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jueves, 11 de octubre de 2012

De Dictadores y Aspirantes.

Por Luis Domenianni*


LA COLUMNA INTERNACIONAL. Pocos, muy pocos son los gobiernos de los casi doscientos países independientes del mundo que pueden ser rotulados como dictaduras. La casi totalidad de los regímenes imperantes adhiere a las formas democráticas. Parte de ellos a las formas, no así a la esencia.

El totalitarismo, tal como se lo conocía hace unas décadas, es solo una rémora del pasado, en particular, tras la caída del muro de Berlín en 1989.

Fue la derrota del comunismo, verificada con la disolución de la Unión Soviética, el elemento que impulsó la “democratización” en todas las latitudes del planeta con escasísimas excepciones.

El consecuente final de la “guerra fría” determinó la desaparición no solo del denominado totalitarismo de izquierda encarnado por los países de la órbita soviética, sino que arrastró a su contraparte de derecha, a todas luces ya innecesaria –según la particular visión de la política exterior de los Estados Unidos- para contener el “peligro comunista”.

La década de los noventa presenció, pues, una democratización “urbi et orbi” que, por momentos, alentó esperanzas, a la vez que deparó sorpresas y hasta farsas.

La terminología política está en deuda para definir esas farsas democráticas que pululan actualmente por el mundo. Para ellas, no cabe el nombre de dictaduras pues periódicamente los pueblos votan. A su vez, tampoco cierra la definición de democracias, pues el estado de derecho, a través de distintas metodologías, es violado casi sistemáticamente.

Algunos teóricos hablan, para estas últimas, de democracias plebiscitarias. Sintetizan a través de una relación sin intermediarios –los partidos políticos- entre líderes y masas. Según ellos, los pueblos votan, pero una vez el voto emitido, el líder electo gobierna a voluntad, sin contrapesos en los restantes poderes del Estado, sin los límites que la ley impone.

Es la práctica del “cheque en blanco”. El líder gobernante no tiene otro límite que su voluntad. Hace y deshace como le viene en gana. Amaña o condiciona elecciones. Legisla, si lo considera necesario, por encima de los parlamentos. Incumple sentencias judiciales cuando las considera como no favorables. Intenta acomodar las constituciones a su conveniencia. Desconoce las atribuciones de los gobiernos regionales cuando no le son afectos.

En síntesis, en nombre de la democracia destruye la democracia.

Dictaduras

Tal como fue señalado al principio de la columna, restan algunas rémoras de totalitarismo dispersas por el mundo.

Sin dudas, Corea del Norte lidera esta triste nómina. Las características de su gobierno son las de un régimen staliniano. Ningún tipo de elecciones, ningún tipo de libertades, encarcelamiento, torturas y despariciones para los opositores. Un país encerrado en si mismo, elemento que facilita al gobierno su extremo despotismo.

Pero el gobierno de Corea del Norte posee un elemento que la distingue de las restantes dictaduras sobrevivientes. Es su característica hereditaria. Se trata de un gobierno comunista cuyos gobernantes, desde su formación en 1946, fueron el abuelo, el padre y el hijo: los Kim. Por supuesto, todos ellos inmersos en un culto a la personalidad que va desde títulos oficiales como “el bien amado” hasta estatuas con sus figuras que invaden plazas, paseos y calles.

Un escalón más abajo se ubica la Cuba de los Castro. Allí, la dictadura es doble: Partido Comunista y hermanos Castro. Pero, a diferencia de Corea del Norte, existen ciertas reglas de juego, el país es relativamente más abierto que Corea del Norte –salvo para los propios cubanos- y exhibe algunos logros innegables en materia de educación y salud pública. Los dos Castro han gobernado Cuba desde 1959.

Por último, dentro de las dictaduras lisas y llanas, se ubican China, Vietnam y Laos. Los tres lograron despojarse del totalitarismo unipersonal y “evolucionaron” hacia una dictadura de partido –comunista, claro-, es decir colectiva. Pero, su rasgo más característico consiste en su conversión a la economía de mercado, aunque tutelada por el Estado. En tal sentido, cada día se asemejan más a las viejas dictaduras de derecha: características más o menos liberales en economía, totalitarismo en política.

Los dueños de los votos

Un escalón más debajo de las dictaduras se ubica una especie de “democracias tuteladas”. Las formas de la democracia subsisten, el fondo para nada.

En todos estos casos, la manipulación electoral, los impedimentos para la presentación de candidatos alternativos y el fraude consagran a “líderes” que muestran resultados superiores al 90 por ciento de votos favorables. Obviamente, ante semejantes resultados –en los que nadie cree a nivel internacional- la voluntad del gobernante se sitúa por encima de las limitaciones constitucionales y legales.

Así, se producen re-reelecciones indefinidas, la libertad de expresión queda reducida al mínimo, las oposiciones son perseguidas, la corrupción de los funcionarios reina por doquier y la división de poderes es una entelequia.

La reciente “primavera árabe” redujo significativamente la lista de los “dueños de los votos” en el mundo. Junto a la caída de Muamar Khadafi –dictador directo por 42 años- en Libia, hay que contabilizar las salidas de Zine Ben Ali -24 años de poder- en Tunisia, Hosni Mubarak -30 años de poder- en Egipto y Ali Saleh -22 años de poder- en Yemen.

No obstante, es posible establecer una lista de diez “dueños de los votos” sobrevivientes. Cuatro de ellos gobiernan países que formaban parte de la Unión Soviética. Otros tantos pertenecen al Africa Negra. Los restantes dos son árabes.

Entres los primeros figuran Islam Karimov de Uzbekistán, único presidente del país desde su independencia en 1991 y ganador de la última “elección” con el 88,1 por ciento de los votos. Ilham Aliev de Azerbaiyan solo gobierna desde 2003 pero sucede a su padre Heydar quien también gobernó al país desde su independencia en 1991, fue reelecto en 2008 con el 88,7 por ciento. Nursultan Nazarbaiev quién gobierna, también desde 1991, Kazajstán, fue “reelecto” en 2011 con el 95,5 por ciento. Por último, Gurbanguly Berdibuhamedow de Turkmenistan quién gobierna desde 2007 y fue reelecto este año con el 97,1 por ciento. Berdibuhamedow sucede al “presidente vitalicio”, tal era su título, Saparmirat Nyyazow conocido por sus extravagancias en el culto de la personalidad, tales como rebautizar la avenida principal de la capital Ahsgabad, con el nombre de… su mamá.

Los árabes son Abdelaziz Bouteflika quién gobierna Argelia desde 1999 y fue reelecto en 2009 con el 90,2 por ciento y el genocida Bachar el-Assad de Siria con 12 años en el poder –reelecto en 2007 con el 97,6 por ciento, que también sucedió a su padre Hafez que gobernó desde 1970 hasta el 2000 cuando falleció.

Los africanos son Paul Nkurunziza de Burundi, reelecto con el 91,6 por ciento, Paul Kagame de Rwanda, reelecto con el 93 por ciento, Teodoro Obiang de Guinea Ecuatorial reelecto por quinta vez en 2009 con el 95,4 por ciento y el campéon mundial del plebiscito, Ismail Guelleh de Djibouti, reelecto en 2005 con el “envidiable” score de 100 por ciento.

Los aspirantes

Una categoría por debajo se ubican quienes no utilizan el fraude o la manipulación de manera tan grosera, sino que lo hacen de forma un poco –solo un poco- más solapada.

Cambian fechas, modalidades y leyes electorales según su conveniencia, dificultan la labor de la oposición, cooptan sectores y oponentes, crean y sostienen medios de comunicación “militantes”, persiguen e intentan amordazar a los medios no oficialistas y demás yerbas del manual del autoritarismo.

En esta categoría se inscriben algunos de nuestros conocidos gobernantes de las Américas, pero también gran parte de los africanos y hasta europeos como Aleksander Lukashenko de Bielorrusia –desde 1994- y, en distinta medida, Vladimir Putin de Rusia desde 1999 con la interrupción del período 2008-2012 cuando fue… primer ministro.

Algunos son ya longevos en el ejercicio del poder total, tales como Blaise Camporé de Burkina Faso -25 años-, Denis Sassou Nguesso de Congo -15 años-, Idriss Débi de Chad -22 años- Issayas Afewerki de Eritrea -21 años-, Mswati III de Swazilandia -26 años-, Omar el-Béshir de Sudán -23 años-, Paul Biya de Camerún -30 años-, Robert Mugabe de Zimbabwe -32 años- o Yoweri Museweni de Uganda -26 años-, todos ellos africanos.

Por último quedan sus admiradores o amigos o defensores de esta parte del mundo, quienes emplean las mismas tácticas, aunque con un grado más de disimulo. Daniel Ortega de Nicaragua, reelecto en 2011 con el 62,4 por ciento. Rafael Correa de Ecuador, reelecto en 2009 con el 52 por ciento. Evo Morales, reelecto en 2009 con el 64 por ciento y Cristina Kirchner, reelecta en el 2011 con el 54 por ciento.

Para el final, el espejo –en líneas generales- en que los últimos cuatro se reflejan y quién mantiene los lazos con el resto de los autoritarios del mundo, el venezolano Hugo Chávez, en el poder desde 1999.

Venezuela vota. Las encuestas lo dan ganador a Chávez por escaso margen.

 

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