Por: Redacción / Sinembargo - octubre 20 de 2012 - 0:00
De revista, TIEMPO REAL
Hace exactamente un año, las imágenes de la captura y muerte del dictador libio Muamar Gadafi acapararon los medios y los canales de video en internet. Su muerte significó el fin de una era represora de más de cuatro décadas en el país africano.
Gadafi tenía 69 años de edad al momento de su fallecimiento y desde el 1 de septiembre de 1969 había encabezado a Libia con su característica imagen exótica que al mismo tiempo servía de fachada para ocultar un modo de gobernar donde predominaba la intolerancia.
El final del libio fue una muestra de pasión desbocada en la que años y años de abusos por parte del gobierno fueron víctima del enojo que se había acumulado entre la población oprimida. Sin embargo, este no ha sido el único caso en el que civiles descargan su enojo contra líderes tiranos
Muammar Gadafi
Tras meses de asedio de los rebeldes de Libia y de ataques de la coalición militar de la OTAN, Muamar Gadafi, fue capturado en Sirte, su ciudad natal, mientras intentaba huir a Misurata. El ex dictador, al ser capturado, padeció la ira desboradada de su pueblo y con esto la rebelión terminó con 40 años de dictadura. No obstante, las manifestaciones de desprecio que sufrió el cadáver de Gadafi fueron condenadas y celebradas al mismo tiempo. Feron muchas las imágenes que circiularon en internet con rebeldes posando junto a los restos del ex líder libio como si se trara de un trofeo de caza.
Sadam Hussein
En noviembre de 2006, luego de dos años de juicio, Hussein fue condenado, junto con otros dos acusados, “a morir en la horca” por el Alto Tribunal Penal iraquí. atrás había quedado su gobierno represor del que estuvo al frente durante dos guerras internacionales. Su captura supuso un alivio para los intereses de los Estados Unidos y otros países de la Unión Europea. Sin embargo, su ejecución, ampliamente difundida, fue considerada por muchos como excesiva.
Nicolae Ceaucescu
El derrocamiento del ex líder rumano tuvo una conclusión funesta que alcanzó incluso a su esposa. El mandatario fue condenado a morir bajo las ráfagas de un pelotón de fusilamiento por los cargos de genocidio, daño a la economía nacional y enriquecimiento injustificable, entre otros. Su muerte y otras escenas del mismo evento fueron trasmitidas por la televisión rumana para calmar a la población, debido a los enfrentamientos entre civiles que se desataron después de su captura.
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