el chino hablado podría sonar a “que jodan a tu madre”.
El Gran Cortafuegos chino tiene los ojos bien abiertos ante el Congreso del Partido Comunista Chino, que echa a andar el 8 de noviembre. Hace precisamente 10 años y ante la misma cita, el que por primera vez sufría el bloqueo en la Red era el aún emergente buscador Google, acusado de ofrecer contenidos pornográficos o permitir ver informaciones relacionadas con la secta Falun Gong. Una década después, las cosas de palacio están más en boca de los ciudadanos. Y la censura lo sabe.
El abrazo censor de Pekín a Jinping no se detuvo ahí. El cerrojo informativo impuesto corta el acceso a las noticias, pero anima sin duda a que se multipliquen los rumores entre los ciudadanos. Y así fue con el vicepresidente chino durante las dos primeras semanas de septiembre, quincena en la que el príncipe heredero desapareció de escena. Las quinielas sobre su estado de salud activaron los resortes del Gran Cortafuegos chino, un Ejército tecnológico y físico que rastrea las redes, bloquea los contenidos, cierra acceso a webs y sigue la huella dejada por los internautas.
Eso con las excepciones que también permite la tecnología, entre otras, el uso de software para ocultar las IPs (dirección en la que se registra un ordenador) o programas para birlar el bloqueo. Sin menospreciar la imaginación de los chinos. Si Pekín bloqueaba textos en la red Weibo (Twitter chino con alrededor de 300 millones de usuarios) que incluyesen el nombre del vicepresidente Xi o las palabras “dolor de espalda”, que podrían referirse a los rumores sobre su salud, los internautas optaban por hablar del príncipe heredero y preguntar sobre su estado. El 15 de septiembre, Xi reapareció en público y frenó, de algún modo, los dimes y diretes.
No cortó, sin embargo, la suspicacia en la Red del régimen comunista, que ha llegado a censurar el número 64 por si a alguien se le ocurriera usarlo para referirse a la crisis de Tiananmen, que sacudió el país el 4 de junio (sexto mes) de 1989.
Pekín censura, no obstante, tanto si el asunto merece seriedad como si no. El activista y disidente chino Ai Weiwei lo ha sufrido en sus carnes en más de una ocasión. La última, este jueves, cuando las autoridades vetaron en las webs chinas un vídeo en el que Ai, con humor y sátira política, emuló el baile al estilo Gangnam que ha dado la vuelta al mundo de la mano del rapero surcoreano PSY. El metraje está colgado en YouTube, red de vídeos a la que los chinos no pueden acceder. Ai, bien conocido por su genio, bautizó su danza como “estilo Cao Ni Ma”, término usado en más ocasiones por el activista y que, pese a significar “caballo de barro y hierba”, en el chino hablado podría sonar a “que jodan a tu madre”.
El Gran Cortafuegos chino tiene los ojos bien abiertos ante el Congreso del Partido Comunista Chino, que echa a andar el 8 de noviembre. Hace precisamente 10 años y ante la misma cita, el que por primera vez sufría el bloqueo en la Red era el aún emergente buscador Google, acusado de ofrecer contenidos pornográficos o permitir ver informaciones relacionadas con la secta Falun Gong. Una década después, las cosas de palacio están más en boca de los ciudadanos. Y la censura lo sabe.
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